Stevie Wonder
Songs in the key of life
MOTOWN, 1976
Una sección de LUIS LAPUENTE.
En 1976, con sólo 26 años cumplidos, Stevie Wonder disfrutaba de una categoría y una libertad creativa y económica envidiables dentro de la discográfica Motown, era dueño de una editora (Black Bull Publishing) y de una compañía de producción (Taurus Productions), había publicado alrededor de treinta singles de éxito y cuatro LPs que certificaban una insólita madurez artística (Music of my mind, Talking book, Innervisions y Fulfilingness’ first finale) y sobrevivido a un terrible accidente de circulación.
Entonces, renegoció en condiciones ventajosas su contrato con Berry Gordy y grabó su indiscutible obra maestra, el extraordinario Songs in the key of life, espléndida culminación de una etapa y anuncio de nuevas actitudes artísticas. Publicado en su día en el poco corriente formato de doble LP con “bonus record” (un EP de cuatro canciones), Stevie decidió no contar en este álbum con el concurso de los programadores de sintetizador Malcolm Cecil y Robert Margouleff, que habían sido su sombra desde Music of my mind. Fue, tal vez, la primera señal de que el pequeño joven genio había culminado su proceso de maduración artística y personal y estaba dispuesto a romper cabos con el pasado. Así, los niveles de compromiso racial y social tocan mucho más directamente la realidad de la calle (“Village ghetto land”: “Mirad cómo la gente cierra las puertas. / Mientras los ladrones se ríen y roban, / los mendigos observan y comen de los cubos de la basura”) y las piezas sentimentales se tiñen de efervescencia funk (“Ordinary pain”, con las voces de Minnie Riperton y Deniece Williams). No hay desperdicio, pues, en este álbum magistral, que incluye temas tan memorables como “Sir Duke” (dedicado a Duke Ellington), “Black man” o “Ngiculela-Es una historia-I’m singing”, interpretado en inglés, español y zulú, y dedicado a su amada Yolanda Simmons. Imprescindible desde cualquier punto de vista.
