«Todo gira alrededor de un grupo –Los Guardianes del Séptimo Sello, psicodélicos en el 68– que con un single y un concierto en el Price anunciaron la ocupación y fueron de inmediato acallados por la policía»
Pablo Álvarez Almagro
«La invasión ha comenzado»
PEPITAS DE CALABAZA
Texto: CÉSAR PRIETO.
Quizás no conozca el lector la obra cinematográfica de Pedro Temboury, un director malagueño cómodamente instalado en la serie Z, autor de películas tan emblemáticas en el género como «Karate a muerte en Torremolinos» y gestor de una pequeña escuela en la que también destacan José Roberto Vila con la maravillosa»See you later Cowabunga», todo bajo la estela del maestro Jess Franco. «La invasión ha comenzado» no es más que el guión de la tercera película de Temboury reconvertido a la salsa de la novela, una alocada y descacharrante historia de cuatro –el número mágico de los superhéroes– elegidos para salvar al mundo de una ocupación secreta de venusianos. Pura artesanía pop a la manera –por poner un referente más conocido– de Pablo Tuset.
Mejor la primera parte que la segunda, que se beneficiaría de una traslación a la pantalla, todo gira alrededor de un grupo –Los Guardianes del Séptimo Sello, psicodélicos en el 68– que con un single y un concierto en el Price anunciaron la ocupación y fueron de inmediato acallados por la policía. Tan acallados que Berta, que trabaja la revista esotérica «Zona Misteriosa», encuentra arrancadas en la hemeroteca todas las páginas que en los diarios de la época hablaban del fenómeno. Así que con su primo Álvaro –regente de una tienda de discos de segunda mano–, el socio de éste, Alberto, y el cantante de la formación, rescatado de un sanatorio psiquiátrico para la ocasión, enfocan la salvación de la humanidad con la ayuda del Barón Rojo o de John Lennon, convenientemente resucitados, y de unas semillas que los conectan con asistencias ultraterrenas.
La aparición de extraterrestres –la persecución resulta el motor de la trama– no supone más que una marca de género que potencia como marco el formato visual. Así se desarrollan parodias que van recorriendo géneros aparentemente serios pero frecuentemente absorbidos por remedos burlescos: el cine de catástrofes aéreas, el cine yeyé, el de moteros, la ciencia-ficcción, el cine lisérgico, el de delincuencia –perdidos en Nueva York en un barrio negro– o el de superhéroes se conjuran para que la historia destile variedad temática y un estilo que resulta impetuoso y vital. No es, desde luego, la primera gran novela del siglo XXI, pero resulta una lectura llena de imágenes de impacto visual. Dos ejemplos, la llegada de Berta al domicilio de Ceferino, el sitar del grupo, o la breve visión del Rastro. Resultan, como toda la novela precisas, sugestivas y ligeras. Los tres pilares del perfecto entretenimiento y del delirio narrativo.
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Anterior entrega de libros: “El cementerio sin lápidas y otras historias negras”, de Neil Gaiman.