“Por su densidad sociológica, si algún análisis se tenía que dedicar a una sola obra de Serrat había de ser a esta. Y el autor, con su mano bregada ya en otros volúmenes sobre el cantante, domina también el pulso de esta mágica artesanía de poco más de treinta minutos”
Luis García Gil
“Mediterráneo. Serrat en la encrucijada”
EFE EME
Texto: CÉSAR PRIETO.
Si algo se desprende de este segundo volumen de la colección con la que Efe Eme desbroza elepés, es que “Mediterráneo” no es el mejor álbum de Serrat; el consenso entre las voces de músicos y de periodistas que participan con sus comentarios es que este lugar de honor está reservado al conocido como “Disco Blanco”, genéricamente llamado “Mi niñez”. Sin embargo, todos coinciden también en que la escucha del tema que da título al libro los marcó de una manera especial, indeleble, y que el peso del conjunto del disco es mucho mayor que el de las individualidades. Por ello, por su densidad sociológica, si algún análisis se tenía que dedicar a una sola obra de Serrat había de ser a esta. Y el autor, con su mano bregada ya en otros volúmenes sobre el cantante, domina también el pulso de esta mágica artesanía de poco más de treinta minutos.
Lo cierto es que el propio objeto de estudio obliga a respetar una muy marcada estructura: los contextos –histórico, personal y musical–, las cuestiones técnicas, análisis de las canciones y comentarios o de la prensa de la época o recogidos a posteriori. Obras de este jaez poco pueden alejarse de caminos muy marcados y así la introducción se abre paso con una visión general de la época, de los amores, de los años anteriores en su carrera –¿a quiénes estarán dedicados los momentos más sentimentales?– y también de los inmediatamente posteriores, entre los que escoge un centro: la grabación del programa de televisión “A su aire” de 1974, significativo por abrirse a todo el país después del veto que había sufrido.
También son centros el hotel Batlle, en Calella de Palafrugell, en plena Costa Brava, donde en un pequeño retiro Serrat aventuró el tono y alguna melodía, y el estudio de Milán donde se registró; en una semana, no se tardó más. Todo ello, aderezado con la revisión de revistas juveniles y del corazón de la época y algunos retratos de gentes cercanas al cantautor, por ejemplo Colita, la mejor fotógrafa pop de este país, con permiso de Leopoldo Pomés.
Tras este repaso a las circunstancias que rodearon todo, el repaso de las canciones, que mezcla cuestiones de lenguaje musical –técnica para expertos– y el análisis básico: ¿de dónde parten las influencias, en letra y música? ¿cuáles son las versiones más destacadas? Hay algunos detalles curiosos, como la primitiva génesis de ‘Pueblo Blanco’, que en su primera versión poco tenía que ver con el estatismo tóxico que describe, o una pequeña biografía de Alberto Puig Palau que ayuda a desvelar las alusiones escondidas en ‘Tío Alberto’. El libro acaba con recuerdos de la niñez –todos la escucharon ahí– de personalidades del mundo musical que pueden ser o cercanas o devotas por algún motivo.
Si algo se le puede reprochar es ciertas reiteraciones que podrían desplegarse de una vez y hacer el texto más constante: los cotejos con Silvia Pérez Cruz, nacida como ‘Mediterráneo’ en Calella de Palafrugell, o con Bob Dylan nos asaltan cada cierto número de páginas. Y entre las virtudes, aparte de las anteriores, está el llevar al lector a reflexiones: ¿son los arreglos del tema principal una genialidad eterna trasladada desde el jazzístico ‘Take Five’ o han quedado muy desfasados? ¿Hasta qué punto Serrat se retroalimenta en la música italiana? Lo que debe ser, en definitiva, cualquier ensayo: un medio de que el lector saque sus propias conclusiones.
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Anterior crítica de libros: “Lou Reed. Catálogo irracional”, de Ignacio Julià.
