OPERACIÓN RESCATE
«No había pelotazos incontestables desde el minuto uno, pero sí mucha inspiración de la que se disfruta para siempre»
Fernando Ballesteros recupera el sexto trabajo de The Black Crowes, un disco menos efervescente que su predecesor, y el final, de alguna forma, de la etapa más brillante de la banda estadounidense.
The Black Crowes
Lions
UNIVERSAL, 2001
Texto: Fernando Ballesteros.
Los Black Crowes llegaron a su sexto disco, Lions, en un momento especialmente activo para la banda. Dos años antes, By your side les había mostrado revitalizados y con la mirada puesta en sus comienzos, y entre aquel y su siguiente asalto se habían embarcado en una gira junto a Jimmy Page, del que salió Jimmy Page and The Black Crowes. Live at The Greek. Un trabajo que seguramente les acercó más a la herencia zeppeliana de la que hacían gala algunas de sus nuevas canciones.
Y en este punto nos encontrábamos a los hermanos Robinson en el nuevo siglo, con más de una década de historia a sus espaldas y cinco discos que no se apeaban del notable en el peor de los casos. El caso es que les debió parecer un buen momento para hacer balance y poner sobre la mesa todo lo que habían ido atesorando por el camino. Si By your side supone, de alguna manera, volver a los tiempos del primerizo Shake your money maker, su nuevo Lions revisaba los logros del pasado, los del más lejano y también los de su etapa más expansiva los de Amorica y Three snakes and one charm.
Los primeros años habían tenido que leer en mil ocasiones aquello de la herencia de los Stones y los Faces, y es verdad que no habían llegado para inventar nada, no estaba entre sus propósitos revolucionar el mundo del rock, pero eran tan conocedores de aquel legado, lo tenían tan interiorizado y, sobre todo, aquel legado que amasaban a su antojo era tan grande, que iban a poder jugar con él durante toda su carrera, dando frutos a productos originales con calidad y denominación de origen.
Por lo tanto, las fuentes estaban claras. Nunca escondieron esas cartas, aunque huyeron de la mera copia como de la peste, y fueron tejiendo unos logros que, a estas alturas, bien merecían un repaso. Eso sí, la fórmula elegida, la vuelta a composiciones más elaboradas que se alejaban de la efervescencia de su predecesor, convirtieron a Lions en un disco de más difícil digestión. Había que acercarse a él con tiempo, que tampoco creo que sea pedirle mucho a un fan. No había pelotazos incontestables desde el minuto uno, pero sí mucha inspiración de la que se disfruta para siempre.
Un disco más denso
El disco, que contó con la producción del mítico Don Was, retoma el camino en un punto bastante cercano al que habían transitado en Three snakes and one charm, e incluso en Amorica. Hay más densidad en sus canciones. Rara vez se decantan por la línea recta, y las influencias y la paleta estilística se amplía exigiendo un esfuerzo extra al oyente para conectar con la obra.
Los tres miembros que quedaban de la formación original mostraban en Lions un punto de madurez extraordinario como músicos. Chris está pletórico, como de costumbre, Rich demuestra que su catálogo no hace más que crecer y Steve Gorman es el piloto de una máquina que escucha a sus compañeros y los propulsa desde atrás a golpe de baqueta. La maquinaria funcionaba.
Y aunque el carácter y el espíritu del disco no sea el propicio para la lluvia de singles de rompe y rasga, las canciones brillan con luz propia. Solo hay que rascar un poco para encontrarle todo su sabor a la grandeza de «Lickin», su aliento funk a «Soul singing» y su nada disimulada predilección por los sonidos negros y ese gospel tan presente a lo largo de su discografía.
«Losing my mind» y su demostración de clase y reposo es, por méritos propios, otra de esas canciones con vocación de clásico en su repertorio, y la emotiva «Miracle to me» nos muestra a un Chris en plenitud de sus facultades como vocalista, mientras que «Midnight from the inside out» nos muestra a unos Black Crowes algo más cercanos a la obra de los Zeppelin.
Los seis primeros discos, con la guinda de este Lions fueron, en cualquier caso, el grueso de una carrera intachable y sin apenas interrupción. Desde aquí la cosa iba a ser muy diferente, ya no fue todo rodado. Poco después de grabar el álbum y tras girar con otra pareja de hermanos ilustres, la de Oasis, la banda comunicó que se tomaba un descanso. Chris debutó en solitario, y aunque volvieron a girar en 2005, y a publicar un par de discos más que no son para nada desdeñables, da la impresión de que Black Crowes dieron lo mejor de sí mismos en aquellos seis primeros trabajos. Y el que quiera superarlo… que lo intente.
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Anterior entrega de Operación rescate: Midnight at the movies (2009), de Justin Townes Earle.