DISCOS
«La verdadera sorpresa, el auténtico oro del deuvedé, por el que merece la pena el desembolso, se esconde en forma de bonus track»
Joaquín Sabina
Lo niego todo en directo
SONY MUSIC
Texto: Juan Puchades.
Si durante años Joaquín Sabina fue bastante reacio a editar álbumes en directo, de un tiempo a esta parte parece querer testimoniar cada gira con el correspondiente disco y deuvedé. En realidad, principalmente este segundo formato, que es el más cuidado en esta edición, luego explicaremos por qué. Sin duda, la de Lo niego todo merecía quedar plasmada en soporte casero, pues se trató de una gira larga, con algunas paradas destacadas (Londres, París, aparte de toda España y Latinoamérica), con un Sabina pletórico y una banda que, conforme transcurrían las semanas, fue llevándose a su terreno los temas nuevos, los del disco que la justificaban y en el que no habían colaborado los integrantes de la misma. Algo que se pudo apreciar al asistir a conciertos separados por el tiempo. El que recoge Lo niego todo en directo (grabado en octubre de 2017, en el BEC de Bilbao) corresponde, precisamente, al momento en el que esas canciones (seis en total: las enormes “Lo niego todo”, “Quien más, quien menos”, “No tan deprisa”, “Lágrimas de mármol”, “Sin pena ni gloria”, “Las noches de domingo acaban mal”) ya estaban muy engrasadas, adaptadas a la personalidad del grupo.
El aspecto más positivo del deuvedé es que respeta el concierto íntegro (incluyendo las cinco canciones en las que Sabina deja que canten los componentes del grupo: un clásico de sus directos, quizá el más discutido), lo que nos permite apreciar cómo le sucede un poco como a Dylan: sale a escena con voz de trueno en el primer tema (“Cuando era más joven”, una de las joyas del cancionero primero) hasta que poco a poco va entrando en calor, aunque aquí siempre en un registro rugoso que en otras noches de la misma gira —doy fe, pongamos por caso tres semanas antes de esta grabación— se mantuvo mucho menos áspero y más amable. Pero es lo que pasa cuando una grabación se juega a una sola noche.
Por lo demás, excelente realización, despliegue de medios y el reflejo fiel de lo que han sido estos conciertos, a los que se le pueden poner dos peros: esa sensación de cierta frialdad que deja la disposición sobre el enorme escenario, con Sabina al frente, solo, y la banda atrás, marcando una distancia que impide la deseada interactuación constante (que jugaría a favor de una mayor calidez) y, dos, la necesidad de cambiar algunos aspectos del repertorio, como la introducción fija de “Y sin embargo te quiero” para “Y sin embargo” (que uno diría que llevan veinte años de mutua convivencia, más de lo que han durado muchas parejas cuando empezaron a oírlas adosadas por vez primera): o bien podría eliminar la copla u optar por una distinta (que en el cancionero coplero hay mucho hilo del que tirar), aunque solo fuera por sorprender y airear un poco. Pero es cierto que cae una excelente “Todavía una canción de amor”, según la lectura que Sabina hizo en un disco de homenaje a Calamaro. Y, desde luego, llueven clásicos inoxidables como “Una canción para la Magdalena”, “Por el bulevar de los sueños rotos”, “Ruido”, “Peces de ciudad”, “19 días y 500 noches”, “Princesa” (en la toma rockera), “Contigo”… Todo un detallazo ha sido obviar el sonido ambiente durante la interpretación de las canciones, evitándonos los coros de la gente, que se agradece. Y mucho.
Sin embargo, la verdadera sorpresa, el auténtico oro del deuvedé, por el que merece la pena el desembolso, se esconde en forma de bonus track: una toma en la que Sabina y Antonio García de Diego, sentados en el camerino y empuñando sendas guitarras acústicas, le dan al blues sin más compromiso que pasárselo bien. Y ahí, en ese austero “Blues de la princesita azul” (con música de Claudio Gabis puede localizarse la versión en estudio, con el título de “Me plantó la princesita azul”, en Diario de un peatón), sube el termómetro varios grados y brota una magia muy especial, la de dos músicos cantando por cantar, la del Sabina que disfruta cantando. Lo dicho, impagable.
Como comentábamos, el formato más cuidado de este combo es el devuvedé, porque, en realidad, lo que ofrece Lo niego todo en directo es un deuvedé «completado» con un disco en directo de solo diez temas. Y a los que seguimos creyendo en el poder de la música sin necesidad de imagen, el audio (el disco), se nos queda corto, cual coitus interruptus, al recoger solo algo así como la primera parte del concierto (y no íntegra). Entiendo que quizá se ha pensado que no merecía la pena volver a incluir los clásicos en un disco en vivo. Pero no, ya que se documenta un concierto de la gira, el audio debería haberse entregado íntegro (por lo menos los temas cantados por Sabina, y ya puestos habernos dejado el sonido de “Blues de la princesita azul”). ¿Tanto cuesta pensar en los melómanos, los audiófilos, los coleccionistas, los completistas, los enfermos o como quieran definirnos, cuidarnos un poco? ¿No habría sido mejor sumar un segundo cedé con más temas en directo y no, ¡de nuevo!, la versión de estudio de Lo niego todo (que no se entiende para qué y por qué)? Decisiones inexplicables.
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Anterior crítica de discos: “Un gran presentimiento”, de Dolorosa.