«Buscar al personaje es duro porque te dejas mucho de ti; pero, por otro lado, es una liberación, porque sacas toda la mierda que llevas dentro»
La pandemia y un problema de salud truncaron sus planes; sin embargo, de todo ello, extrajo las lecturas maestras para embarcarse en un nuevo disco que, como él mismo afirma, trae consigo un nuevo origen, un renacer, un cambio de tercio. Javier Escorzo charla con el Loco sobre este trabajo edificante, Diario de una tregua, y las intenciones y los aprendizajes que se esconden tras él.
Texto: JAVIER ESCORZO.
Fotos: JAUME DE LAIGUANA.
Sábado, 11:30 de la mañana. San Sebastián. Unos pocos clientes toman algo en la cafetería del hotel María Cristina cuando aparece Loquillo, vestido todo de negro, tan elegante como si estuviese a punto de salir a actuar. Le acompaña Felipe Cabrerizo, el tipo que ha estado cuatro años escrutando su figura para escribir la que está llamada a ser su biografía definitiva (Loquillo, la biografía oficial, 2022, Penguin Random House Grupo Editorial). Nos sentamos en una mesa y charlamos distendidamente hasta que el camarero nos trae las consumiciones. Me intereso por el libro que Felipe trae bajo el brazo y explica que se trata de un ensayo sobre el futurismo italiano. En ese momento, Loquillo, que había estado revisando mensajes de su teléfono, salta como un resorte y se introduce en la conversación. Después de cruzar una serie de datos sobre las vanguardias de principios del siglo XX y apuntarse el título de una biografía de Gabriele D’Annunzio, empezamos a hablar de lo que nos ha reunido allí, que no es otra cosa que la publicación de su nuevo disco, Diario de una tregua (Warner Music Spain, 2022).
Pongámonos en situación. En marzo de 2020 tenías por delante la gira de El último clásico (Warner Music Spain, 2019), que iba a celebrarse en grandes aforos y las entradas ya estaban a la venta. Todo pintaba muy bien hasta que llegó la pandemia, que tú aprovechaste para salir de gira con repertorio de poesía. ¿En qué momento surgió este nuevo disco?
Loquillo: Es una colección de causalidades. Como dices, la gira ya estaba en marcha, los locales alquilados, las entradas estaban a la venta… Yo tenía la idea de grabar otro disco, una segunda parte de El último clásico, contando con otros autores diferentes: Jaime Stinus, Nacho Canut, Christina Rosenvinge… Pero con la llegada de la pandemia, empiezan a ocurrir cosas y simbolismos. El último clásico era un disco que seguía a la gira del cuarenta aniversario, con la explosión del personaje y con el éxito masivo, y tenía en la portada una foto mía ardiendo, lo que simbolizaba el final del siglo o del personaje. Después del confinamiento abrimos el protocolo Covid en el WiZink Center de Madrid, aunque luego no pudimos seguir con esa gira porque no se podía hacer rock and roll, no podíamos mover nuestra producción en esas circunstancias, y me armé de valor y decidí salir a defender el oficio y la actitud en medio de la pandemia. Nos metimos todos en una furgoneta, hicimos con Gabriel (Sopeña) la gira, o lo que fuera que hicimos, porque cada día nos suspendían un concierto, fue una batalla, en un momento en el que no había ni vacunas ni nada. También coincidió que me salió un bulto en la garganta y me dijeron que lo mejor que podía hacer era operarme, porque estaba en las cuerdas vocales y era peligroso. La operación tenía mucho riesgo, podía tocarme las cuerdas y cambiarme la voz; incluso podía derivar en un desarrollo de tumor. Y me negué a operarme. Llamé a Sabino (Méndez) y a Igor (Paskual) y les expuse la situación. Les dije que quería grabar antes de final de año y se pusieron a currar. Toda esa conjunción de cosas, unido a que se quemó Notre Dame, hizo que yo entendiera que estábamos en un final de siglo y de personaje, y que podía ser mi último disco. Lo analicé todo y pensé: a la carga.
¿Y cómo planteaste el que podía ser tu último disco?
Loquillo: Quise olvidar la grandiosidad del personaje después del éxito masivo y decidí que Diario de una tregua tenía que ser el punto de partida hacia otra cosa. Desde noviembre de 2020 hasta mayo de 2021 estuvimos grabando. La última canción en entrar fue “Historia de dos ciudades”. Estaba releyendo la obra de Charles Dickens, llamé a Gabriel Sopeña y le dije: «Johnny Cash, Jacques Brel y Charles Dickens. Chaval, tú has venido aquí para esto» [risas]. En un principio había planteado una conjunción entre el pasado compositivo de Sabino y el presente de Igor, uniendo a los dos escritores que mejor me han entendido, pero de repente apareció esa señal, que no dejaba de ser el final de un siglo y el principio de otro, un mundo que termina y otro que comienza, porque de eso habla “Historia de dos ciudades”. Cualquiera pagaría por algo así, porque el relato es brutal. Pero es real.
