CINE
“Una eficaz evasión en la que el sufrimiento, la diversión y dosis adicionales de malicia van de la mano”
“Life” (“Vida”)
Daniel Espinosa, 2016
Texto: JORDI REVERT.
Como era inevitable, el estreno de “Life” (“Vida”) ha venido acompañado de comparaciones automáticas con el gran referente del terror espacial, “Alien, el octavo pasajero” (“Alien”, Ridley Scott, 1979). El espacio, escenario de grandes batallas y amenazas irreconocibles en planetas extraños, tomaba en la película de Ridley Scott la forma exponencial de un horror claustrofóbico y perfilado por la creatividad intimidante de H. R. Giger y Moebius. Ante ese hito, cualquier obra posterior definida en coordinadas similares tendría una vara de medir que no iba a poder eludir. Cabría recordar, en este punto, que incluso “Alien”, reina del género en esas derivas atmosféricas y opresivas, había encontrado en “Terror en el espacio” (Mario Bava, 1965) una fuente de inspiración para sus líneas maestras. La influencia como motor de una cultura popular en busca de nuevos mitos y (re)configuraciones.
Cualquier comparativa establecida entre “Life” (“Vida”) y la cinta de Scott no hará sino revelar las debilidades de la primera. Ciertamente no goza del poder perturbador de su referente ni tampoco de su capacidad sugestiva, que conseguía hacer del terror un estado anímico, algo que destilaba el barroquismo y el silencio de cada rincón de la Nostromo antes que la mostración del propio monstruo. La película de Daniel Espinosa, más bien, se inscribe en un nivel más explícito que podría referir a un espíritu de serie B reciclado con piel refinada de blockbuster y en el ritmo intenso, el ímpetu adictivo de producciones recientes como “Gravity” (Alfonso Cuarón, 2013). En ese sentido, el director sueco confirma su músculo y pulso firme para una acción de corte duro como ya demostrara en “El invitado” (Safe House, 2012), pero también su insuficiencia para dar vida a todo lo demás. Aquí se repite el guion: personajes más sujetos a la intensidad de los sucesos que a una personalidad propia y un desarrollo adictivo que lleva en volandas su justo metraje. Su competencia técnica no la hace en ningún caso más memorable, pero sí que permite una eficaz evasión en el que el sufrimiento, la diversión y dosis adicionales de malicia van de la mano.
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Anterior crítica de cine: “Power Rangers”, de Dean Israelite.