«Nosotros queremos dar la foto real y la foto real en la grabación de nuestro disco está en sistemas analógicos y en tomas que son las que hicimos en ese momento y que así quedan registradas en el disco»
Ahí están, caminando poco a poco hacia la consideración de clásicos. Son el gran grupo instrumental del momento. De su nuevo disco, «Adiós Sancho», conversan Los Coronas con Chema Domínguez.
Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ.
Fotos: PAOLA BRAGADO.
En La Vía Láctea madrileña, Los Coronas se van sumando a la charla de igual forma que han ido sumando momentos brillantes a cada disco que han firmado, hasta llegar a esta obra maestra con título de despedida: «Adiós Sancho». A Fernando Pardo, Javier Vacas, David Krahe, Roberto Lozano y al ausente Yevhen Riechkalov, les sobran las palabras, igual que les sobran los buenos minutos musicales; y esto en el tiempo de carestía energética que vivimos los convierte en un fantástico referente. Por si fuera poco, dotan a sus conversaciones de un sentido del humor que les puede llevar a copar las mejores tertulias mediáticas en un futuro no muy lejano. Por otra parte, hay que bucear unos cuantos metros para emparentar con acierto a Los Coronas en nuestra interesantísima historia musical, Los Pekenikes y Los Relámpagos serían sus ascendientes mejor situados. Las áreas instrumentales de La Búsqueda o Desperados podrían ser otros nombres a encuadrar en su árbol genealógico. Y como guinda, su experiencia presente con Arizona Baby en el proyecto Corizonas, también les ha nutrido de forma excelente. No dejen pasar la ocasión de disfrutar con Los Coronas, «Adiós Sancho», y colaborar viralmente al recomendarlos.
«Adiós Sancho» es según la propia banda «el disco más alejado de etiquetas», ¿puedo pensar que la despedida va para ese Sancho escudero, refranero e inmovilista?
Javier Vacas: Podría representarlo perfectamente, tanto a ese nivel del que hablas como al nivel del Quijote que representa la utopía, la búsqueda de horizontes, la fantasía, la creatividad… Que es lo que necesitamos todos y mucho en este momento, en este país.
David Krahe: Un alejamiento del lado más racional y un acercamiento a la parte más intuitiva de nosotros como grupo.
Javier Vacas: Eso es. Y también, por supuesto, estamos haciendo un pequeño homenaje en la canción a Sancho Gracia, que falleció recientemente y que para nosotros, como parte de nuestra infancia, ha representado con «Curro Jiménez» algo que nos ha influido mucho para la música de Los Coronas; pero sobre todo a nivel personal, de nuestra infancia. Eso queda muy bien reflejado en la canción, que además abre el disco, y se podría decir que es un adiós a la España que vivimos tal y como la conocíamos hasta ahora.
Habéis ido a grabar a Tucson, a los estudios WaveLab, producidos por vosotros y Craig Schumacher, el apellido permite decir que habéis tenido un gran piloto, basta citar a Calexico o Depedro para entenderlo. ¿Cómo llegasteis a él?
J.V.: Llegamos a él desde hace unos años a través de Depedro, él hizo allí sus tres discos y le conocimos personalmente en Austin en el 2009, en el South by Southwest, y previamente nos mezcló nuestro anterior disco que también se editó ese año: «El baile final de los locos y los cuerdos», que lo grabamos en Gárate en los estudios de Kaki Arkarazo y en el estudio de Krahe, luego enviamos las cintas analógicas y Craig lo mezcló. La diferencia es que ahora aparte de haberlo mezclado, lo ha producido junto con nosotros y lo hemos grabado en su estudio con lo cual la experiencia es totalmente diferente.
Habéis grabado en cinta abierta, tocando a la vez en la misma sala buscando la magia… Lo digital no os da la felicidad.
J.V.: Lo digital es una herramienta más, nosotros como cualquier usuario de la tecnología la disfrutamos a través de los teléfonos, ordenadores, internet… Y el protools, que es la herramienta que se utiliza en los estudios de grabación para grabar digitalmente: te permite tener pistas infinitas, montones de plugins que imitan la realidad analógica de aparatos que son muy costosos o que la gente considera que es muy costoso de mantener… Pero al final es virtual. Lo digital puedes utilizarlo para que las cosas sean más fáciles, más rápidas, pero no como el fin. El fin es conseguir una cosa que sea real, un sonido real, una sensación real; y eso creo que solo se consigue de la manera en la que se vienen grabando todos los discos a lo largo de la historia. Entonces qué pasa, que el protools te permite usar trampas.
