«Un modélico y útil volumen de lectura y consulta que puede guiar como espoleta y como prólogo en el consistente trabajo de uno de los mejores productores del cine del siglo XX»
Álvaro López Martín y Marta García Villar
«Mi vecino Miyazaki»
DIÁBOLO
Texto: CÉSAR PRIETO.
Los estudios de animación estadounidenses se proyectan hasta en parques de atracciones, los japoneses se conforman con custodiar la emoción. Mucha podrán recibir quienes se empapen de cualquiera de las veintidós películas del estudio Ghibli –nombre de viento cálido– que aquí se despliegan desde el teclado de un blog de éxito. No por ello se resienten ni erudición ni estilo, al contrario, ajustados los dos sin desmesuras ni escaseces y, sobre todo, descritos desde la emoción. De hecho, la proyección natural de cualquier blog de consistencia e ingenio es el papel.
Van a encontrar aquí, aparte de un interesante aporte de material gráfico, reportajes sobre cada una de las películas de Hayao Miyazaki y sus colaboradores, con sus tramas –especial atención reciben los tejidos narrativos–, análisis de los personajes, anécdotas, conexiones secretas y trazados musicales, todo en un estilo divulgativo y ameno, palabras que se notan embriagadas de asombro, pero que no se desbordan, en perfecto equilibrio. Al mismo tiempo, película a película establecen un recorrido histórico por la compañía, con sus momentos álgidos en precisión emocional y reconocimiento externo, sus pequeños fracasos, sus problemas financieros. Y también se atiende a la figura del autor, marxista que en los ochenta abandona el barco, progresista en cuestiones vitales, pero con fobia a la tecnología.
Por ejemplo, un espinazo de amor por la naturaleza recorre varias de las películas, también de lucha política –en ocasiones conectada con circunstancias internacionales– o de caracteres femeninos; de todo ello te das cuenta al enfrentarte a cualquier película en concreto, cierto, pero los autores han explotado la virtud de unir todo por cauces secretos. Incluso los entornos familiares desestructurados de muchas de sus obras los conectan con sus primeros trabajos para televisión, «Heidi» o «Marco». Así se puede observar en todas las películas un mundo autónomo y sólido, personal y comprometido, que defiende tanto el valor del esfuerzo como los lazos de solidaridad humana. Juzguen ustedes si otros estudios encarnan estos mismos valores.
Se hace difícil destacar alguna de las reseñas, en todas saben extraer los autores los detalles precisos que hacen surgir el deseo de revisar las películas de inmediato, ya. Desde algunas rarezas como «Mis vecinos los Yamada», adaptación de una historieta gráfica aparecida en periódicos y llena de un suave humor de sitcom, hasta sus alabadas «El viaje de Chihiro» o «Mi vecino Totoro», en todas hay jugo, sabrosos desarrollos que funden el dato con el fondo simbólico, el asombro con la lectura reposada.
El lector de estas páginas quizás se sienta con mayor motivación a la hora de leer sobre la música de las cintas, que se repasa en cada una de las entradas, desde la presencia de ‘Le temps des cerises’ en «Porco Rosso» hasta la voz de Olivia Newton–John en «Susurros del corazón», pasando por la impagable presencia de la francesa Cécile Corbet en «Arrietty y el mundo de los diminutos». La sorpresa surge cuando el lector es informado de que la partitura de Tamiya Terashima que suena en la fallida «Cuentos de Terramar», cuenta con la ayuda de Carlos Núñez, que estaba de gira en Japón en aquel momento y que inspiró gran parte de la evanescencia celta de la banda sonora. En definitiva, un modélico y útil volumen de lectura y consulta que puede guiar como espoleta y como prólogo en el consistente trabajo de uno de los mejores productores del cine del siglo XX.
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Anterior crítica de libros: “La inmensa minoría”, de Miguel Ángel Ortiz.