Libros: «Sideral. Estrella fugada», de Héctor Castells

Autor:

«Si va a existir una novela sobre cierta etapa de la vida barcelonesa de final de siglo, quizás sea esta»

hector-castells-25-03-14

Héctor Castells
«Sideral. Estrella fugada»
CONTRA

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

No piensen que esto es una biografía al uso y al abuso del personaje retratado. No es así. Se trata de un manual de astronomía, por su título y por el sistema solar que describe, la teoría del caos y los cuerpos celestes que absorbía la fuerza centrípeta de Aleix Vergés, un cosmos difuso en forma lírica que aglutina de forma certera lo que fueron los noventa en Barcelona. El texto, así, no se toma como un recorrido vital sino como un artefacto narrativo, plagado de prolepsis, de escenarios simbólicos, de un narrador que domina el relato y moldea el entramado siendo a la vez parte y demiurgo. Si va a existir una novela sobre cierta etapa de la vida barcelonesa de final de siglo, quizás sea esta.

Aleix Vergés nació en una buena familia –en todos los sentidos del término– de médicos, tuvo una infancia y una adolescencia ni comunes ni especiales, una elegancia natural y una sensibilidad especial por explicarse mediante la música. De todo ello habla la obra, de sus miedos y sus amigos, de su necesidad de catalizar ternura, de sus provocativas y punzantes respuestas, pero también de lo que fue Barcelona en un momento en que parecía todo por descubrir, un territorio desconocido por explorar. La calle es también muy protagonista, bares que sustituían Zelestes y Cibeles. Sobre todo el Nitsa –para quienes no lo conocieran hoy Be Cool–, el Communiqué, el A Sako, el KGB, el Psicódromo o el Universal despertarán leves nostalgias y la constatación de que fue una época, como todas al fin y al cabo, especialmente activa y que tuvo que crear sus propios santuarios. También tiendas de discos –Wah Wah a la cabeza– disponen de un espacio central.

Aparte de esto, la novela –el libro tienta conscientemente el género– se va hasta Reus en 1870 pasa por toda la posguerra y cierra los antecedentes en los años setenta y el Hospital de Sant Pau, donde el padre de Aleix ejercía de cirujano. El salto de la infancia nos lleva a conciertos de Sonic Youth, la génesis del Sónar y el Primavera Sound y la creación de Peanut Pie, a todas sus chicas y a un buen elenco de secundarios, casi todos felizmente en activo. Ahí están Miqui Puig, periodistas como Nando Cruz, importantes catalizadores de los que nunca salen en las crónicas como Fernando Muñiz y Lucas Arraut, impulsor de un grupo de efímero paso y soberbias canciones: Flirt.

Decenas más acompañan un mundo que logra frenar antes de entrar en la hagiografía y presentar simplemente a alguien que explotó y se fue apagando lentamente hasta llegar a acrisolarse en unas últimas canciones que rebosaban emoción, con dureza y esperanza en sus últimos pasos. A un chico de la Barcelona de los noventa, simplemente. Hablando sobre el libro con alguien que aparece profusamente en la obra me contaba hace unos días, y cito literalmente, lo aseguro, “las descripciones de la forma de ser y pensar de Aleix son escalofriantemente precisas… A mí hay frases y descripciones que me dejaron helado al leerlo”. Si esto lo dice alguien que vivió cerca de él…

Anterior crítica de libros: “La canción de amor de Jonny Valentine”, de Teddy Wayne.

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