O atajos.
J.V.: Es que no son atajos, son trampas. Son trucos, ¿para qué? Pues es como el Photoshop, tú tienes una foto y la puedes mejorar: le quitas las cartucheras aquí, le quitas las arrugas allá, le pones un buen par de razones para que eso sea atractivo, pero, ¿es real? ¿Esa es la foto real? Nosotros queremos dar la foto real y la foto real en la grabación de nuestro disco está en sistemas analógicos y en tomas que son las que hicimos en ese momento y que así quedan registradas en el disco. Ese algo orgánico que producen los imanes al funcionar, las cintas al moverse hacen que cuando oyes un disco de verdad en tu casa prestándole atención, no poniendo diez segundos de canción en el Youtube, se nota. Y el que diga lo contrario es que todavía no ha caído en eso.
D.K.: Lo digital es como comerte unas sardinas en lata. En Portugal, en los años setenta, hubo un movimiento revolucionario que se llamaba «Liberaçao inmediata do sardinhas en lata»
No me lo creo.
D.K.: De verdad, de verdad. Nosotros hace tiempo ya que pedimos el ingreso en esa asociación.
J.V.: Donde esté una buena sardinada que te deja el olor en la ropa… Eso no te lo quita nadie.
El diseño de vuestros discos suele estar a la altura del contenido, con «Adiós Sancho» os habéis lucido pero también va a contribuir al embrollo que se ha organizado en vuestra gira australiana, donde tienen claro que sois un grupo de flamenco que ha asimilado muy bien las raíces de su cultura rock.
J.V.: La verdad es que sí, lo que queríamos reflejar con esta portada precisamente es eso, reivindicar nuestras raíces mediterráneas, latinas, hispanas, algo que le transmitimos a nuestro diseñador de cabecera: Álvaro Pérez Fajardo, de Fly Factory, al que le dijimos que queríamos una flamenca en la portada. El tío fue capaz de traducirlo en algo atractivo que tiene que ver con la cultura de la música que nos gusta a nosotros, la cultura del rock and roll de los cincuenta, el tatuaje, las letras, la forma que tiene la chica es un poco también pin-up y, bueno, era la idea original, ahí está, esperamos que guste mucho.
Es muy portuaria también, que os conviene.
J.V.: Sí, también.
F.P.: Más portuario que hubiera quedado…
J.V.:…si hubiese metido las ballenas famosas [risas].
F.P.: Que quería hacerlo…
J.V.:…pero no le dejamos.
Siguiendo ese jaleo exótico, esa idea que tiene vuestro público foráneo de que sois flamencos asimilando el rock, lo cierto es que habéis grabado ‘La leyenda del solitario’, un tema en claro homenaje a Camarón de La Isla y el disco «La leyenda del tiempo» (1979). Tuve ocasión de hablar con Kiko Veneno y con Leiva sobre el acercamiento de los rockeros al flamenco y de los flamencos al rock, para ellos ese acercamiento lo han hecho mejor los flamencos. ¿Qué opináis vosotros?
F.P.: De eso Kiko Veneno sabe un rato.
J.V.: Y nosotros somos deudores de lo que han hecho Kiko Veneno, Pata Negra y toda la pandilla de primeros espadas que giraba alrededor.
D.K.: Eso lo dice por Raimundo, claro.
F.P.: Es una cuestión de complejo: los rockeros, y nosotros somos un ejemplo, nos acercamos al flamenco con complejo, somos menores, somos peores, menos educados, es un camino complicado. Entonces, si eres capaz de sacar en un resquicio el orgullo y un paso adelante que pueda romper ese prejuicio de hacerte de menos, lo consigues, pero en la mayoría no ocurre. A la mayoría les come la realidad, la realidad que es puro complejo porque es que los americanos lo hacen sin ningún tipo de problema y pueden mezclar hasta música sufí con su rock and roll y tiene sentido. Nosotros en España, los rockeros tenemos complejo frente a los flamencos, nos creemos de menos.
Me quedo con lo del probable sufí-rock.
D.K.: Lo que acaba de decir Fernando tiene una parte de realidad, por un lado, musicalmente, nos falta destreza para acercarnos a ese mundo, y luego nos falta algo también ese componente genuino y auténtico que tiene el flamenco, ¿lo tiene la escena del rock and roll en este país? En muy pocos casos.
F.P.: Yo, como tío de Malasaña, pienso que sí, que lo tengo.
