Los diez mejores discos de Bob Dylan

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Eduardo Izquierdo celebra los 76 años de Dylan eligiendo sus diez discos favoritos de los casi cuarenta que ha rubricado a lo largo de su vida desde que debutó en 1962.

 

Texto: EDUARDO IZQUIERDO.

 

Escribir una lista de diez discos favoritos de Bob Dylan es una tarea no solo difícil, sino que puede llevarte directamente al borde de la locura. Con una carrera como la del reciente y polémico (para algunos) premio Nobel, es imposible no tener la sensación de que a tu lista le falta algo. Caer de lleno en el síndrome Rob Gordon, célebre personaje de “Alta fidelidad” de Nick Hornby, está cantado. Necesitas, sientes la obligación de poner uno más. Solo uno más. Pero te han pedido diez. No hay prórroga. No hay descuentos. Diez. La base de nuestro sistema decimal. El número de dedos que tenemos en las manos. La rueda de la fortuna, según el Tarot. El número que lleva Leo Messi a la espalda. El cuerpo radiante en numerología tántrica. El tetrakys de los pitagóricos. ¡El maldito diez! ¿Solo diez? Aunque podía haber sido peor. Me podían haber pedido las diez mejores canciones de Bob. Y entonces sí que… Además me saltaré los discos en directo. Así “Hard Rain” me deja un puesto libre (ya les he colado el once, ¿eh?). Pero vamos a ello, a lo que salga….A lo que siento…Así, con Dylan, siempre es mejor. Pensar y razonar no vale con Bobby, es mejor dejarse llevar. Aunque antes es necesario ser educado. Felicidades capo. Permanentemente a tus pies, aunque te empeñes en hacerme rabiar.

 

1. “Highway 61 Revisited” (Columbia, 1965)
Al menos, el primero, lo tenía claro. Porque hay discos buenos, discos muy buenos, discos excelentes, discos de matrícula de honor, discos insuperables, obras maestras y luego está “Highway 61 Revisited”. El Disco con mayúsculas. Perfecto hasta en sus imperfecciones. Todo en su sitio, desde ‘Like a Rolling Stone’ hasta ‘Desolation Row’. Objeto de estudio a través de libros enteros, desgranado canción a canción hasta la saciedad, cargado de anécdotas… La revista “Rolling Stone” lo situó en el puesto número 4 de los mejores discos de todos los tiempos…¡y se equivocaron! Porque no hay disco mejor. Ninguno aguanta ante él. Sus canciones menores (¿las hay?) como ‘Tombstone Blues’ o ‘Queen Jane Aproximately’ serían las mejores en cualquier otro disco de la historia. No se hable más. Me reafirmo en mi sentencia absolutista habitual: si no te gusta este disco, no te gusta el rock.

2. “Blood On The Tracks” (Columbia, 1975)
Hay que ser… Dylan. Solo él podría convertir tanto dolor en uno de los discos más bellos de la historia. Otro álbum al que no le sobra ni le falta nada. Con canciones directamente perfectas como ‘Tangled Up In Blue’, ‘Idiot Wind’ o ‘Simple Twist Of Fate’. Canalizando el dolor de la separación de su mujer Sara hasta convertirlo en una obra de arte. Jakob Dylan, hijísimo y excelente músico también, declararía años después que esas canciones le recordaban a sus padres hablando. Dicen que no debes ponértelo en momentos tristes, pero yo creo que sí. Porque siempre va bien saber que alguien está más jodido que tú y que además expresa lo que ambos sentís de maravilla. Volver a él cada cierto tiempo es tarea obligada para cualquier persona con alma.

3. “Street Legal” (Columbia, 1978)
Demasiado evidente estaba quedando la lista, así que vamos a desviarnos de la tónica general. Lastrado por unas mezclas desastrosas y un mastering infame, poca gente se dio cuenta en el momento de su publicación de la maravilla que era “Street Legal”. Por ello, cargarse el disco en aquel momento fue lo común entre la crítica. Remasterizado a finales de los noventa, entonces muchos descubrieron su grandeza ¿Quién podía atreverse a empezar el disco con un fade in de una canción de más de siete minutos? Pues Bob Dylan con la eterna ‘Changing of Guards’. Un Dylan góspel, influido por la gira con la Rolling Thunder Revue y con ya alguna muestra de su etapa cristiana aflorando. ‘Señor (Tales of Yankee Power)’, ‘Baby, Stop Crying’ o ‘Is Your Love in Vain?’ están en este disco. No hace falta decir más.

