«Con La Cabra tenía las cosas muy quemadas, el estímulo no era el mismo, era estar totalmente ya repitiendo, recalcitrando sobre lo que ya había o seguir creciendo dando vueltas a un círculo»
Lichis, por fin está de vuelta. Ahora con su nombre, atrás queda La Cabra Mecánica. Se ha reinventado a todos los niveles y la prueba es «Modo avión», primer capítulo discográfico de esta aventura.
Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ.
La música no miente y Lichis menos aún. «Modo avión» supone uno de los estrenos discográficos más importantes de la temporada, diez canciones para perderse dentro, preparadas para sorprender a largo plazo y convertirse en fieles compañeras de viaje. Después de sacrificar a La Cabra Mecánica, convirtiéndola en «Carne de canción» (2009), llega este salto de altura para Lichis, siempre inquieto, siempre con la necesidad de renovarse, de mejorar cada entrega y, por lo tanto, un regalo para quien quiera volar hacia su propuesta. Siempre es un placer hablar con él, y con él hablamos.
«Hotel Lichis» (2005) fue tu penúltima parada antes de terminar con La Cabra Mecánica, y algunas de aquellas habitaciones enlazan con los nuevos asientos de «Modo avión». ¿Se puede hablar de un punto y seguido?
Es lo que más tiene que ver con «Hotel Lichis», quizás es ahí donde se rompió el camino, pero el nuevo había empezado ahí, sí.
Joe Blaney, entre otros ha producido a Calamaro o Fito & Fitipaldis, ha sido el encargado de grabar, mezclar y producirte. En la composición has contado con César Pop en un papel destacado y en menor medida con Fernando Polaino. Un equipazo y de confianza, ¿desde el primer momento has compartido con ellos las nuevas ideas.
Empecé dándole vueltas, compuse del primer tirón cuatro o cinco canciones y llega un momento después de tantos años componiendo en solitario que necesitaba también un estímulo de fuera. También era para mí una experiencia nueva componer con alguien, con César había mucha afinidad en lo personal y con Polaino ni te cuento, fue fácil. Con César vine con unas canciones más o menos hechas y le dimos un montón de vueltas. ‘Tan felices’, por ejemplo, venía con el estribillo hecho pero hicimos siete diferentes hasta que dimos con el que era. En ‘Tinkywinky’ cambiamos unas cosas, añadimos alguna parte C, parte C por César [risas]. Ha sido muy gratificante porque seguramente lo hubiera sacado adelante pero me hubiera costado mucho más, ha sido una bocanada de aire fresco y me ha ayudado a empujar, a tirar para adelante.
Aunque sea tu nombre el que está al frente, el calor de grupo ayuda.
Sí, en La Cabra siempre el proceso de composición era en solitario y la verdad que con el tiempo se va haciendo más y más difícil, cada día te cuesta más encontrar estímulos nuevos y seguir trabajando. Hasta Paul McCartney está buscando ayuda, así que si está buscándola Dios, por qué no vamos a buscarla el resto de los mortales [risas].
Fuera de lo estrictamente musical, salta a la vista la portada y el diseño de «Modo avión» a cargo de Max, autor de delicias como «Peter Punk» y de otras excelentes portadas para Radio Futura o Los Planetas, que llega a dotar al trabajo de un halo conceptual.
Sí, la idea era tratar de que todo respirase sencillez, porque también el trasfondo del disco, el mensaje de las canciones es muy heavy, quizás son las canciones en las que más hay de mí y en las que se cuentan historias más desgarradas y más de herida, más de puñal y creo que por eso necesitaba un discurso más sencillo. Y creo que la portada transmite eso, transmite la paz, transmite el relajo; pero digamos que esa paz, es como la calma después de la tormenta, el atardecer, el momento en el que ha pasado lo peor del día y uno se sienta a despedirse del sol y a enfrentar la noche, que a veces también es dura.
También está presente la idea de alejarse de la realidad, alejarse del suelo.
Es un poco el estar y el no estar. Creo que en el fondo, sin que lo sea en la estructura ni en la forma, las letras del disco son un blues. Ese momento del bluesero cantando solo, desconectado, tocando para un aforo pequeño: es él y su dolor, su historia y hay un proceso de dolor y de calma al mismo tiempo. Transmite esos dos tipos de cosas. Es contar la historia, contar ese desgarro desde la distancia, desde esa calma que da un poco la derrota.