¿Cómo fue la grabación?
Loquillo: Fue muy extraño estar encerrado en el estudio, en medio de la pandemia, sin nadie, solo con Josu. La banda grababa, después llegaba yo…
¿No podíais reuniros todos a la vez por protocolos sanitarios?
Loquillo: No era por eso. Habíamos estado de gira, sin vacunas, tocando por toda España… Éramos una burbuja. Y dentro de esa burbuja estaba yo, que era un planeta extraño en el firmamento y que solo aparecía para escuchar las canciones a mediodía, mientras ellos comían, y apuntar alguna cosa. Al final nos quedamos Josu y yo para cantar las canciones y ese fue el momento catártico. Llevaba un mes ahí estudiando los guiones, el personaje… A veces discutía con alguien, porque si no discutía con alguien no podía interpretar bien el tema que iba a hacer. Entonces el que pasaba por ahí se llevaba la hostia. Yo trabajo así, soy muy Stanislavski; y para buscar el personaje hago siempre mucho trabajo previo, que es muy duro, porque dejas mucho de ti, pero por otro lado es una liberación, porque sacas toda la mierda que llevas dentro. Hay gente que no es capaz de sacar la mierda y se la queda dentro, y eso termina siendo nocivo para su cuerpo y para él. Yo tengo la suerte de poder sacarla. Me metía a cantar a las diez de la mañana y a la hora del ocaso, esos eran los momentos, dependiendo de la energía de la canción, de la intensidad, de lo emocional… El día de mi cumpleaños, mi sesenta aniversario, lo pasé solo con Josu, en el estudio, con una botella de Jack Daniels de las que se hacen especialmente con la fórmula que utilizaba Frank Sinatra -que es un Jack Daniels muy concreto-, mi esmoquin, escuchando el disco con Josu y tocando el piano en “La lluvia dice”. Fue un momento muy fuerte. Y estuve siempre acompañado de una higuera.
¿La que aparece en la portada?
Loquillo: Sí. La higuera es el árbol de la vida, estuvo presente en la Biblia con Adán y Eva, luego con Rómulo y Remo… Es que es muy fuerte. Este disco tiene una buena historia detrás, por eso viene con su agenda, su dietario, todo lo que los protagonistas escribieron… Fue un momento clave, y de este disco se hablará. Este disco tiene leyenda, tiene todo lo que tiene que tener un disco para perdurar en el tiempo. Lo que tuvo Balmoral (Warner Music Spain, 2008) o El ritmo del garage (3 Cipreses, 1983). Tiene eso, y eso es lo grande de este disco.
«Este disco tiene leyenda, tiene todo lo que tiene que tener un disco para perdurar en el tiempo»
Has incluido un par de canciones que ya habían visto la luz con anterioridad: la nueva versión de “La mafia del baile” y “Sonríe”. ¿Estaban pensadas de inicio para el disco?
Loquillo: Sí, estaban dentro del concepto. Cuando estábamos encerrados sacamos “Sonríe”, y cuando la cosa empezaba a recuperarse hice un programa de radio en Rock FM y ahí utilizamos “La mafia del baile”. Quería mandar señales a la gente de que estábamos trabajando en el mismo momento en el que las cosas estaban ocurriendo, que es algo que muchos artistas no hacen. Hay artistas que acabaron una gira en 2019 y ahora vuelven como si no hubiese pasado nada, pero han pasado muchas cosas. Entiendo que se tenga que poner buena cara y que haya gente que hace música para que la gente se divierta, pero nosotros llevamos una carga de profundidad, no se puede olvidar lo que ha ocurrido. Y sobre esas cenizas construimos. Pero eso de que no ha pasado nada… Cuidado, cien mil muertos. O más. Y un mundo que ha desaparecido. Y muchas connotaciones sobre la libertad individual y sobre la autocracia.
Lo cierto es que son dos canciones que incitan a bailar y a sonreír. Creo que era uno de los propósitos, ¿no? Según escribes en el diario que acompaña al disco «el personaje ha dejado atrás “jinetes de luz en la hora oscura”, como dice el poema de Mesanza, hay que tener fe, transmitir esperanza». El otro propósito creo que lo apunta Josu, también en el diario: queríais «expresar fuerza, solidez y jerarquía».
