«Sarah Shun-lien Bynum, saludada como una de las más prometedoras escritoras jovenes de Estados Unidos, repasa en el breve periodo en el que Beatrice Hempel trabaja en un colegio de la última etapa de primaria»
Sarah Shun-lien Bynum
«Las Crónicas de la señorita Hempel»
LIBROS DEL ASTEROIDE
Texto: CÉSAR PRIETO.
“Las crónicas de la señorita Hempel” es una buena novela malograda. Explico, Sarah Shun-lien Bynum, saludada como una de las más prometedoras escritoras jovenes de Estados Unidos, repasa en el breve periodo en el que Beatrice Hempel trabaja en un colegio de la última etapa de primaria. Insegura por su juventud, con una vocación temblorosa y de asombro en asombro ante las actitudes y respuestas de sus alumnos parece no entender sobradamente el objetivo de sus clases. Al mismo tiempo requiere el apoyo de sus amigas, tiene dificultades en la relación con su novio Amir, una pequeña infidelidad con el profesor Polidori que no pasa de un beso y una familia que ya le es ajena pero necesaria, tanto que ante el anuncio de que puede perder su habitación se aferra a un sentido de posesión que no es más que la posesión de su juventud, ya mustia. Son dos novelas en una.
Pues bien, la primera sí es modélica. El capítulo que abre, la función de final de curso, la que todos hemos padecido al intentar demostrar nuestras habilidades ante un público que vemos cada día, es modélica. El ritmo, las transiciones, los pensamientos de la profesora ligados a lo que sucede en el escenario son el movimiento de una sinfonía medida y perfecta en la que el tema principal se expande en variaciones: las doctrinas pedagógicas que intentan ganar a los chicos por el cariño y no por los conocimientos, la sensación de irrealidad que crea el alumno que tiene –como su profesora– serpientes en casa, la niña tímida que con un truco de cartas magnetiza a toda la concurrencia. Aquí es una estupenda narradora.
En los capítulos situados en clase, el estilo se hace fluido, ingenuo, perfectamente vital y la señorita Hempel –que enseña Lengua, pero que también toca la Historia, encargada de reactivar la creatividad de los alumnos– sin sentirlo, en la sorpresa del encuentro final sale triunfante. Ni ella misma se lo esperaba. Son estos momentos de relación con los alumnos los más logrados, una deliciosa novela de institutrices. Es, al fin y al cabo, el eterno problema de la enseñanza, cómo moldear el rigor, la disciplina y el cariño de forma que constituyan un todo indisoluble. Y la solvencia al narrarlo –el relato de un día de excursión a la playa o la conciencia terrible de que un profesor siempre repite curso– apuntan a una narradora de elegancia inhabitual en este tipo de temas. La defensa ante los padres de la lectura de clase, llena de tacos y situaciones poco ejemplares, es algo que ningún profesor debería olvidar.
Por el contrario, su vida personal nos resulta insulsa, capítulos que podemos perfectamente saltar sin que se altere la magia de la historia –que la tiene realmente–. La relación y los juegos con su hermano, la merienda con las amigas, el desarrollo de su relación con Amir se podrían haber encajado en breves párrafos y no en digresiones tremendas. Quizás la relación con su padre, recientemente fallecido, y la última visita a casa, en que se percibe ya absolutamente desligada, tengan verdadera tensión narrativa y sirvan como explicación convincente de como perdemos poco a poco lo que somos. A medio camino entre “Wilt” y “El diario de Bridget Jones”, no harían mal en leerla, pero con la conciencia de que no es más que una excelente novela breve acompañada de episodios poco afortunados.
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Anterior entrega de Libros: “Paseos con mi madre”, de Javier Pérez Andújar.