Lichis: “Es una apuesta romántica: la cabeza y la cuenta bancaria te piden una cosa, pero el corazón te obliga a hacer otra”
La complicidad entre Lichis y Rubén Pozo les ha llevado a compartir una gira a medias llamada “Mesa para dos”. Y no va a ser su único proyecto a cuatro manos. Le cuentan sus planes a Carlos H. Vázquez.
Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ. Fotos: PATRICIA J. GARCINUÑO.
Rubén Pozo y Lichis siguen de gira con “Mesa para dos”. El verano (y final de la primavera) ha sido el escenario de los dos músicos, que además venían presentando sus respectivos últimos trabajos: “Habrá que vivir” (Sony, 2018) y “Mariposas & torneos de veranos” (Felicidad, 2018).
Cuando les preguntan, se definen como catalanes de palo en Madrid (o madrileños de palo, según se mire). Ambos nacieron en Barcelona pero se encontraron en la capital, en 1997. Sus respectivas carreras han ido de los garitos hasta los escenarios más altos. En el caso de Rubén, con Buenas Noches Rose y Pereza. En el de Lichis, La Cabra Mecánica, Troublemakers Blues Review… Los dos son carne de canción y guardan en la maleta camisetas de conciertos y zapatos de (casi) rock and roll.
Por fuera visten chupa de cuero y llevan gafas de sol. Les importa poco si llueve o está despejado; están acostumbrados a que el espectáculo deba continuar, aunque ese día hayan cobrado de menos. Como decía Danny DeVito en “Los gemelos golpean dos veces”, “El que se meta conmigo se las verá con mi familia”. Algo así pasa de vez en cuando entre los músicos: hoy por ti y mañana por el otro. Rubén y Lichis tienen planes y se han juntado en el Verbena Bar de Madrid para desayunar un café con las noticias de la mañana. Luego se pasarán por la tienda de guitarras Headbanger Rare Guitars. Pero, de momento, han pedido una mesa para dos.
¿Cómo fue lo del cartel (“ese Lichis AHÍ!!!”) en la furgoneta de los bocatas del Festival Gigante?
Rubén: Eso es ser una leyenda, tío. Me robó el alma. Sabré que he llegado a algo cuando me coloquen un cartel así en una furgoneta móvil de bocadillos.
¿De dónde nace vuestra relación musical?
Lichis: Recuerdo que la primera vez fue en el año 97 o 98, con el primer disco de La Cabra Mecánica (“Cuando me suenan las tripas”). Hubo una especie de festival en el Planetario de Madrid en el que tocamos Buenas Noches Rose, Sobrinus y La Cabra Mecánica. Nos fuimos viendo de cuando en cuando, pero siempre he ido siguiendo lo que hacía en la distancia; siento que hay ciertas conexiones entre sus letras y mis propias experiencias. El primero que hice solo fue en Huesca y estaba con una depresión gordísima en el hotel, pensando qué era lo que estaba haciendo allí. En la prueba de sonido pusieron unas cuantas canciones de Rubén y se me ocurrió una idea: “¿Por qué no quedamos, tocamos unas canciones y hacemos algo juntos?”. Le mandé un mensaje y volvimos a conectar.
Rubén: “Yo tengo mis conciertos y él los suyos, pero cuando hay concierto con Lichis sé que vamos a lo bueno”
¿Qué canción de Lichis te hubiera gustado componer, Rubén?
Rubén: Muchas: ‘Salir a asustar’, ‘No soy París’, ‘Carne de canción’ (La Cabra Mecánica)…
¿Y tú de Rubén, Lichis?
Lichis: Un montón. Cuando me pongo a mirar la historia musical de Rubén, sobre todo sus discos en solitario, veo que está en un momento muy inspirado. Son trabajos muy uniformes en cuanto a calidad, desde el primer hasta el último tema. Y esto me motiva para ponerme la pila. Mi mujer dice que no me deprima, que siempre vemos más verde el césped del vecino, pero para mí es un aliciente muy grande poder estar a la altura del estado de forma que tiene Rubén.
Os lleváis cinco años. ¿Notáis que entre vosotros haya diferencias?
Rubén: Salvando las distancias y generalizando, tampoco tenemos biografías muy distintas. Creo que se tocan en varios momentos, o yo lo siento así. Pasados los cuarenta, cinco años de diferencia tampoco son tantos. Lichis es un tipo que lleva la mitad de su vida haciendo música y empuja una forma de vida con su familia.