Loquillo: Hay una cosa que es muy evidente. No somos observadores, somos protagonistas. Hay otros artistas que entienden la música como un concepto lúdico. Nosotros entendemos que hay un tiempo para la luz y otro para la sombra, y eso es lo que se refleja en el disco. Yo no me considero un bufón ni un entertainment; yo me considero el rey. Y entre el bufón y el rey hay una jerarquía. Y eso es lo que supongo que quiere decir Josu García. Entiendo que haya muchos bufones, pero los bufones sirven para divertir y el rey tiene que tomar decisiones, tiene sobre sus hombros el peso de la historia. Es una manera de hablar, pero es así. Nos lo tomamos muy en serio. A veces me dicen que tendría que relajarme un poco, y yo pregunto: «¿Por qué?». Siempre lo he dicho: ya cogeré vacaciones cuando me muera. Siento un hambre de vida absoluto, y eso tiene que ver con la experiencia, con los errores, con meterte en líos. Yo soy especialista en eso. No me fío de los artistas que no se meten en líos, de los artistas puros, de los artistas humildes. No me fío de los artistas que hacen proselitismo de su enfermedad. No. La enfermedad forma parte de la vida, como la muerte. A eso se viene llorado de casa.
Ya que mencionas “El rey”, la canción que abre el disco, creo que Igor ha hecho un traje a medida. La letra te define a la perfección, no solo como artista, sino también como persona, con muchos guiños a tu vida.
Felipe Cabrerizo: Es que ahí tienes una cosa casi de alter ego con Igor. Una cosa muy sorprendente de toda tu historia es la capacidad de definir conceptualmente lo que tú eres y lo que va a ser tu carrera. En el libro lo contamos. Cuando tienes quince o dieciséis años tú ya tienes todo esto pensado, aunque todavía no tienes ni banda ni amigos que se dediquen a esto. Y yo creo que eso es lo que Igor te termina dando después. Recuerdo que, en una de las entrevistas que le hice para la biografía, decía que lo que más le preocupaba cuando te conoció era lo perdido que estabas conceptualmente. Eras un tío en marcha, con miles de seguidores que te permitían seguir tu carrera, pero estabas mal definido, borroso. Y estas cosas son las que marcan, cómo Igor entiende lo que tú eres y lo que tú proyectas, y cómo puede hacer esta letra, que yo, la primera vez que la oí, pensé que era tuya.
Sí, yo también lo pensé.
Loquillo: Claro. “Feo, fuerte y formal” es una letra mía, y define muy bien al personaje desde fuera. “El rey”, sin embargo, define al personaje desde dentro, y lo hace a través de otra persona. Está muy bien, porque cuenta toda mi historia personal, infantil, de barrio, de familia, de cómo en mi casa me llamaban rey, de mis orígenes, ese «salí muy pronto del agujero» es el barrio del Clot, que en catalán significa agujero, hoyo… Está muy bien, conceptualmente es una canción perfecta. Y, además, es un single tan rotundo… Yo no veía un single tan rotundo desde hacía años. En nadie. Desgraciadamente, en España estamos en un período de la música muy blando, muy poco jerárquico, y se ha perdido la capacidad de crear singles. Entonces, claro, los que hemos nacido en el glam rock sabemos cómo tiene que ser un single, pero se ha perdido la capacidad de hacer hits. A mí me encanta ser una máquina de hits. Ahora tenemos serias dificultades para hacer el repertorio. Te juro que es una complicación.
Bendito problema.
Loquillo: Gloriosa complicación, sí. Hay quien solo puede tocar los singles que suenan en Los 40 Principales, y cuando dejan de sonar ya no existen. El otro día pensé: «¿Y si no grabo en dos años?». Pero seguro que al tercero haría cuatro discos seguidos. No sé, igual llega un momento en el que tengo que tocar una semana en un sitio y tengo que ir haciendo repertorios diferentes para dar salida a todo.
Felipe Cabrerizo: Es que eso te lo puedes plantear como hacía Johnny Hallyday, en un momento, que de repente hacía un repertorio rockero, pero lo iba alternando con una gira en espacios pequeños en las que tocaba temas menos conocidos… Es que llevas más de cuarenta años.
