La autora mexicana edita The very best. El alma de Lila Downs, un recopilatorio que en tierras españolas viene acompañado de un DVD en directo grabado en el madrileño teatro Lope de Vega. El disco abarca todos sus discos salvo el reciente Ojo de culebra. Una buena oportunidad para acercarse a su obra.
Texto: JUANJO ORDÁS.
Lila Downs no huele a México, Lila Downs es México. Se mire como se mire. México, un país que desde la costumbre abrió sus tierras al hormigón industrial, formando parte del nuevo y del viejo mundo, de lo global y lo local, del orgulloso abrazo fronterizo a la compleja urbe política. Downs, una autora que desde el folklore clásico desplaza elementos e integra otros tantos, nadando en el dramatismo lírico, interpretativo e instrumental, tomando el testigo de Chavela Vargas pero recolectando con respeto e interés ingredientes novedosos como un jazzístico saxo o una reverberación vocal vanguardista que, en un momento dado, enriquecen una tradición que Downs bien conoce.
Pero no siempre se trata de implementar características de distintas culturas, también se trata de ampliar las posibilidades de las sonoridades clásicas. “La cucaracha” –al margen de su contenido político–, se sirve de una construcción bailable sobre la que no se atisba tecnología de última generación, pues el esqueleto se erige sobre mimbres orgánicos para articular la danza que envuelve la autóctona voz de Downs. Se trata de mover fichas conocidas en un tablero que huele a tierra y barro mexicano.
La colisión de mundos crea un torbellino musical que arrastra y mezcla sin caos, siendo un buen ejemplo la jazzera versión del clásico “La llorona”, con un piano que juega libremente sobre las notas de un grueso contrabajo, sirviendo un caldo musical perfecto, saturado de graves que funciona a la perfección como base para que la cantante juegue a interpretar con variedad de registros, llegando a lanzarse a través de la escala musical, subiendo y bajando con maestría, desde la voz más narrativa a los agudos más altos. Las rupturas rítmicas de la también bailable “Agua de rosas” añade interés a una canción ya de por sí interesante, en la que la guitarra desempeña un corto papel protagonista, con la sombra de Marc Ribot revoloteando sobre su grácil ritmo.
El viejo y el nuevo mundo continúan conviviendo a lo largo de toda la recopilación, con aproximaciones vocales al hip hop urbano, wha-whas que se acercan desde la distancia, percusiones ancestrales y la emocionante voz de Downs como punto cardinal, fundamental en una brújula que no deja de girar, exactamente igual que el CD sobre la lente laser. La electricidad se desata en la salvaje “La cumbia del mole”, con agresividad, con intención física de hacerse un hueco en la costumbre y no solo por tratarse de una cumbia al estilo mexicano, sino porque las guitarras relampaguean y la percusión golpea contundente, igual que la también rítmicamente recia en “Flor de maíz”, donde la grave voz de Downs impone autoridad y comparte protagonismo con unas esplendidas cuerdas autóctonas.
La suave arena cae sobre prácticamente cada una de las canciones, dotándolas de una dignidad clásica que encaja con un interés por ir más allá de la comarca, aunque sin olvidarla y regresando a ella cada poco con las maletas llenas de nuevas notas con las que alegrar sus calles y casas bajas.