Como si la herida no fuera tuya.
Como si la herida no fuera tuya, total.
Es cierto que hay mucha revisión de desperfectos, pero también hay ironía, esa ironía marca de la casa, aunque no busca la risa o la sonrisa ligera.
Claro, en el fondo la única manera que uno tiene de sobrellevar las cosas es tomárselo con un poco de humor. Quizás aquí está más solapado o aparece solo en algunas canciones, ‘Tinkywinky’ es una canción muy cañera pero también tiene su humor. E intentado también que fuera un poco en un tono amable, no de matar al contrario, asumir tú también tu parte de responsabilidad en las cosas y tratar de asimilarlas también con cierto toque de humor. El humor está incluso en las canciones más trágicas, siempre hay un toquecito que le quita un poco de peso.
De la «crew» de músicos que participa en «Modo avión», asombra Marc Ribot, de entre sus deslumbrantes cuerdas salieron aventuras tan interesantes como aquella con Los Cubanos Postizos, y aquí sorprende oírle tan al servicio de la canción.
A Marc es imposible dirigirle, es un torrente de creatividad increíble. La verdad es que le trajimos y él traía a su vez una motivación y unas ganas increíbles. En lugar de tocar delante de la mesa, se metía en la cabina con el ampli, y veías a un señor de sesenta años moviéndose como un loco. Se grababa todo. Por ejemplo, grabamos las bases todos juntos con Pete Thomas, Andy, y Marc y yo con la acústica y cantando, y hacíamos igual doce o catorce tomas de cada tema, venían ellos «yo creo que lo podemos hacer mejor», y después de todo eso venía Marc y empezaba a grabarse otras catorce tomas de guitarra eléctrica, se grababa unas acústicas, se grababa un sitar eléctrico, se grababa un ukelele… No paraba. Y de cada instrumento se grababa un montón de cosas, es un tipo que no deja de aportar, hacía sesenta solos a cada cual diferente, sacaba un manojo de llaves y se ponía a golpear la guitarra, todo tipo de locuras. Y además le dábamos esa libertad y él la disfrutaba a tope. Había incluso que pedirle que parase de grabar. Me acuerdo que llegó uno y me dijo «no le sigas la corriente que ha traído una trompeta» [risas].
Quiero preguntarte por tus aventuras previas al estreno de «Modo avión». Destaca La Pandilla Voladora junto a Muchachito Bombo Infierno, El Canijo de Jerez, Tomasito y Albert Pla; y tu labor como productor para facturar discos tan interesantes como «6.000 millones» de Daniel Higiénico.
Sí, sobre todo ha habido dos cosas relevantes que han sido los años que he pasado produciendo discos en Barcelona. Quizás eso era para mí un paso necesario para cambiar como músico, entonces he aprendido un montón, aparte de que me lo he pasado muy bien y espero poder reiniciar pronto la aventura aquí en Madrid porque ya vendí el estudio y lo dejé todo ahí. La verdad es que aprendí mucho musicalmente, ha sido una universidad para mí. El otro hecho relevante ha sido cantar blues, los años que he dedicado a cantar blues me han ayudado también a redescubrirme como cantante, el blues estuvo siempre en mi historia musical, más como músico y como bajista, pero nunca como cantante. Lanzarme a cantar blues y la influencia de Hollingsworth, Willie Dixon y Muddy Waters pues ha cambiado mi manera de cantar, de expresarme cantando y también se nota en el disco; incluso en los temas más de pop, la manera de cantar más blusera está muy patente.
«Ahora mi interés está simplemente en estar más con mi familia y hacer música, no estoy por otra cosa. No me interesa salir, no me interesa la noche, ni la joda, ni la farra, ni nada de eso»
Pero esa pasión por el blues sigue dejando paso a influencias más cercanas, todo lo vivido en los ochenta y noventa con protagonistas que también tenían su blues particular como Juan Antonio Canta. Todo esto sigue formando parte de ti.