Loquillo: Sí, es un problema real. Decimos: «Vamos a reducir el repertorio», pero nos quedamos en dos horas y cuarto. Y si nos vamos a dos horas dejamos fuera todo esto. Como yo digo, ahora estamos en pretemporada, supongo que a lo largo del año iremos ajustando todo. Siempre trabajo en una dirección clara, en este caso el WiZink de Madrid. Tengo ganas de hacer el espectáculo que no pude hacer el año pasado por el Covid. Fuimos los primeros en abrirlo, pero había muchas restricciones aún, tengo muchas ganas de hacer lo que quería hacer. Además, ahora todos los grupos de pseudo rock, o de slow rock, o de pop rock, o como se llamen, han decidido copiar nuestra misma fórmula, así que tendremos que hacer algo. Porque es muy evidente, aunque claro, no tienen a un líder como yo, ni a una banda como la que tengo yo [risas]. Pero hacen sus intentos, se ponen sus símbolos… Ahora todo dios tiene un símbolo, es acojonante. Y ponen tres guitarras, uno que se parezca a Igor Paskual, otro como Josu García… pero no tienen a Laurent Castagnet [risas]. Es muy divertido ver ese tipo de situaciones. Porque, insisto, estamos en una etapa musical muy poco transgresora. Hay grupos y artistas que hoy funcionan, pero en el 83 estarían tocando en bares. Hay muy poco talento, y me sorprende. Me gusta leer las declaraciones de J, de Albert Pla, de Robe Iniesta, de Kiko Veneno, o del más grande, que es Jorge Ilegal. Jorge se ha convertido en mi hermano mayor, me cuida, y no descarto hacer algo con él.
Bueno, acabáis de cruzar un par de colaboraciones en vuestros respectivos nuevos discos. Imagino que te refieres a algo más completo.
Loquillo: Sí, es que nos ha gustado mucho. Pero volviendo a lo que te decía, estamos viviendo una época en la que se le llama pop a algunas cosas… ¿Pero esto qué tiene que ver con los Kinks? Todos llevan el mismo sombrero. ¡Por lo menos ponte otro distinto, hombre! Lo he intentado, he intentado ser partícipe de esto que se llama música española, pero no he podido, no me sale. Estoy al margen. Jorge Ilegal y yo jugamos en una liga distinta. Todo lo demás, esto de Miami, esto de ir todos a Las Vegas a decirse lo buenos que son… Lo siento, pero no me sale. Lo he intentado, ¿eh?, pero no puedo. He intentado ser condescendiente con la industria y con el show business, pero qué pérdida de tiempo. Lo hablaba el otro día con Jorge Ilegal, es que no servimos para eso.
«No me considero un bufón ni un entertainment; yo me considero el rey. Y entre el bufón y el rey hay una jerarquía»
La libertad es un concepto que se ha repetido mucho a lo largo de tu obra. En este disco le has dedicado una canción en la que muestras tu vena francófila, porque hablas de libertad, de que nadie sea más que nadie y de que el odio siempre quede atrás. O sea, libertad, igualdad y fraternidad, el lema de la república francesa.
Loquillo: Son las premisas en las que me he movido siempre. Esta canción tiene dos antecedentes, “Siempre libre” y “Territorios libres”, es un desarrollo. Muchas canciones de este disco son desarrollos de otras. Es como Clint Eastwood, que hizo siempre la misma película hasta que le salió. Yo lo digo con total sinceridad: siempre hago la misma peli, y poco a poco me voy acercando. Posiblemente Diario de una tregua sea la peli definitiva, pero ¿qué era El ritmo del garage? Había un solo director, pero había muchos actores. ¿Y qué era Balmoral? Ahí había muchos guionistas. Repites la misma fórmula hasta que te sale. Solo tienes que ver la filmografía de Clint Eastwood para comprobar que hay tres o cuatro películas que son exactamente la misma. Esa es la dinámica. Y fíjate lo que llegaron a criticarle en otras épocas hasta que, de repente, el chip cambia y empiezas a ser un artista respetado, analizan bien tu obra… estas cosas pasan. Me lo dijo Gay Mercader el otro día: tantos años en los que me ponían en la picota y me decían de todo, y de repente ahora todo el mundo quiere una entrevista, una biografía, un documental… Esto es lo que pasa si sigues vivo y entierras a los demás. Pero estoy notando algo últimamente: llevo semanas de promoción y estoy viendo que hay gente que me quiere. Hace unos años no lo pensaba.
¿En serio?
Loquillo: Totalmente. Como yo siempre he tenido que salir con las uñas, porque nadie me esperaba en la fiesta… Primero, «qué hace este aquí»; después, «no sabe cantar», «no sabe componer», «no sabe no sé qué»; «¿por qué ha triunfado?», «no lo merece»; luego la travesía del desierto, «a ver si se hunde»; «¿otra vez este?», «¿qué hace otra vez aquí?»… Es muy divertida la historia. Leyendo la biografía de Felipe he descubierto cosas de mí mismo y he acabado con una sonrisa. Y sí, por primera vez empiezo a notar que hay gente que me quiere.
