«El autor logra que el inteligente y complejo argumento, con trasfondo real, resulte creíble, y que sus excelentes maneras narrativas atrapen al lector, llevándolo en volandas hasta la conclusión, mientras constantemente uno tiene la sensación de estar leyendo una obra clásica del género»
Javier Márquez Sánchez
«Letal como un solo de Charlie Parker»
SALTO DE PÁGINA
Texto: JUAN PUCHADES.
Nuestro compañero Javier Márquez Sánchez parece que ha encontrado su tono en esta tercera incursión en la narrativa: si en las dos anteriores parecía que lo iba buscando mientras se sumergía en algunos de sus géneros predilectos (el terror y el policiaco en la primera, la sorprendente «La fiesta de Orfeo», el thriller y la ciencia ficción en la segunda, la juvenil «Los rebeldes de Crow»), ahora, con esta novela negra de orientación clásica se ha destapado como un gran narrador que parece haber asimilado las enseñanzas del maestro Chandler para construir diálogos chispeantes, personajes convincentes y una trama que aúna los escenarios de copetín y la sordidez; vamos, para entendernos, la seda y la violencia, como mandan los cánones.
Márquez Sánchez ha decidido, como ya hiciera en «La fiesta de Orfeo» (libro que, por cierto, se ha traducido al italiano y al alemán), adentrarse en la reconstrucción histórica, en esta ocasión ambientando la narración –en realidad toda ella es un largo flashback, rememorado desde 1998– en Las Vegas de 1955, cuando la ciudad de los casinos comenzaba a proyectarse (desde las entrañas de la mafia) como la gran megaurbe donde reinan el ocio y el negocio, no necesariamente limpios ninguno de ellos. Es decir, de alguna manera, el autor regresa al escenario de su imprescindible «Rat Pack. Viviendo a su manera» (2006), el brillante ensayo en el que reconstruyó la historia de aquella cuadrilla de vividores que giraban alrededor de, principalmente, Frank Sinatra y Dean Martin. Ambos, precisamente, reaparecen en «Letal como un solo de Charlie Parker» (¡título magnífico!) pero ahora como unos personajes más, junto a Jerry Lewis, John Wayne o Susan Hayward, a los que Javier (permitan que lo cite así, con confianza) inserta en el relato con naturalidad, haciéndolos creíbles y logrando que su presencia no chirríe en ningún momento. Pero el gran protagonista es Eddie Bennett, un «solucionador de problemas», no un detective privado, como él mismo se encarga de subrayar siempre que tiene ocasión (personaje de pasado sugerente: luchó en la Segunda Guerra Mundial y también trabajó al servicio de la mafia), que se ve envuelto en una trama que arranca con la aparición del cadáver de una actriz secundaria participante en el rodaje de la película «El conquistador de Mongolia» (film real que fue considerado un completo fiasco). Desde ahí, y acompañado por la periodista Janet Baker y su conciencia feminista (la chica inevitable en todo relato negro de sabor clásico, y de la que uno no puede evitar enamorarse perdidamente), Bennett, apodado «el figura» (más tarde «el gato»), se verá arriesgando la vida, con la mafia, el ejército, la CIA y la productora cinematográfica del magnate Howard Hughes moviendo hilos.
Javier logra que el inteligente y complejo argumento, también con trasfondo real (pero no anticipemos demasiado), resulte creíble, y que sus excelentes maneras narrativas atrapen al lector (en mi caso olvidando, y en estas circunstancias no suele ser fácil, que el autor es un amigo), llevándolo en volandas hasta la conclusión, mientras constantemente uno tiene la sensación de estar leyendo una obra clásica del género. Y ahí reside otro de sus méritos: en lugar de optar por el camino de la contemporaneidad y los escenarios próximos, ha decidido complicarse la existencia desarrollando una ficción histórica en la que todas las piezas deben encajar (en esto coincide con la labor de Phillip Kerr, aunque éste ambiente su obra en Berlín y en el periodo nazi; o en la de Alan Furst, más centrado en el espionaje e inspirado por la escuela de LeCarré y Green), obligándose a diseñar diálogos y situaciones que cuadren en la época, trabajándose para ello la documentación. Puestos a ponerle un pero, éste es muy menor: el exceso de cócteles que desfilan a lo largo de toda la novela, agotadores para los que solo le damos a la cerveza o el gintonic, pero, no pasa nada, la mezcla de un cóctel es mucho más breve (y curiosa) que esas aburridas recetas culinarias que tanto gustan a otros autores negros.
La sensación que queda al finalizar «Letal como un solo de Charlie Parker» (además de las ganas de pinchar algun disco de Frankie o de Dino) es la de querer leer cuanto antes una nueva aventura de Eddie Bennett (¡y que reaparezca Janet Baker!), pues Javier Márquez Sánchez, y no sé si es consciente de ello, ha dado con un personaje carismático que podría tener largo recorrido y depararnos algunas buenas alegrías.
–
Anterior entrega de libros: “Mata a tus ídolos”, de Luc Sante.