«Este libro agrupa entrevistas publicadas previamente en prensa a lo largo de los años por muy diferentes autores. Lo que permite ir apreciando cómo el pensamiento del artista ha ido evolucionando con los años»
Mat Snow (edición)
«Nick Cave. Confesiones íntimas de un santo pecador»
GLOBAL RHYTHM
Texto: JUAN PUCHADES.
Siguiendo un modelo ya habitual en la bibliografía anglosajona, este libro agrupa entrevistas publicadas previamente en prensa a lo largo de los años por muy diferentes autores. Lo que permite ir apreciando cómo el pensamiento del artista ha ido evolucionando con los años, pero, sobre todo, su manera de relacionarse con los medios y, particularmente en el caso de Nick Cave, cómo de ser una fiera indomable con muy mal café se ha transformado en un caballero elegante más próximo al literato que al prototipo de músico rock que él mismo pareció alentar en el pasado: hoy Cave ya no es el yonqui de antaño, fascinado por la sangre y la muerte. Es cierto que sigue aferrado a la Biblia (se define como creyente) pero ahora es un padre aparentemente responsable y, lo más llamativo, cumple todos los días en su «oficina» un horario de ocho horas para escribir canciones, luego regresa a casa y trata de que su trabajo no salpique ni empañe la plácida vida familiar… ¡Quién te ha visto y quién te ve!, podemos exclamar, pero es que los años parecen haber apaciguado a aquel jovenzuelo larguirucho que durante la década de los ochenta no dudaba en liarse a golpes con el público de Birthday Party.
Uno de los aspectos más llamativos de esta serie de entrevistas con el australiano es comprobar el modo en que la prensa musical británica entra sin tapujos en la vida privada del músico, hasta extremos inconcebibles para quienes practicamos el oficio periodístico por aquí (algunas de las preguntas recogidas en este volumen, trasladadas a alguna estrella local, supondría el abrupto final de una entrevista o el inicio de un largo y amargo rencor). Aunque es verdad que el propio Cave, en sus canciones, ha ido reflejando sus relaciones sentimentales, sus desengaños, sus rupturas (muy aireada fue la de PJ Harvey, por ejemplo), así que las cuestiones alrededor de tales temas conforman el grueso de los cuestionarios.
También sorprende no encontrar a lo largo de las más de trescientas páginas ni una referencia a temas sociales o políticos, como si Cave viviera al margen del mundo que lo rodea, éste le importara bien poco y, como buena estrella, solo la circunferencia de su ombligo trazara el globo terráqueo de sus intereses; de hecho confiesa que en algunas épocas no se enteraba de nada relativo a la actualidad y en una entrevista reciente explica estar aprendiendo a leer periódicos, pues no sabía cómo se leían: parece que se nutría exclusivamente de discos, de libros y prensa musical… Prensa musical a la que, por lo menos durante los primeros tiempos de su carrera, estaba muy atento: las críticas buenas eran alimento para el ego y las malas lo enfurecían o deprimían (también se puede invertir el orden emocional): en algunas ocasiones llegó a proclamar que de él solo se podía hablar bien, que únicamente se podían escribir buenas críticas: «Si alguien dice algo bueno de mí, está cumpliendo con su trabajo; no tengo queja». Por ello, las relaciones con la prensa son, precisamente, otro de los argumentos centrales del libro, incluyendo algún encuentro violento: Jack Barron (del «NME»), narra cómo, en Ámsterdam, Cave lo zarandeó e insultó en un hotel y en la calle; Barron, en su reportaje, no dudó en reírse abiertamente de él, dado su patetismo yonqui del momento. Cave, incluso, confesó tener un archivador mental con los nombres de todos los periodistas que le han ofendido. El famoso ego del artista en el caso de Cave, además de descomunal, llega, sin duda, a la paranoia.
Pero «Confesiones íntimas de un santo pecador» también nos cuenta de las dudas del creador, de su preocupación por la falta de inspiración, de los métodos de composición y de trabajo. Es, en suma, una lectura esencial para seguidores de Cave y, me atrevería a sugerir que, incluso, los que no soportamos demasiado su tesitura vocal y maneras musicales podemos disfrutarlo como un capítulo más de ese gigantesco tratado sobre cómo el rock, los escenarios y el estrellato afectan a la mente de los músicos. Un placer, además, tener la oportunidad de leer en castellano a grandes del periodismo musical como Barney Hoskyns, Mat Snow, Symon Reynolds, Nick Kent o Phil Sutcliffe.
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Anterior entrega de libros: “Galicia en clips”, Fernando Fernández Rego y Pablo Portero.