¿Pero te refieres a la prensa?
Loquillo: En general. Estoy notando mucho cariño por parte del público y por parte de la prensa. Incluso por parte de la prensa con la que siempre me he peleado, quizá porque yo siempre he respetado su trabajo y sigo pensando que son necesarios, en un momento en el que los periódicos y los medios de comunicación están denostando a los críticos musicales y se dejan llevar por el clic. Están cavando su propia tumba, lo tengo muy claro. Va a pasar como con el vinilo. Somos número uno de ventas en vinilo, pero es que es normal, porque yo formo parte de la cultura del vinilo, pero esta va a acabar siendo el lugar en el que se refugie la gente a la que le gusta la música, el cine, la poesía, el teatro… Habrá vinilos y surgirán periódicos, que serán una proyección de los suplementos culturales y literarios, que aglutinarán columnistas, críticos, reportajes en profundidad…
¿Crees que también resurgirá la prensa en papel?
Loquillo: Los periódicos en papel van a desaparecer, eso es inmediato; pero el papel va a continuar en ese formato más especializado, como el vinilo. Y ese papel y ese vinilo crearán otra actitud de las personas que nos moveremos en un mundo cultural distinto. Y el mundo digital de los clics y del artista que tiene un single con no sé cuántas mil reproducciones, y al día siguiente ya no es nadie, seguirá su curso. Pero el mundo que se está creando a partir del renacer del vinilo, que hace veinte años fue condenado al ostracismo, va a aglutinar muchas cosas. Poco a poco. Me encanta. Pertenecer a un mundo aparte ha sido siempre la historia de mi vida. Se está creando un mundo aparte que vete a saber dónde nos lleva, pero, de entrada, lo de mundo aparte ya es cojonudo. Nos hace ser diferentes y eso mola. A veces, en las entrevistas, me preguntan si considero que vivo al margen. Por supuesto que sí [rotundo]. Siempre he vivido al margen, pero ahora más. No quiero saber nada de esto. Yo no me metí en esto para ser así. Cuando me metí en el rock and roll fue porque era rocker, teddy boy, punk… para no ser como los demás. Cuando empecé a hacer discos de poesía fue para demostrar que se podía hacer poesía contemporánea con el lenguaje de nuestra generación, que no era algo exclusivo de cantautores. Estar al margen siempre es más divertido. Es más peligroso también, pero con eso juegas. Si no hay peligro, si no hay transgresión, si no vives en el filo, para qué te metes en esto. Tengo una nueva batalla con todo eso, por cierto, que tiene que ver con las discográficas y con vosotros, con los críticos musicales.
«Este es un nuevo punto de partida»
¿Y cuál es?
Loquillo: En los últimos tiempos se está imponiendo la costumbre de que las discográficas no os manden los discos, sino solo un enlace para escuchar las canciones en streaming. Eso es un error gravísimo. Se rompe la narrativa. ¿Qué pasa con los créditos, con la hoja de promo? ¿Qué pasa con la portada? Eso acaba con el concepto de disco como obra conceptual y completa, como obra total. Supongo que es una imitación de las formas de trabajar de los cantantes de reguetón, que van lanzando canciones sueltas, pero lo nuestro es otra cosa. ¿Cómo vas a analizar el Sargent Pepper’s si no tienes el disco completo? Y me voy a los Beatles porque es lo más conocido, pero es que no se puede trocear un disco. Hay que defender la integridad de nuestra obra como artistas y también defender el papel de la prensa, dándole las herramientas para que pueda desarrollar bien su trabajo.
Totalmente de acuerdo. Siguiendo con el concepto de libertad, antes te quejabas de que ves poca transgresión. ¿Cómo ves el momento actual? ¿Crees que hay menos libertad que antes? Ahora, en cuanto alguien se sale de lo establecido, van todos a por él.