D.K.: Hay muy pocos ejemplos, yo puedo ponerte uno: Burning. Para mí Burning es un grupo tan genuino como Camarón, alguien que puede representar el mismo grado de autenticidad.
F.P.: Dentro de nosotros mismos se ve ese atenazamiento a ¿seremos capaces? ¿Estaremos a esa altura? Te vuelvo a decir lo mismo, los americanos, si los Black Keys en el próximo disco deciden que quieren hacer flamenco aunque no tengan ni puta idea de flamenco, no lo hayan tocado en la vida, les saldría bien. Es una cuestión de falta de prejuicio y de tirarse al río, que es lo que hacen los gitanos básicamente, tirarse al bollo.
J.V.: No es la primera vez que pasa, ahí está el rollo de Sabicas, con dos cojones. Es verdad que Camarón se acercó, Paco de Lucía lo ha hecho, Raimundo y Pata Negra lo han hecho, Triana lo hizo y muchos otros lo han hecho y lo han conseguido con grandes resultados, entre otros, Enrique Morente con Lagartija Nick, hay muchos ejemplos. También es verdad que hay otros desde el mundo del rock que lo han intentado y bueno, pues los resultados también están ahí, evidentemente con menor fortuna, desde luego hay que intentarlo.
F.P.: Es que desde el rock en España no se ha intentado.
J.V.: Alguno hay.
Los Planetas podrían ser un ejemplo.
J.V.: Sí, claro, y J es un gran conocedor de los palos, está muy cercano, Lagartija Nick también se ha acercado. Hay intentos. Ahora tienen lo de Los Evangelistas. Ellos están en ello y es muy de apoyar.
Otra zona mixta importante es la formada por México, Estados Unidos y España. Concretamente, en México ya habéis girado con éxito y seguís explorando esa raíz común.
J.V.: Sin duda, hay una cercanía y también, vamos a ver, a nivel de folklore, de fiesta, ¿quién no ha oído rancheras, a José Alfredo, quién no ha oído clásicos como ‘El Rey’? Es algo que está aquí desde hace mucho tiempo y con la trompeta es verdad que nos ha llamado mucho la atención el mundo de los mariachis, esa cultura latina, fronteriza, que también se junta con la cultura americana, la cultura norteña mexicana.
Roberto Lozano: Hace años que podía ser algo casposo, pero luego gente como la que aparece en las bandas sonoras de Tarantino o Calexico lo han hecho col.
D.K.: Lo de que Calexico lo ha hecho cool es cierto, pero antes ya lo hicieron Los Lobos. A mediados de los ochenta le quitaron toda esa parte como folklórica tosca y lo convirtieron en algo realmente atractivo.
F.P.: Y todavía con más huevos lo hicieron un montón de grupos franceses, como Ricky Amigos, había un montón de bandas francesas que cogían directamente esa raíz española, le daban unas vueltas y lo cantaban aquí como «¿veis, españoles, por qué no lo hacéis? Se puede hacer.»
J.V.: Siendo más nuestro que de Francia.
D.K.: Estamos muy condicionados por la cercanía, porque es algo propio y sabes que como patines lo más mínimo te van a crucificar, allí no.
«A Los Coronas siempre nos ha gustado hacer versiones, es lo bueno que tienen tener un grupo instrumental: puedes hacer cualquier versión de cualquier cosa, es genial, de un tema contemporáneo, de un tema del pasado, instrumental o cantado, es perfecto»
A «Pulp fiction» le agradecéis el haber sobrevivido como banda, la palanca que ayudó a vuestro movimiento gracias al impulso mundial de su banda sonora tan surfera.
D.K.: Qué le debemos a «Pulp fiction», pues que ha colocado en el mapa el género musical, un género que no conocía nadie, nadie de nuestra generación en adelante.
F.P.: Ha colocado lo que representamos nosotros un poco, que somos parte de una subcultura pop que viene de la serie B, no la subcultura de los grandes estrenos. Es decir ¿todos somos fans de Audrey Hepburn?, no, somos seguidores de Tura Satana. Es otra realidad que estaba ahí, en un saco un poco abandonado de friki extraño. Pero ahora el mundo de todos los amantes de la serie B está en todos los niveles: cine, literatura, música, cómics… Está totalmente integrado. Nosotros hemos sido parte de todo esto desde el principio y gracias a Tarantino, que es un tío que apuesta por eso, o Álex de la Iglesia, o Santiago Segura, en el fondo somos compañeros generacionales, son gente que ha decidido que todo eso que otro consideraría basura a ellos les sirve como obra de arte. Es la continuación de Warhol básicamente.
