«Los hechos policíacos, darían para un cuento; los hechos vitales son graves y crueles. Su presencia aterra y es en los personajes secundarios y en la innata atención a los detalles donde Peter May, periodista, atento al reportaje, despliega su estilo directo y sombrío»
Peter May
«La isla de los cazadores de pájaros»
GRIJALBO
Texto: CÉSAR PRIETO.
Como todas las novelas negras «La isla de los cazadores de pájaros» atesora muertes, pero pesan más en la conciencia del protagonista que en su labor profesional. Fin Macleod, policía sin vocación, ha de volver a la isla de Lewis, en la que se crió y de la que escapó recién iniciados sus estudios universitarios, para resolver un asesinato que parece ritual, un antiguo compañero de escuela que aparece ahorcado y con el vientre abierto, el mismo método que meses antes se gestó en otro homicidio de Edimburgo.
Las circunstancias del trabajo detectivesco están bien resueltas, giros inesperados no faltan, así que no va a decepcionar a los seguidores del género, pero suponen una acción secundaria dentro de la verdadera trama: la decepción vital del protagonista, su pasado. Como el Kurt Wallander de Henning Mankell las circunstancias de Fin MacLeod condicionan la investigación. Y las circunstancias aquí se concretan en esa isla de Lewis, al oeste de Escocia, en una infancia marcada por la violencia en la escuela –la de Angus Macritchie, el segundo muerto–, en el amor de Marsaili que se acabó casando con Artair, su mejor amigo y en el verdadero centro estructural: la épica cacería de un pájaro exquisito y preciado, la guga, en unas islas lejanas y góticas. Se concretan en la reciente muerte de su hijo con ocho años y en la destrucción de su matrimonio con Mona. Se concretan en que el peso del mundo nos puede y en que el pasado nos arrastra más que nos acompaña.
Una comunidad cerrada, atenta a los silencios, envenenada por un ambiente claustrofóbico; una pequeña isla endogámica, abonada a la violencia. Los hechos policíacos, al fin y al cabo, darían para un cuento; los hechos vitales son graves y crueles. Su presencia aterra y es en los personajes secundarios y en la innata atención a los detalles donde Peter May, periodista, atento al reportaje, despliega su estilo directo y sombrío. Un estilo que construye nervios desde la brevedad de la frase.
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