«Trabajó como minero, granjero y recolector de algodón, se ordenó ministro baptista y metodista, y solo regresó al blues gracias a la resurrección del género propiciada por los sectores más concienciados del folk blanco de principios de los sesenta»
Skip James
«Devil got my woman»
VANGUARD, 1968
Una sección de LUIS LAPUENTE.
Skip James, Furry Lewis, Mississippi John Hurt, Blind Lemon Jefferson, Robert Johnson, Charlie Patton, Blind Willie Johnson, Son House, Blins Willie McTell: Ellos son los auténticos héroes del bles, los narradores de historias desgarradas, los desheredados que lograron sobrevivir a fuerza de amarrar su voz a su guitarra y ésta a la tierra que vio nacer a sus antepasados y a los campos de algodón que les vieron morir. Sí. Nehemiah «Skip» James es uno de los más grandes intérpretes de la historia del blues rural, uno de los imprescindibles de verdad en cualquier discoteca que se precie, uno de los auténticos sin más calificativos.
Nacido en 1902 en la pequeña ciudad de Bentonia, cerca de Jackson, Mississippi, James aprendió a cantar y a tocar el piano y la guitarra en la iglesia de su padre, pastor baptista de la localidad. Creció escuchando a bluesmen del Delta como Mississippi John Hurt o Henry Stuckey –de quien tomaría prestado su ‘Devil blues’– y se asoció ocasionalmente con el pianista Little Brother Montgomery, aunque solo llegó a grabar alrededor de dos docenas de temas para el sello Paramount en 1931.
Más tarde trabajó como minero, granjero y recolector de algodón, se ordenó ministro baptista y metodista, y solo regresó al blues gracias a la resurrección del género propiciada por los sectores más concienciados del folk blanco de principios de los sesenta. Entonces fichó por el sello Vanguard y grabó dos de las obras maestras mayores del género, «Skip James/Today» (1966) y «Devil got my woman» (1968). El segundo contiene, junto a otros once fantásticos ejemplos de country-blues desnudo y radical, el estremecedor tema homónimo, una de esas piezas de artesanía inimitables e irrepetibles que merecería haber sido lanzada al espacio como uno de los más formidables iconos de la cultura de nuestro siglo. Se mire por donde se mire, este es un álbum obligatorio.
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Anterior entrega de Lo que hay que tener: Paul McCartney & Wings.