Loquillo: He tenido la suerte de tener tres campañas contra mí, realizadas desde medios de comunicación, y sé cuáles son. Hicieron lo mismo con Enrique Bunbury o con Andrés Calamaro, pero conmigo se emplearon con especial virulencia. Y es siempre fuego amigo. Siempre. Cuanto más ignorante es el ciudadano, más fácil es de manipular, por eso el poder nos quiere ignorantes. Y cualquier persona que plantea algo que te hace dudar, automáticamente es peligroso. La generación anterior a la mía, que es la de Ramón [Ramoncín], la de Santiago Auserón o la de Kiko Veneno, ha sido apartada de manera injusta. Tendrían que ser un ejemplo, tienen un nivel intelectual, literario y artístico espectacular. Después vinimos nosotros; muchos de mi generación ya no están. Fuimos los primeros en disfrutar de las libertades que había conseguido la generación que acabo de mencionar. Fuimos los primeros en disfrutar la libertad. Yo desde los quince años, hasta la llegada del SIDA, no tuve problemas sexuales, eso es importante. No viví la represión franquista. Yo no tengo ningún trauma sexual. Musicalmente he hecho lo que me ha dado la gana. Tuve la suerte de vivir la explosión del punk, del rockabilly, la Movida… Viví un tiempo maravilloso. Claro que van a ir a por ti, pero es que cada vez que vienen a por mí vendo más entradas, por eso ya lo han dejado. E insisto: siempre fuego amigo. ¿Hay gente que tiene miedo a decir lo que piensa? Pues no sé. ¿Les ha pasado algo en la vida? Qué bien, han vivido en una democracia, con bonanza económica… ¿No sabían lo que ha costado todo esto? ¿No sabían que podía pasar lo que está pasando? A veces oigo declaraciones de personajes totalmente desubicados que no saben que la libertad no es gratis.
Internet está lleno de censores y odiadores. Recuerdo que hace años utilizabas una frase, hasta la pusiste en una camiseta: «A nuestros enemigos, porque ellos nos dan la fuerza para seguir adelante». ¿Los haters de las redes sociales llegan a la categoría de enemigos?
Loquillo: Como todo el mundo sabe, hay varias empresas en España que se dedican a crear tendencias en la red y a machacar a según qué personajes, ya sean artistas, actores, futbolistas… Se crean perfiles falsos desde los que se lanza todo tipo de barbaridades sobre esa persona. Jorge Ilegal tiene la manía de retarles, pero nunca se presentan [risas]. El tío se queja de que no aparecen, y yo siempre le digo: «¡Que son falsos! ¿Cómo van a aparecer?» [risas]. Las figuras de Enrique Bunbury, Andrés Calamaro y Loquillo, después de las campañas que hemos sufrido, han subido de categoría. Si no tienes una campaña contra ti, no eres nadie. Algunos intentan mantener un perfil bajo, no hablar demasiado, o incluso hacen entrevistas intensas [risas]. Yo me acuerdo de cuando era más joven y veía a Fernando Fernán Gómez; ahora lo entiendo perfectamente. Llega un momento de tu vida que cumples una edad y te importa todo una mierda. Es como «a mí qué me importa, hombre, váyase a la mierda». Antes te cabreabas, pero ahora entiendo a Fernando Fernán Gómez. Déjenme en paz, yo me dedico a hacer música, a tocar rock and roll.
En este disco los compositores han sido Sabino Méndez e Igor Paskual, con el añadido que ya has explicado de la canción de Gabriel Sopeña, pero en El último clásico abriste el abanico y había canciones de Marc Ros, de Sidonie, Santi Balmes, Love Of Lesbian, Leiva… ¿Seguirás trabajando con nuevos compositores? Ese proyecto que has apuntado de cantar canciones de Nacho Canut, Jaime Stinus, Christina Rosenvinge y demás, ¿piensas retomarlo?
Loquillo: No lo sé, a mí me encantaría. Me encantaría cantar temas compuestos por una mujer, es el último gran reto que tengo. Me gustaría mucho hacerlo. En aquel momento, después de El último clásico, creo que el personaje se estaba convirtiendo en una estrella mainstream, pero siempre que estoy ahí, por una razón u otra, termino esquivándolo, hago un quiebro en el último momento y me voy a otro lado. Mi forma de trabajo, mi método, es ir haciendo discos hasta que llego al guion definitivo. Eso lleva años de búsqueda. Cuando consigo el éxito, lo disfruto, hay que disfrutarlo; pero llega un momento que tienes que cortarlo y volver al punto de inicio. Si sigues sobre ese éxito tu vida es mucho más aburrida. Encontrarás por el camino a las ladillas de siempre. Siempre se repiten, tío, son las mismas, por mucho insecticida que eches, siempre aparecen cuando tienes éxito. Lo que pasa es que, con el tiempo, uno se adelanta. Y eso es lo que pasó con El último clásico, que me adelanté; soy popular, vale, pero quiero mantener mi punto canalla, mi punto no fiable. Mientras tenga ese punto mentiroso, que decía Johnny (Hallyday)… En el momento en el que eres un personaje calmado, simpático, al que todo le va bien… Deja siempre una puerta abierta a la duda, es importante. El misterio en un artista es más de la mitad de su vida. Si todo es abierto, algo esconde. Sí, soy un tío cojonudo, pero como un día me cojas cruzado, vas a odiarme el resto de tu vida. Eso es real. Y, afortunadamente, tener un equipo de compositores, un equipo de músicos, unos consejeros, el apoyo de Gay Mercader… todo eso me hace tomar decisiones, escuchando a todas las partes siempre. Soy como un director de cine, gestiono talentos. Nunca he podido dirigir una película, pero estoy dirigiendo un disco.
