«Traza delicadamente escenas aparentemente insustanciales pero de extraña hondura, escenas maravillosamente abiertas»
Javier Morales Ortiz
«Lisboa»
EDITORA REGIONAL DE EXTREMADURA
Texto: CÉSAR PRIETO.
Existe un tipo de literatura en España ajena al tejido industrial. A los almacenes y las librerías llegan a mansalva los títulos de las grandes corporaciones editoriales, las apuestas siempre con más criterio de las editoriales independientes, pero aquella producción con mecenazgo oficial resulta ajena a los tráfagos de distribución. Los organismos oficiales –Comunidades Autónomas, Diputaciones– editan poesía o novelas que apenas reciben promoción y que solo envían a medios importantes o Universidades. Y es una verdadera lástima, ya que el lector se ve imposibilitado para conocer propuestas tan atractivas como el breve volumen –cinco relatos mínimos– de Javier Morales Ortiz, su segunda obra.
Este periodista placentino traza delicadamente escenas aparentemente insustanciales pero de extraña hondura, escenas maravillosamente abiertas –excepto la que da título al conjunto– en las que las telas del corazón resultan tocadas sin nada dramático, sin nada simplemente. Son visiones, escenas casi fotográficas, recuerdos y verdad. No es extraño que las cámaras sean protagonista de dos relatos, ‘Todo lo que sé de William Faulker’ y el extraordinario ‘Fecundación’, es casi imposible reflejar en tan pocas páginas el desencanto como en este último.
Resultaría banal escoger el mejor de todos los relatos, están cortados por la misma desolación, por pasados tan inexistentes como futuros, por una tristeza que viene de la propia condición del hombre; y todo ello sin hacerse casi explícito, es casi el mismo estilo claro el que permite intuir como en ilusionismo la sequedad de las almas. Quizás el único que se escape sea ‘Queen’, tan externo que llega hasta el costumbrismo y dotado de un humor –sobre todo en la sorpresa final– ajeno al resto. No hay en ellos influencias reconocibles, toda la tradición de los cuentos sobre vidas, desde Chejov hasta Carver, parando en John Cheever o en Clarice Lispector. La única lástima es que toda esta estética, con lectores fieles, no pueda llegar del todo hasta ellos.
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Anterior entrega de libros: “La juguetería errante”, de Edmund Crispin.