Claro, una de las cosas más interesante que había en los ochenta, en la música de los ochenta española, era que la actitud era absolutamente transgresora por parte de la mayoría de todos los grupos. Incluso los grupos más mainstream eran grupos indies que se convirtieron en grupos mainstream, y había una lucha por la originalidad a toda costa, por hacer algo diferente en cada disco y tal. Pero curiosamente todos esos músicos empezaron sin escuelas de música, no había aquí escuelas de música, no había academias de música, no había internet, solo se estudiaba el jazz, el flamenco o la clásica. Entonces, todos esos artistas empezaron estudiando música de los cincuenta, el rock and roll de los cincuenta, el blues, todo este tipo de músicas; y además de una manera también muy salvaje porque era más punk, lo cual también les daba una libertad, y a partir de ahí encontraron esas influencias primigenias para transformarlas en algo diferente y transgresor. Y en ese sentido, creo que me siento muy identificado con esa manera de entender la música.
Por una vez estuvo bien que no hubiera profesores.
Por una vez estuvo bien [risas], aunque ahora es bueno que los haya porque hay un mayor nivel, y lo único que falta ahora es aprender a desaprender. Cuando todo esto consigamos desaprenderlo y ser otra vez nosotros, nos llevará más lejos.
Déjame que te haga la pregunta que se le haría a un principiante, ¿nervioso de cara al despegue de «Modo avión»?
Lo que tengo ganas es de salir a tocar ya, también porque hicimos un concierto en mayo en Clamores estrenando los temas con Leiva a la batería, con César Pop, y parte de la banda que voy a llevar, y la verdad es que ya apetece. He dejado además el bajo, me he pasado a la guitarra. Me he reconvertido en guitarrista, que me ha llevado un tiempo larguísimo y lo que me queda, y la verdad es que cada vez que canto y toco estoy experimentando cosas nuevas. Con La Cabra tenía las cosas muy quemadas, el estímulo no era el mismo, era estar totalmente ya repitiendo, recalcitrando sobre lo que ya había o seguir creciendo dando vueltas a un círculo que ya había recorrido varias veces. Entonces, claro, esto es una experiencia para mi muy importante, la de salir a tocar y seguir redescubriéndome y aprendiendo cosas. Así que más que nervios ganas, muchas.
¿Quienes van a conformar tu banda?
He rescatado a Fernando Polaino, vendrán también Dani Ortiz y Jordi Cobre que eran el batería y bajista que estuvieron conmigo los últimos ocho años con La Cabra, va a venir también Álex Olmedo de La Naranja China que estará en la guitarra, vendrá David Sanz, que es un teclista de Barcelona que tocó con nosotros en La Cabra y que hizo muchas sesiones en Barcelona en el estudio, casi todo lo que grabamos allí de teclados lo hacía él. Para las presentaciones de Madrid y Barcelona llevaré una sección de metales, se vendrán David Carrasco, que también estuvo conmigo en La Cabra, y seguramente se vengan también Tuli y Pachi, que están ahora con Leiva, que tienen en noviembre un huequecito y me los traigo también para acá.
Volviendo sobre la portada, que mientras charlamos me sigue reclamando una especial atención, ¿quién propuso a Max?
Pues la verdad que no tenía nada claro con quién hacer la portada y casi todas las ideas que se me ocurrían eran bastante tópicas en general: tenía la idea de un cable eléctrico con unos zapatos colgados y la estela de un avión, las ideas eran de este tipo de cosas que van por el tópico. Entonces, hablando con Olga Castreno, que es la manager de Andrés [Calamaro], la que me lleva mi editorial y todo esto, estuvimos mirando al principio pintores pero no nos gustó la idea, entonces ella me recomendó lo de Max, contactamos con él y la idea me gustó. La portada es la primera idea que me enseñó, lo único el tono lo hizo en azul y yo pensé por este tema que hablábamos antes más sentimental, llevárnoslo al ocaso.
Más crepuscular.
Sí, exactamente, así que fue lo único que cambié, el resto lo hizo todo Max con completa libertad. El diseño lo hizo también la hija de Max y estoy muy contento, ha quedado precioso y me gusta un montón.
En ‘Salir a asustar’, con ese aullido a lo Blur tan bien traído, no sé si creerte cuando cantas «ahora que ya no salimos a asustar».
