«Proporciona dosis repartidas de goce y estupor. De hilaridad y congoja. Conciso y afilado, el aforismo cae como un cuchillo»
Miguel Ángel Arcas
“Más realidad”
PRE-TEXTOS
Texto. EDUARDO TÉBAR.
La filosofía formula preguntas. La poesía halla respuestas. Entre la una y la otra, tropezamos con el aforismo, género que goza de una salud espléndida. Gran parte de la culpa la tiene Miguel Ángel Arcas. Desde que el filólogo, editor y escritor granadino publicó “Aforemas” (Fundación José Manuel Lara) en 2004, proliferan las incursiones de diversos autores en esta suerte –llamémoslo así– de microensayo literario. Quizá, el más científico y punzante. Ahora, el panorama de las letras en España presenta un glosario amplísimo de aforistas activos: Carlos Marzal, Andrés Trapiello, Álvaro Salvador, Juan Varo, Erika Martínez, Andrés Neuman… Todos avivan la conversación colectiva del aforismo. Pero el nuevo libro de Arcas era el más esperado. Y desde luego, supera con creces lo que parecía insuperable hace ocho años.
Con más certezas que certidumbres, la lectura de “Más realidad” proporciona dosis repartidas de goce y estupor. De hilaridad y congoja. Conciso y afilado, el aforismo cae como un cuchillo. Pocas veces un título describe tan bien el contenido de una obra. Porque Arcas mete el dedo donde más irrita. El poeta desafía: busca una provocación hacia la verdad. Y lo consigue con técnica de veterano con bisturí fino. Amasando giros paradójicos. Hurgando en el «yo», en la subjetividad, en la emotividad. Aquí, el humor funciona como resultado, no como mecanismo. A lo largo de sesenta y cinco páginas –que pasan como un suspiro profundo–, Arcas arroja lo que solo nos atrevemos a dirimir en charlas con nosotros mismos. Y nadie se salva: la colección es de una universalidad pasmosa. Las personas y sus levedades. Las personas y sus controversias. Las personas y Dios. La mirada vitriólica del intelectual. El vedetismo postizo en la cultura.
Textos que, por otra parte, huyen de los lugares comunes que desvían a otros a la candidez del refrán. Miguel Ángel Arcas recoge la herencia aforística de Nietzsche –pionero impúdico–, el carácter travieso de Bergamín, la reflexión de Ramón Andrés y la valentía –que no el nihilismo– de Cioran. En un formato que, además, se ajusta como un guante al ejercicio lacónico y a la síntesis que exigen las redes de 140 caracteres. Pero que nadie se engañe. Frente a la futilidad acelerada de Twitter, estos aforismos ralentizan el tiempo. Lo detienen y lo meditan. Aunque Arcas previene: “La estupidez flota”.
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Anterior entrega de Libros: “Lo que importa es la ilusión”, de Ignacio Vidal-Folch.
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