4. “Saved” (Columbia, 1980)
Por fortuna, la opinión respecto a su etapa cristiana va cambiando. Cada vez son más los que opinan que hay cosas en ella más que interesantes. Servidor va un poco más allá y confiesa que es de mis etapas favoritas y uno de los grandes momentos de su carrera. De hecho no me canso de pedir la publicación dentro de las “Bootleg Series” del concierto de Toronto de 1980, uno de los grandes momentos de la historia de la música en directo para el que escribe. “Saved” es mucho más crudo que su predecesor cristiano, el knopfleresco “Slow Train Coming”. Es un álbum rotundo, que además arranca con una versión, algo inhabitual en Bobby, y, a todas luces, magnífico. Esa aura apocalíptica le sienta al poeta de fábula y además le sirve al músico para pedir más contundencia a su banda. Una obra celestial.

5. “Oh Mercy” (Columbia, 1989)
Tras la dura travesía en el desierto que supusieron los ochenta para casi todos, Bob incluido, nuestro amigo consigue acabar la década maldita con un álbum espléndido, en buena parte gracias a la producción del canadiense Daniel Lanois. Grabado en un estudio móvil en Lousiana tras haber girado con Tom Petty & The Heartbreakers, el genio de Minnesota se pone en manos del productor que se rodea de gente afín como Cyril Neville, Rockin’ Dopsie, Malcom Burn o Daryl Johnson para dar forma a canciones tan buenas como ‘Political World’, ‘Shooting Star’, ‘Most of the Time’ o ‘Everything is Broken’. Colosal vuelta a los altares.

6. “New Morning” (Columbia, 1970)
Venía de un buen disco de country puro como “Nashville Skyline” y un fracaso a nivel de crítica como “Self Portrait”, que nadie acabó de entender. Se la estaba jugando, entre comillas. Pero la presión no pudo con él y se sacó de la manga un disco con un sonido espléndido, en el que se nota la mano de Al Kooper al que no quisieron reconocerle sus tareas de producción. La lista de canciones vuelve a ser de las que quitan el hipo: ‘If Not For You’, ‘The Man in Me’, ‘Day of the Locusts’, ‘Sign on the Window’, ‘One More Weekend’… Directamente apabullante gracias a un sonido fresco como pocas veces en su carrera.

7. “Blonde on Blonde” (Columbia, 1966)
Durante mucho tiempo se habló de él como el mejor disco doble de la historia, y no me extraña. El sumun del llamado sonido mercurial. La obra entre las obras de una manera de entender el rock que cambiaría para siempre la historia de la música. Catorce canciones como catorce soles. Con la imposibilidad de destacar ninguna por encima del resto. Sin ninguna que baje el pistón. Dylan en estado puro. Si tuviera que recomendar a alguien que nunca ha oído al de Duluth un disco, sería “Blonde on Blonde”. Porque en él está todo. Absolutamente todo.

8. “Desire” (Columbia, 1976)
Su vertiente más zíngara es la recogida en “Desire” (Hard Rain aparte). Para muchos es simplemente el álbum de ‘Hurricane’, para mí significa mi primer encuentro con Bob, imaginen. “Desire” es la versión en disco de la Rolling Thunder Revue, esa caravana de personajes de diverso pelaje con la que Bob se recorrió todo Estados Unidos. Marcado por el violín de Scarlett Rivera contiene dos de mis canciones “menores” favoritas de toda su carrera: ‘One More cup of Coffee’ y ‘Romance in Durango’, con unos eróticos coros de Emmylou Harris en castellano.

9. “Time Out of Mind” (Columbia, 1997)
Otra vez parece que el talento del estadounidense se ha acabado. Desde el flojito “Under the Red Sky” (1990) no saca un disco de temas propios y además ha sufrido una grave enfermedad. Como en los ochenta, la solución vuelve a ser Daniel Lanois, y aunque su relación acabará tocada, el resultado es un bombazo. Y ojo, la producción de Lanois hace mucho pero las canciones de Dylan son la base. ‘Not Dark Yet’, ‘Love Sick’, ‘Cold Irons Bound’… Solo espero que ahora que Bob anda perdido en innecesarios discos de versiones de crooners me cierre la boca de un sopapo con un trabajo como este. Empezar llamando a Lanois puede ser un buen principio.

10. “The Freewheelin’” (Elektra, 1963)
Olvidar que todo empezó con un Dylan cantando folk sería injusto. Muy injusto. Cargado de clásicos, para mí “The Freewheelin’” es el mejor disco de esa, por otro lado, corta etapa, al menos en lo discográfico. No por ‘Blowin’ in the Wind’. La célebre tonadilla es lo de menos y creo que palidece antes otros temas del calado de ‘Masters of War’, ‘A Hard Rain’s a-Gonna Fall’, ‘Girl from the North Country’ o ‘Don’t Think Twice, It’s All Right’. La esencia del folk de Woody Guthrie o Lead Belly está en este disco, aunque absolutamente impregnado de la personalidad de Bob Dylan.

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