Lichis: Lo hemos hablado algunas veces: Rubén es más noventas y yo soy un Peugeot 205 de los ochenta (risas). En ese sentido, la única diferencia que veo es que Rubén es de la generación inmediatamente posterior con la que empecé a trabajar. Comencé muy joven en la música, a mediados de los ochenta, y hubo un cambio: la generación a la que yo pertenecía perdió a sus hermanos mayores por el caballo (heroína) y estuvimos cuatro o cinco años en tierra de nadie. Luego llegó una nueva generación de músicos, sobre todo en el entorno del blues y del rock, recuperando las raíces más auténticas del rock. Y por otro lado se encontraba la gente del grunge. Ahí me noté un poco fuera de sitio, yendo un poco a rebufo de aquello, y pasé de ser el jovencito de los grupos a ser el abuelo. En mí hay, quizá, una actitud de la vida un poco más punki o radical.
‘Mesa para dos’ parece una gira quijotesca. ¿Es así?
Rubén: Sí. Lo estamos haciendo sin haberlo planteado. Es algo que te alivia de tu historia. Hacemos canciones y las mezclamos en un repertorio con temas nuestros en solitario y apostamos por ello. Personalmente, hacer cosas con Lichis me viene bien. Yo tengo mis conciertos y él los suyos, pero cuando hay concierto con Lichis sé que vamos a lo bueno. Tanto el éxito como el fracaso se potencia cuando se comparte. Si el concierto ha ido mal o ha sido una mierda, al menos tienes a alguien con quien emborracharte en la furgoneta. Y lo mismo si ha salido bien. Tengo que puntualizar, tocando madera, que todos los conciertos han ido de puta madre.
Lichis: Tanto Rubén como yo hemos iniciado nuestras carreras en solitario en un momento en el que nada invitaba a hacerlo: o música independiente o “revival”, y no estamos ni en un lado ni en el otro. Nuestros conciertos no son de Pereza y de La Cabra Mecánica, son nuestros dos proyectos en solitario mezclados. Creo que es una apuesta romántica: la cabeza y la cuenta bancaria te piden una cosa, pero el corazón te obliga a hacer otra. Siento que si no hiciera esto no seguiría. Estoy corriendo muchos riesgos, tanto económicos como personales, para llevar esto adelante, así que dar un paso hacia atrás no tiene ningún sentido para mí. Y nos hacemos mayores… No sé cuánto tiempo me queda aquí ni cuánto me queda de carrera, tal y como están las cosas, pero creo que ha llegado el momento de escuchar al corazón.
Lichis: “Rubén es más noventas y yo soy un Peugeot 205 de los ochenta (risas)”
Después del Festival Gigante leí a Lichis decir en Facebook que os sentíais como unos “chavales que empiezan”. Creo que esa es la clave: volver a empezar.
Rubén: Es un regalo de la vida. Yo me lo paso muy bien y voy a disfrutar cuando tocamos en directo juntos o hay alguna canción nueva. Para mí es el recreo.
El 30 de mayo se supo que estabais ensayando. Sin embargo, ya habíais hecho cosas juntos mucho antes, como el tributo a Tom Petty (con Josu García y el Clan Jukebox), el programa de la SER (“En marcha”) o el concierto de Rubén (el 13 de abril) en la sala Cool Stage, donde tocó con Lichis ‘Tics raros’ y ‘Llámame brisa’.
Rubén: Creo que primero me llamó él. Después lo hice yo.
Lichis: Sí. Le invité a tocar en la Galileo Galilei. El motor lo encendimos antes para calentar y que se fuera el hielo de las ventanillas. De alguna manera estamos reinterpretando nuestras canciones. Abandoné el bajo hace cinco o seis años y ahora estoy con la guitarra, así que me siento como un chaval, volviendo a empezar. También estamos haciendo canciones nuevas. Una vez arrancas el motor vas cogiendo velocidad.
¿Cuándo empezó a hablarse el tema del dúo?
Lichis: Yo creo que tuvo que ser en febrero o marzo, cuando escribí a Rubén en el concierto de Huesca, que fue el que marcó un punto de inflexión en mi vida. En principio fuimos con un poco de calma, porque él estaba de gira y esperamos a que tuviera un poco más de tiempo y de tranquilidad para hacerlo.
¿Cómo se compuso el repertorio y cómo se ha elegido?
Rubén: Sabemos que la democracia en los grupos es rara o no llega a buen puerto. En el número de temas sí hay democracia, un fifty-fifty. Empezamos con una pregunta: “¿Cuál de tus canciones debemos tocar?”. También sugerencias entre nosotros, con la banda…
Rubén: “Tanto el éxito como el fracaso se potencia cuando se comparte”
Habéis hablado de hacer canciones. ¿Cada uno por su cuenta o juntos?
