«Si hay una cara que permanecía oculta de Neil Young detrás de sus canciones y que aquí sorprende gratamente es su enorme respeto por la música»
Neil Young
«Memorias de un hippie»
MALPASO
Texto: CÉSAR PRIETO.
Las memorias de Neil Young son algo más que los recuerdos y experiencias de un músico llevadas al papel, hay en ellas aparte de peripecias de grabación y giras, el elogio de la forma de vida de una generación, el regusto en sentir que de algún modo fueron grandes, tanto por sus canciones como por una manera de enfrentarse a ellas. Es también un libro de viajes; en sus páginas hay polvo de la carretera, moteles apartados, tiendas curiosas. Y un diario casi doméstico en el que apunta su vida cotidiana con su actual esposa, la también cantante Pegi Morton: paseos, cocina y amigos apareciendo por casa.
Aparte de ello, es un texto en el que se imbrican dos historias, las andanzas de unos grupos de músicos –léase CSNY, Buffalo Springfield o Crazy Horse– se encajan entre aficiones y gustos del canadiense, básicamente maquetas de trenes y coches de época, de los que conserva un buen número que restaura y mima. Sus proyectos empresariales—investigaciones sobre coches que funcionen con etanol y un sistema digital para conservar el sonido en su crudeza original– aparecen cada cierto número de páginas a la manera de catálogo y con técnicas publicitarias. Momentos prescindibles.
El bloque de recuerdos sí se ajusta al género, experiencias en las giras, en la grabación de algunos discos, en las mujeres y en la génesis de algunas canciones, salpicado todo con un aliño de impresiones personales, los clásicos con los que disfruta –Ronettes y Dylan, J.J. Cale y Orbison–, los grupos a los que apadrinó –Nirvana o la colaboración con Pearl Jam– y su activismo político en el campo del antibelicismo, del que se muestra febrilmente orgulloso. No espere el lector un recorrido sistemático ni cronológico, cada capítulo es una estampa, un episodio que se cierra en sí mismo, así tras la preparación del nuevo disco puede hablar sin problemas de su infancia de niño enfermizo o de la emotiva relación con su padre. Seguramente esta estructura confundirá al lector que no tenga bien clara su línea artística, pero aporta a la obra un saludable tono de camaradería.
No podía falta la salsa jugosa de las anécdotas, como uno de sus primeros grupos, los Mynah Birs estuvieron a punto de fichar por la Motown, como se encuentra en un atasco de Sunset Boulevard con Stephen Stills. Y con ello transcienden unas inconmensurables ganas de vivir, un afán por descubrir de nuevo, por llevar adelante proyectos y una preocupación por el futuro que le lleva de manera casi enfermiza a intentar legar a los jóvenes ese sonido amplio, real, que anda buscando en sus impulsos empresariales. Si hay una cara que permanecía oculta de Neil Young detrás de sus canciones y que aquí sorprende gratamente es su enorme respeto por la música, no por la perfección ni por el resultado sino por la energía viva. Entendido esto, todas sus canciones se aclaran y, definitivamente, saben mejor.
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Anterior crítica de libros: “Navegantes del tiempo”, de Sjón.