Habéis editado trece canciones en este 2013. Esto tiene pinta de que no es casualidad.
J.V.: Está hecho a propósito. No es casualidad.
D.K.: Hay que ir a muerte ya.
J.V.: Quisimos componer un montón de canciones, pero cuando llegamos a trece, ya nos plantamos, hasta aquí hemos llegado.
F.P.: Este es el punto, por quitar alguna también y luego ya la sacamos en un single.
J.V.: Realmente a Los Coronas siempre nos ha gustado hacer versiones, es lo bueno que tienen tener un grupo instrumental: puedes hacer cualquier versión de cualquier cosa, es genial, de un tema contemporáneo, de un tema del pasado, instrumental o cantado, es perfecto. Pero en este caso fue como «pero si tenemos trece temas originales: ni versiones, ni vamos a hacer más.»
D.K.: Era una cifra redonda.
La canción con la que cerráis: ‘Way to San José’, tiene algo de inédito en vosotros por el tiempo lento y el entretenerse en crear una atmósfera más pausada, muy matizada.
J.V.: Ahora contará Fernando cómo surge, pero la interpretación es la más suave que jamás hemos hecho en la historia de Los Coronas. Acariciamos los instrumentos.
D.K.: No solo es la última canción del disco, es la última también que grabamos en el estudio y por alguna razón, cuando nos metimos en el local, fue una de las primeras que sacamos. Entonces nos metimos con ella, la grabamos una vez en el teléfono móvil y quedó tan bien que pensamos que no íbamos a ser capaces de repetir una interpretación así. Y la dejamos y no la quisimos volver a tocar, incluso bromeábamos con la posibilidad de decir: «oye, vamos a dejar esta toma y la metemos así, tal cual». Grabamos las otras doce canciones en el estudio y decíamos, bueno, nos queda esa. Nos metimos a afrontar el tema con mucho respeto y a la vez con cierto miedo, con mucha prudencia, porque es verdad, porque es una canción de estas que te tienes que meter en un estado de ánimo determinado para que te salga a la primera o no te salga.
J.V.: Es como un blues lento, o te sale a la primera o no lo puedes repetir.
D.K.: Hicimos dos tomas y nos quedamos con una que salió increíble.
Estáis a un paso del misticismo.
F.P.: Es que nuestros gustos musicales son superamplios y nuestras capacidades son mucho más estrechas, entonces vamos estando a la altura de todo el dibujo que tenemos en la cabeza; porque nosotros, realmente, queramos o no, hemos sido tantos años un grupo de garito que olemos a bar, a bar cerrado, olemos a gente viéndote en el concierto a esta altura de la cabeza porque tú estás levantado esto [dibuja con la mano unos pocos centímetros], olemos a cercanía. Entonces, a nosotros no nos cuesta nada tocar un rock and roll cañero y poner un garito patas arriba, pero lo complicado es lo otro. No por gusto, es más bien por capacidades, y a veces por prejuicios nuestros, nos preguntamos «¿seremos capaces?». Lo que nos pasa con el flamenco nos pasa continuamente con todo: «vamos a hacer un blues, no, porque para hacer un blues hay que ser realmente bueno, vamos a hacer no sé qué, no, porque para hacer esto hay que ser realmente bueno». Entonces, claro, nosotros venimos del punk rock que es un género en el que tienes todo el orgullo cuando naces, cuando te desarrollas, pero cuando quieres cambiar te acomplejas. Entonces, este tipo de canciones son como otra vez quitarnos la piel.
D.K.: Porque no puedes enfrentarte a esas canciones desde la perspectiva de la mala leche, no puedes. Tienes que cambiar el disfraz, la mentalidad tiene que ser otra.
J.V.: E independientemente de géneros y estilos, para cualquier grupo tocar lento, tocar suave, es muchísimo más difícil que tocar rápido. Eso es un aprendizaje que requiere años, y aparte lo que dice David: tienes que meterte en un estado de ánimo concreto.
F.P.: Queremos tener la suavidad de Yoda pero también la explosión de Bola de Dragón, de la onda vital, queremos abarcar todo el espectro. Hay un momento de violencia que es pura onda vital, todo el garito es como «¡hostia, qué ha sido ese reflejo!». Y, a la vez, con Yoda es como flotar por encima del suelo.