Lichis: Nos estamos haciendo un Lennon-McCartney: tener la canción terminada a la mitad. Lo mejor de mis canciones ocurre hasta la mitad, porque es donde me sale el tirón. Lo ideal para mí es que una canción durara un minuto, porque es lo que me sale en realidad. Siempre tengo una melodía, un par de estrofas, un estribillo… y se acabó. No tengo que volverme porque haga falta otra estrofa u otro estribillo. Ahora estamos trabajando con canciones que dejamos abiertas y que vamos teniendo perfiladas. Luego nos las mandamos (tratamos de que el otro ponga su toque también). Es algo muy divertido. Ahora estoy dándole vueltas a un blues que me trajo Rubén el otro día.
Rubén: Yo le estoy dando vueltas a una suya también.
¿Habéis compuesto a la vez?
Rubén: No. Nos enseñamos un poco las canciones, las ideas… pero también nos hemos marcado unas reglas, como no reírse y tratar de echar a andar la canción. Lichis es muy artesano de la palabra, ya me gustaría a mí serlo tanto. También tardo lo mío. De momento no nos hemos puesto a hacer una letra a la vez. Me enseña una estrofa y un estribillo y yo trato de continuarlo, y viceversa.
Lichis: Lo de componer a medias es casi una leyenda. De alguna manera siempre tienes algún hilo del que tirar. Por eso hablaba de John Lennon y de Paul McCartney, salvando las distancias, porque ellos lo hacían así. Keith Richards y Mick Jagger… Uno de los dos tira del hilo primero, después el otro sigue tirando y acaban haciendo algo, juntando lo que tienen. Creo que ese es el camino. Alguna vez he hecho el experimento de empezar desde cero, pero en realidad tenía un par de acordes y un par de estrofas. Luego llamaba a [Fernando] Polaino o a César Pop y acabábamos tirando a la vez del hilo. Y el mismo pudor que pueda tener yo lo va a tener también él. Si te digo la verdad, las dos canciones que tenía no se las iba a enseñar a Rubén (risas).
Lichis: “No sé cuánto tiempo me queda aquí ni cuánto me queda de carrera, pero creo que ha llegado el momento de escuchar al corazón”
Supongo que no hay un plan fijo, una fecha… para publicar algo.
Rubén: Ahora estamos jugando, experimentando, disfrutando y pasándolo bien. No hay una fecha ni tampoco una meta. Si la bola de nieve sigue cayendo por la ladera, al final tendrá forma de disco. Pero es medio chungo hablar de una cosa cuando todavía está en proceso. Yo le mando notas de voz a Lichis y él me manda vídeos en los que se graba tocando (risas).
Lichis: En el momento en el que te sientas a maquetar es un momento mágico. Mira, hay una cosa que yo odio de los acústicos, que es cuando alguien te dice que estás tocando una “canción desnuda” porque se te ocurrió así, en ese momento. ¡Los cojones en vinagre! Yo soy un músico de banda y cuando compongo una canción ya estoy pensando en ella. Para mí, lo otro es una versión abreviada, un medio para llegar a un fin: que el tema se toque y se grabe con una banda. Cuando tengo dos o tres canciones y estoy un poco cansado, es el momento de grabarlas. Y me encanta el trabajo de estudio, llevo los últimos veinte años trabajando en producciones, para mí grabar es una cosa fundamental. Si tienes dos canciones y no las quemas, acabas poniéndote en casa el cedé una y otra vez… Ese momento calienta mucho el tema y hace que caiga todo, como una avalancha.
¿Haber hecho esto os ha ayudado?
Rubén: Para mí es como el recreo, ya te digo. Y a nivel de vender tickets está funcionando. Igual está mal que yo lo diga, pero creo que es una buena mezcla, porque tampoco somos agua y aceite.
Lichis: Somos melón con jamón (risas). Yo soy el melón, seguro.
Rubén: Yo también quiero ser melón, pero me conformo con ser un jamón cinco jotas.
Lichis: A mí me ha dado mucho aire. Me he dado cuenta de la falta que me hacía cuando ya nos habíamos metido en ello. Fui plenamente consciente el día del concierto en el Náutico (San Vicente do Mar). Era el primer acústico que hacíamos. Tuvo sus movidas, fue un concierto imperfecto pero guay.
Esta mesa para dos, ¿quién se encarga de recoger la mesa o de pagar la cuenta?
Lichis: ¡Hostia! Pues los dos somos catalanes en Madrid.
Rubén: Catalanes de palo. ¡O madrileños de palo!
Lichis: Nos van a fusilar en los Monegros, a mitad de camino. Y soy muy de recoger la mesa y si hay dos chupitos de por medio seguramente pague yo.
Rubén: Nos suelen invitar (risas).
Lichis: No somos de gustos caros. Somos más de menú que de mariscada.
Rubén: Pero tenemos unas navajas pendientes.