«Estoy viendo que hay gente que me quiere. Hace unos años no lo pensaba»
«No grabo discos, ruedo películas», que cantabas en “Arte y ensayo”.
Loquillo: Eso es. Y he conseguido dirigir un disco, Diario de una tregua, en el que está todo, desde la foto de la portada, que nadie confiaba en esa foto, con un puto árbol ahí. Pero no es un árbol, es una higuera, bien plantada, agarrada fuerte a la tierra frente a los elementos. Eso soy yo. Nadie creía en esa portada y ya es icónica.
Felipe Cabrerizo: Es puro Johnny Cash.
Loquillo: Sí, y también tiene que ver con Cumbres borrascosas. La de El último clásico también era simbolista, con la llama. Como la anterior, la de Viento del este (Warner Music Spain, 2016), con la foto del barrio que ha desaparecido. Muchas de mis portadas reflejan mundos que desaparecen. La de Cuero español (EMI, 2000), en el parque de atracciones de Montjuic, que desapareció. La Avenida de la Luz también desapareció. A lo largo de toda mi trayectoria aparecen muchos lugares que ya no existen.
Sé que no quieres incidir en ello, pero antes has mencionado la enfermedad que sufriste, así que aprovecho. Tuviste un problema de salud y entraste al estudio pensando que este podía ser tu último disco. ¿Te puedes imaginar tu vida sin la música? ¿Sin grabar discos, sin salir de gira?
Loquillo: No, en ese momento estaba releyendo Martin Eden, de Jack London, y tenía unas tendencias un poco extrañas [risas]. Podía ver el personaje devorándose a sí mismo y cómo podía acabar. Si no pudiera cantar me reinventaría, desde luego. Crearía una banda y cantaría otro, o me dedicaría a la dirección o al teatro. Eso lo tengo muy claro, sé reinventarme. Pero echaría de menos a un personaje como Loquillo, creo que da mucho color al panorama musical español. Me encanta cuando dicen: «¿Otra vez este tío?» [risas]. Me encanta, es fabuloso.
Dices que Diario de una tregua es el comienzo de una nueva etapa, que ahora va a llegar el personaje definitivo. Tú, que sueles planear las jugadas mirando siempre con varios discos por delante, ¿qué nos puedes adelantar de lo que está por venir?
Loquillo: Acabo de grabar un disco dedicado al Premio Nacional de Poesía, Julio Martínez Mesanza, supongo que lo mezclaremos en unos meses, y también nos queda el disco que grabamos con Gabriel Sopeña en la gira de poesía durante la pandemia. Irán saliendo. Pero en los próximos dos años y medio me voy a centrar en tocar. Voy a picar piedra. ¿Qué es picar piedra? Saber en qué tiempo estoy viviendo, ser consciente de las dificultades que tiene la gente para acceder al mundo de la cultura y de las dificultades que está atravesando el sector. Hay demasiado taquillaje para tan poco público. Demasiado festival y demasiada tontería para la que nos viene encima. Estamos en un momento crucial en la música, en el negocio y en el oficio. Crucial. Quien no lo vea, me alegro, que sea feliz. Pero estamos en la peor situación, incluso peor que en la crisis anterior, y con una guerra al lado. Así que habrá que adaptarse al medio, y nosotros de eso sabemos muchísimo.
¿Y cuáles serán las claves en esta nueva época?
Loquillo: Creo que cada vez va a ser más evidente el posicionamiento, y eso, poco a poco, va a pasar. Ciertos artistas se van a ir posicionando en unos planteamientos determinados, y habrá una separación muy grande con eso que aquí se llama mainstream, yo simplemente lo llamo «eso». Jorge Ilegal dijo el otro día que llevaba toda la vida aguantando a tonadilleras, y tenía toda la razón del mundo. Se están repitiendo muchos esquemas de cuando yo era adolescente, los artistas de varietés puestos al día. Es como decir que la democracia empieza en el 15 M o que el rock empieza con Nirvana. Desgraciadamente, hay una ignorancia cultural tremenda y se olvidan las raíces de la música popular española. Y esa música se reinventa y se adapta a los tiempos, pero es lo de siempre. Lo único que apartó esos estilos que entonces nos parecían rancios, ahora no lo sé porque no tengo esa perspectiva, fue la música pop española, que reventó eso en aquel tiempo tan difícil. Pero yo sigo viendo exactamente lo mismo. Está «eso», que es el mainstream, y estamos nosotros.
