Libros: «Supermame», de Pablo Álvarez Almagro

Autor:

«Una trama intensa y que no deja respiro, un cáustico retrato de lo que puede llegar a ser eso que llaman televisión y un desparpajo literario que en estos tiempos no suele abundar»

Pablo Álvarez Almagro
«Supermame»
PEPITAS DE CALABAZA

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Pablo Fernández Almagro tiene aún reciente el divertidísimo pastiche de ciencia ficción y terror “La invasión ha comenzado”, cuatro mediocres individuos casi puestos al azar que han de salvar el mundo de la destrucción y la debacle, cuando ya da a la imprenta “Supermame”, que en este caso entra directa al hígado –en todos los sentidos– de la televisión. Un ejecutivo con los vicios que se dan en el prototipo –drogas, alcohol, sexo… atención: lenguaje obsceno y escenas irritantes– es despedido por su jefa. Su vida aquí se tambalea del todo y decide quemar las naves y escapar dejando tras de sí solo rastrojos.

Así que en un viaje a su Badajoz natal –primer impulso de la huida, aprovechando que había sido invitado a la gala de pacense del año– llega por casualidad a un botellón desmesurado en el Parque del Pilar y allí pasea entre los jóvenes con curiosidad de entomólogo. Se sienta, ebrio de sustancias y pensamientos, porque se le acaba de ocurrir el programa que llevará al extremo a la televisión: «Supermame». Sólo después sabremos que una de las apuestas de ese programa es conseguir el record de asistencia a un botellón allí mismo, donde se produce para el narrador la epifanía.

Evito comentarles las secciones del programa pero, con la aquiescencia del dueño de la cadena, Triple R, a quien consigue ver estando éste ya muy enfermo, logra solvencia económica para llevar adelante el proyecto. Y a partir de aquí, el delirio. Piensen que van a asistir a largas y detalladas sesiones de descripción dinámica del programa, en el que incluso los planos y los movimientos de cámara van a marcarse con detalle, pero en ningún caso resulta de ello lentitud; el lector asiste boquiabierto a escenas de una plasticidad perfectamente resuelta y a un ritmo endiablado: tertulianos de contrastada inutilidad y supremo peligro, actores que se entregan con alegría a su oficio, vídeos caseros a docenas… Una espiral cada vez más enloquecida que tiene que acabarse en algún momento.

Desde luego, el autor, guionista de las películas increíbles de Pedro Tembury, domina el oficio y marca al lector en el punto justo. Los personajes no están bien tratados; excepto el protagonista –que se nos hace fastidioso y fascinante a la vez–, son caracteres planos; el estilo a veces es simplemente descuidado, pero todo ello sirve a lo importante: una trama intensa y que no deja respiro, un cáustico retrato de lo que puede llegar a ser eso que llaman televisión y un desparpajo literario que en estos tiempos no suele abundar. Desde luego no va a levantar ampollas ni despertará conciencias, me da la impresión que el que se acerque a esta novela ya tiene claro que tipo de programación no es deseable, pero por lo menos le asegura un tiempo de lectura divertidísimo.

Anterior entrega de libros: “Letal como un solo de Charlie Parker”, de Javier Márquez Sánchez.

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