«Teena sufre una violación por parte de un grupo de siete, de ocho vecinos suyos. Bethie logra esconderse en la oscuridad. La descripción del cuerpo de su madre es el horror»
Joyce Carol Oates
«Violación. Una historia de amor»
PAPEL DE LIAR
Texto: CÉSAR PRIETO.
Afortunadamente, en las librerías españolas la presencia de Joyce Carol Oates empieza a ser habitual y en los últimos tiempos van coincidiendo sus obras recientes y alguna recuperación de relatos antiguos. En esta ocasión, Papel de Liar nos propone la revisión de una obra de hace prácticamente una década. Cruda en su estilo, salvaje en su contenido, «Violación. Una historia de amor» presenta en su primera escena a Teena Maguire, bien entrada en los treinta, quizás un poco alocada, con obsesión por no perder su imagen juvenil. Viene de una fiesta en casa de su novio Casey, pasa de medianoche, la acompaña su hija Bethie, de doce años. Deciden cruzar por Rocky Point Park para atajar diez minutos de camino hasta casa y allí Teena sufre una violación por parte de un grupo de siete, de ocho vecinos suyos. Bethie logra esconderse en la oscuridad. La descripción del cuerpo de su madre es el horror.
El resto de la obra –hasta el final de su segunda parte– es la justicia. Todos sus caminos, empezando por el terrible dedo de las maledicencias; “se lo estaba buscando”, acusa el pueblo. Es sorprendente el afán que tienen los narradores norteamericanos por la idea de justicia, por la descripción de juicios –aquí necesario, eso sí–, por la idea de venganza. Y en la novela, de una manera u otra, se hace justicia. Es impresionante ver como uno de los violadores se acerca a su destrucción –la estructura aparentemente repetitiva, pero en realidad perfecta, lo deja ver– mientras saborea un esplendoroso futuro de honradez y felicidad.
El tono, casi de informe, se relaja en la segunda parte, la historia de amor. Bethie, quebrada su infancia, se enamora de Dromoor, el policía que descubre el cuerpo de su madre y que después les ayuda a superarlo. Perdida en aguas cenagosas, el policía es su único puerto. Y es la propia niña la que nos habla y sus ojos los que ven desde la inocencia. Es, en cierta medida, la mirada pura en la historia, porque al fin y al cabo los espeluznantes hechos convierten a todos en víctimas. Las vidas de cada uno de los violadores poco a poco y sin remisión se van destrozando, el pueblo se va destrozando. Y aunque madre e hija con el tiempo logran recuperarse e intentan no pensar en el pasado, únicamente ha quedado el dolor.
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Anterior entrega de libros: “Yo disparé en los 80″, de Mariví Ibarrola.