Michael Jackson
Off the wall
EPIC, 1979
Una sección de LUIS LAPUENTE.
En 1976, los Jackson Five, con Randy en lugar de Jermaine, abandonaron Motown (dejando atrás el maravilloso Joyful jukebox music) por desavenencias económicas con Berry Gordy y debutaron en el sello Epic con su nuevo nombre (The Jacksons), bajo el padrinazgo de los magos del sonido Filadelfia, Kenny Gamble y Leon Huff. Dos años después, tomaron el control absoluto de su carrera artística con dos álbumes memorables (Destiny, 1978; y Triumph, 1980), sembrados de canciones propias y de un sonido rabiosamente pegajoso y contemporáneo, cumbre del R&B de la época. Entre medias, en 1979, Michael Jackson debutó como solista también en el sello Epic quizás con un trabajo que sería capital para entender todo el desarrollo posterior del soul y el pop, Prince incluido. Se trata, claro, del extraordinario Off the wall, uno de esos discos intemporales, injustamente relegados a un segundo plano por el increíble éxito comercial de las dos sucesivas entregas de Jacko, Thriller y Bad. En Off the wall, Michael llevó a sus últimas consecuencias el camino apuntado meses antes en su primera colaboración con el productor Quincy Jones, la banda sonora del film The Wiz, en la que el tristemente desaparecido Rey del Pop interpretaba, metido en la piel del Espantapájaros del Mago de Oz, una pieza memorable titulada “You can’t win”.
Off the wall empieza justo donde terminaba “You can’t win”: ahí está el grandísimo vocalista que siempre fue Michael (el bailarín prodigioso ya se conocía de sobra y enseguida explotaría en la era del videoclip), el compositor inspirado que mezclaba baladas lubricantes (“She’s out of my life”) con brutales números rompepistas (“Get on the floor”, “Don’t stop ‘til you get enough”) y medios tiempos adictivos. Todo ello aderezado de funk y disco/soul de lentejuelas y el pop más elegante que uno podía imaginar, perfectamente enlatado por ese tándem mágico que compusieron durante años Michael Jackson y su productor y amigo Quincy Jones.
Off the wall aún sigue ahí, clásico intemporal en el Olimpo de los discos imprescindibles de la historia del pop, fuente de inspiración permanente para virtualmente cualquier artista negro (y blanco) posterior a él.