María Dolores Pradera. Déjame que te cuente, de Santiago Aguilar y Felipe Cabrerizo

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LIBROS

«Un merecido regalo el que nos podemos hacer descubriendo ahora la vida de la que, sin duda, fue una gran dama de la canción»

 

Santiago Aguilar y Felipe Cabrerizo
María Dolores Pradera. Déjame que te cuente
ROCA EDITORIAL, 2024

 


Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Uno la recuerda siempre como parte del pasado. Incluso, cuando llegó a establecer un repertorio de categorías y jerarquías, a los doce años, digamos que cuando estalló el punk, y fue situando cada cosa en su lugar —rock and roll, Beatles, copla, yeyé francés— quedaba como una figura aparte. Este cronista sabía situar la salsa de Jerry Masucci, el tango, ciertos cantautores hispanoamericanos, los boleros y las rancheras… pero esa mujer se me quedaba al margen. Y no me desagradaba. Al contrario, alguna vez que aparecía en televisión me gustaba su presencia en el escenario, estática pero con vuelos en las manos que acompañaban la canción de forma sutil, pero impregnándola de un regusto actoral —sabía también que había sido actriz—, de esa sobriedad emotiva que tienen los grandes. Incluso llegue a comprarme algún disco porque quería escuchar —esa era la única opción para hacerlo— “La flor de la canela” o “Amarraditos”.

Tenía idea, como digo, de que María Dolores Pradera también había sido actriz en los primeros tiempos de posguerra, pero sin ahondar mucho, laguna que solventa la primera parte de la biografía llevada al alimón por el libro de Santiago Aguilar y Felipe Cabrerizo. Como es lógico, comienza por su infancia, con la figura de un padre ausente, con negocios en Chile, del que vienen dos debacles: la primera, su ruina en tiempos del crack del 29; la segunda, su fallecimiento, que los deja en la ruina —han de mudarse del barrio de Salamanca al de Chamberí—. La tercera debacle no se puede achacar a su padre: la guerra civil. Es a partir de ella cuando comienza su recorrido artístico, desde el momento en que piden extras con pinta de estudiantes para una película.

A partir de ahí va encadenando producciones como meritoria, y en una de ellas conoce a Fernando Fernán-Gómez. El libro pasa de puntillas por su relación y su separación, no encontrarán en él búsquedas morbosas, sino un plano secuencia de toda su carrera como actriz, que también abarca los escenarios teatrales, y cantante. De hecho, es curioso su contacto con el grupo barcelonés Telúricos, que representaba una cierta vanguardia, dentro de la posibilidades del momento, claro.

En esas películas se empiezan a introducir canciones, y con ello puede experimentar su otra gran pasión, la música, disciplina que acabará siendo la principal y casi única en su carrera. Desde que en 1950, en la fiesta de entrega de unos premios cinematográficos, en que subió por primera vez a un escenario y cantó unos boleros, se le despertó la ilusión, que fue acrecentándose actuando en la sala Alazán y grabando su primer disco en 1954.

Poco a poco, con el añadido artístico de la televisión, donde era muy activa a mediados de la década de los sesenta, va probando en festivales, hace giras por París y, poco a poco, se va decantando por la canción hispanoamericana, hasta que se encuentra con Los Gemelos, sus dos guitarras de acompañamiento, y ya queda establecida su personalidad artística.

Con este sello distintivo, en el mundo musical de finales de los sesenta su presencia se transforma en un solitario oasis. Hace lo que nadie se atreve a hacer. Incluso pudo abrir su campo sonoro, porque llegó a cantar canciones de Aute o Serrat para elepés que, al fin, fueron abortados. Ello no impidió que editase un disco por año, incluso en momentos difíciles, tiempos de canción protesta en la que se la acusaba de no seguir las directrices antifranquistas.

Ya en los ochenta el éxito se acrecienta, con recitales ingentes, homenajes, tertulias de horas —más bien de noches— en casa de Joaquín Sabina y algún disco de oro. Fueron buenos tiempos, de amistad con Carlos Cano y respeto de las nuevas generaciones: Loquillo y Radio Futura la adoraban, y Coque Malla pensó en incluirla en su disco Mujeres. Su última actuación fue en 2013, invitada por Miguel Poveda.

Todo ello se aborda incidiendo más en cuestiones profesionales que vitales. A los que nos gustaba el pop, no nos afectaba su trayectoria profesional, por eso es un merecido regalo el que nos podemos hacer descubriendo ahora la vida de la que, sin duda, fue una gran dama de la canción.

Anterior crítica de libros: Rumours. La tormenta emocional de Fleetwood Mac, de Xavier Valiño.

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