Dos mundos bien diferenciados.
Loquillo: Todos quieren chupar de la estética del rock, ves a cantantes melódicos haciendo shows que piensan que son Freddie Mercury; es acojonante, copian todo. ¿Por qué no sales con el pantalón acampanado, la pajarita y la orquesta detrás? ¡Si es lo vuestro! Y sales ahí con un guitarrista que de repente hace un solo de heavy… ¿pero esto qué es? Es como si se hubiesen roto esas fronteras que antes eran claras. La única manera de diferenciarte es que exista artista y exista discurso. Lo demás es muy fácil de copiar. Se van apropiando de muchos elementos de la estética del rock and roll. Está muy manida la frase que he utilizado muchos años, y que ahora emplean otros, de que los políticos quieren ser estrellas del rock, pero yo añado: y los cantautores, y los cantantes melódicos… Todos quieren ser estrellas del rock. Yo veo cantautores que llevan anillos de calaveras, es acojonante, con estéticas de negro… ¡Pero si vosotros os poníais pantalones de pana! ¿Esto qué es? [Risas].
«Estar al margen siempre es más divertido. Es más peligroso también, pero con eso juegas»
¿Y cómo diferenciar una cosa de otra?
Loquillo: Cuando esto sucede, es difícil diferenciarse estéticamente. Por eso lo que hace que seas distinto es lo que piensas, tus influencias cinematográficas, literarias, poéticas… Eso es lo que te hace único. Por ahí debemos ir. Porque si seguimos así, igual pasado mañana el cantante más popular del país se pone una levita de teddy boy. No se lo recomiendo, porque entonces sí que tendría un problema. Y grave [risas]. ¿Te acuerdas de la época en que los Mecano iban con sus perfectos? Siempre utilizando la estética del rock and roll. Hombre, vale ya, un poco de respeto. Yo confío en que todo eso que hemos hablado de la prensa, del vinilo y demás, acabe creando algo. No un producto, sino una gran minoría, que estamos todos esperando porque vemos demasiada confusión en el ambiente. Antes estaba todo más claro: estaban ellos y estábamos nosotros. Ahora parece que todo vale y todo tiene el mismo discurso. Y veo a una generación de chavales, entre los catorce y los dieciocho años, tocando rock and roll, montando bandas. ¿Qué el rock and roll ha muerto? Me parto. Cuando dicen eso es la mejor noticia. Y el rap, que fue perfecto para cubrir la mansedumbre de las letras del rock durante unos años, y que ahora ha sido apartado por el trap, pues a lo mejor pasa algo. Yo confío en esa generación disidente, esa a la que le han robado hasta su propia estética. Al fin y al cabo, el rock and roll y el rap vienen del mismo sitio: de la calle. Y quien no lo vea es que no vive en el mundo.
Para terminar, Loco: has entrado ya en los sesenta…
Loquillo: Tengo 61, sí.
Eso es, y me imagino que ya sabrás que ahora tienes que prepararte para que en las entrevistas te pregunten si piensas jubilarte a los sesenta y cinco o a los sesenta y siete. Parafraseando la letra de “La lluvia”: «¿cómo quieres que te alcance el rayo, en el campo de batalla, en el lecho o amando?».
Loquillo: Hombre, amando y en el campo de batalla, que es lo mío [risas]. No, en serio, yo si a los 67 estoy como Jorge Ilegal, firmo ahora mismo. Se lo dije el otro día. O como Ramón (Ramoncín). Tengo muy claro que, después de estos dos años y medio de gira de rock, volveré al teatro. Trabajaré más el personaje del teatro, que le falta un pelín todavía. Dibujaré el personaje ya con perfil absolutamente claro, y eso cada vez tendrá más peso. A no ser que Dios me venga a ver, y con 71 años pueda correr el WiZink de arriba abajo, me guardaré mi lugar, que es el de evolucionar desde una estrella de rock a la americana hacia un artista de música europea. La mutación irá hacia ahí. De hecho, el personaje se prepara para eso. Que no digo que no siga haciendo rock, pero uno tiene que prepararse para saber cuándo tiene que hacer las cosas, y no dar una imagen que no se corresponde con la edad que tiene. Yo llevo mucho tiempo con eso y creo que esa es la fórmula.