“Difícil, es comprensible, intenta bucear en el ‘eterno adolescente que fue’, y lo busca en las películas que se agenciaban, en los bares que frecuentaba, en la música que le iba llegando, en las tiendas de discos”
Marco Antonio López
“Rocker: la generación de las hogueras”
66 rpm
Texto: CÉSAR PRIETO.
Si algo bueno tienen las memorias escritas por no profesionales en el arte de las letras es que su perspectiva no se ve estragada por el lenguaje. Ajenos a cualquier intento de demoler al lector con el estilo, cuentan simple y llanamente lo que pasó, y su imagen es menos trabajada, pero más viva. Hay más calle y menos recreación, más pulso de vida y menos zarandajas, como si le estuvieran contando a un nuevo amigo quiénes son ellos sin necesidad de adornar nada. Ni siquiera es necesario que los conocidos o los locales que cita se compartan de alguna manera. Importa lo que hubo de verdad en ellos, nada más. Ese es el tono que plantea Marco Antonio López, baterista de los Nu Niles –recuerden, acompañan a Loquillo en su último disco–, de los Surftones y de un buen puñado de bandas que no pasaron de algunos ensayos, y con ese tono desvela dos misterios a la vez: el ambiente afín al rock and roll en la frontera entre los ochenta y los noventa y la capacidad musical de la costera y acogedora ciudad de Badalona.
Bien, ninguna de las dos propuestas va a suponer devoción para las masas, es algo tan lejano y evanescente… Sin embargo, hay sensación de verdad. El prólogo de Mario Cobo –incoporado a la banda de Loquillo– nos presenta la escena de la película sobre el Norther Soul en que el protagonista se enfrenta a la música que va a cambiar su vida. Ese es el propósito. Quizás no llegue a clavarlo, lo rodea, lo intenta y se acerca, pero el intento merece la pena. Difícil, es comprensible, intenta bucear en el “eterno adolescente que fue”, y lo busca en las películas que se agenciaban, en los bares que frecuentaba, en la música que le iba llegando, en las tiendas de discos. Más o menos, lo que hemos hecho todos, pero visto desde otra música resulta enternecedor.
Hay sociología también, la frontera entre la EGB y la entonces desvalorizada FP se trata desde el cinturón industrial de Barcelona: pandillas, chicas, parques. Y las discotecas, una intrahistoria de lo que fue cierta juventud. Y escapadas a Barcelona, claro, desde sus propios conciertos hasta las visitas al antiguo Zeleste para ver a Robert Gordon o Chris Speeding. Incluso una gira internacional con su grupo en que las anécdotas bestias se ven salpicadas con melancolías de un corazón de rock and roll. También aparecen hitos históricos: el concierto de Stray Cats con motivo de los Juegos Olímpicos de Barcelona.
En el fondo, lo que se cuenta es la historia de un chaval de barrio que lo juega todo a la música, como tantos. Su casa, sus padres y los de sus amigos, las calles, el Simbiosis y el Titus, las chicas… No es muy diferente de la de cualquier otro, pero Marco Antonio López acaba vistiendo toda esta vida de la satisfacción del deber cumplido.
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Anterior crítica de libros: “Special deluxe. Mi vida al volante”, de Neil Young.