En este sentido, me veo a mí mismo un poco más como a los antiguos cantantes de country, o como los cantantes de blues, llegas a una edad en la que ya el cuerpo ni te pide ni te tolera tantas cosas como antes y ahora mi interés está simplemente en estar más con mi familia y hacer música, no estoy por otra cosa. No me interesa salir, no me interesa la noche, ni la joda, ni la farra, ni nada de eso. Aparte, tampoco me siento identificado con lo que veo cuando salgo, creo que me estoy haciendo viejo en ese sentido de que no me identifico con el mundo que veo, estoy en los sitios y me siento un pez fuera del agua. Disfruto ahora mucho más de la tranquilidad, de estar en casa y de este viaje interior que del exterior. En cuanto a lo música, no sé, quizás este disco musicalmente tampoco es algo transgresor en ninguna medida, lo único que tiene de transgresión es que soy yo haciendo un tipo de esquema que el público no relacionaba conmigo aunque sí ha formado parte de mi música o de mi carrera como músico. En el fondo estoy más escarbando en mis primeras influencias, en las músicas de raíz, en la música americana de raíz o en la música anglosajona de raíz tratando de llevarla a mi territorio. Así que en ese sentido voy bastante tranquilizo.
Al hilo de lo que estás diciendo, al final, el blues, el rock son cantes de ida o vuelta.
Sí, en el fondo todo son historias de maldición o redención, se llega a un punto en el que se paga con la vida o se sigue adelante, y en lo personal ocurre una cosa en este negocio que seguramente el público no sabe, no conoce: cada peldaño que subes o cada cosa que ganas, cada reconocimiento o cada cheque que te embolsas tiene un precio muy alto en lo personal, y entonces llega un punto en el que o eso puede destruir tu vida o de repente cortas y estableces que a partir de aquí ya ha habido bastante e inicias otro camino, de otra manera, con otros impulsos, aunque siempre vas a seguir siendo tú y de hecho tienes un bagaje y un montón de historias de las que tirar y todavía poder contar cien mil batallitas. Para mí también, tengo cuarenta y cuatro palos y estoy aprendiendo otra vez a cantar, a hacerlo de otra manera, he cambiado de instrumento, estoy empezando con un instrumento que no era el mío y no tengo mucho tiempo, la verdad, me apetece aprovecharlo bien.
Por último, en este nuevo camino, has formado tu propio sello buscando aliados que ya conoces y con los que te sientes seguro. Esto también forma parte de tomar el control y aprovechar el tiempo.
Lo mejor que ha dado estos tiempos de crisis es que ha permitido la libertad, con la crisis llega la libertad. Ahora mismo no hay fórmulas que funcionen a no ser en la música extremadamente comercial, si quieres hacer un disco de Alejandro Sanz o de Pablo Alborán ya funcionas en esquemas musicales que sabes que funcionan, van dirigidos a un cierto tipo de público, tienen una campaña de marketing perfectamente clara, etc., etc., etc. O una «boy band». Esas fórmulas que siempre han existido y que se saben que funcionan, pero para el resto del grueso de los que somos o queremos ser todas esas fórmulas no funcionan, entonces, bueno, son momentos de libertad. No me llama tampoco tener que discutir con un directivo de una discográfica, que me apetece hacer el disco en Nueva York, que me apetece tocar con tal o cual… Todo, por una remota posibilidad de que suene un single en la radio y podamos meter un pelotazo, eso pues si ocurre bien y si no ocurre pues nada, pero no voy a traicionar lo que quiero decir o lo que quiero contar o cómo quiero hacerlo por una remota posibilidad de que ocurra algo. Entonces, eso, la crisis a todos nos ha dado esa libertad. También esa libertad hay que asumirla y yo la asumo desde este punto, soy yo el que ha invertido en el disco, es mi discográfica, es mi sello, tengo mi editorial, tengo todas mis cosas pero evidentemente donde no llego porque no estoy preparado para ello es a nivel de gestionarlo, así que pues temporalmente cedo esa gestión, en este caso a Warner, que se encarga de la distribución y de la labor de oficina pero quien decide, hace, pincha, corta e invierte soy yo.