Libros: «La hierba de las noches», de Patrick Modiano

Autor:

«Leerán ustedes en alguna otra reseña que Modiano siempre escribe la misma novela, qué importa, al fin y al cabo es una delicia de novela»

patrick-modiano-17-10-14

Patrick Modiano
«La hierba de las noches»
ANAGRAMA

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

De nuevo una novela de Modiano, de nuevo un París espectral en la noche. Como en la anterior, “El horizonte”, el protagonista es el «alter ego» del novelista, Jean, como en “En el café de la juventud perdida” un barrio de París ha desaparecido, ¿o es el tiempo lo que ha desaparecido?

Jean a los 20 años vagabundea por Montparnasse.  Allí conoce a Dannie, imprecisa, encantadora y animosa, y a un grupo de hombres que parecen actuar con la pasmosa pulcritud del silencio. Todos ellos rodean el Unic Hôtel, todos ellos tienen relación tangible con Marruecos. Estas son las coordenadas por las que Jean, muchos años después, intenta navegar. Conserva una libreta de tapas negras en la que iba apuntando cientos de anotaciones, nombres de hoteles, teléfonos, anuncios por palabras, sensaciones…, un mapa del tesoro de una isla que se ha sumergido, ni tan siquiera se conserva una casa de campo a la que acudió en ocasiones con Dannie y que  resulta menos tangible que un sueño; procura buscar el teléfono de esa aldea de la que ni siquiera recuerda el nombre, le responde ni más ni menos que el vacío. Incluso luminosos edificios ocupan el lugar de calles por las que discurría la ruta, calles de las que solo logra ver ahora el esbozo de un muro. Queda siempre algo de Jean, algunos murmullos,  en ese muro, en esos espacios.

Es la novela de la luz, bombillas que iluminan en penumbra, cristaleras de bares que sólo son faros desde el exterior, incluso ese fogonazo del inicio –las primeras líneas de Modiano son siempre magistrales- que pinta con linterna sorda un pasado apenas entrevisto, olvidado.  Y en estos retales de poesía y en esos sustratos policiacos se borda desgastada una historia de amor, un amor que se rodea, que no se nombra, el eje de la melancolía que rueda sobre el Café 66, otro de los polos de la trama, uno de esos locales que sabe convertir Modiano en misterio y deseo.

Quizás el único punto de contacto entre los dos tiempos, aparte de Jean, sea el inspector Langlais, una especie de benevolente Maigret que le interroga sobre una trama que el protagonista no conoce y que años después, ya retirado, prepara un encuentro en el que no desvela nada pero explica todo, ese ambiente onírico en el que estudiantes que decían vivir en pabellones de la Universidad están pero no están. Fantástico Langlais como personaje, el más tangiblemente humano, el que recuerda a un joven perdido al que conoció, el que salva al final la vida a Dannie, tan débil, tan falta de rumbo, tan precisa de cariño.

Leerán ustedes en alguna otra reseña que Modiano siempre escribe la misma novela, qué importa, al fin y al cabo es una delicia de novela. También se le tilda de novelista oscuro y tampoco es cierto, simplemente a veces nos falta para leerlo la luz de la inteligencia y de la sensibilidad, el estar abiertos a la seducción.

Anterior crítica de libros: “Hanna-Barbera, la animación en serie”, de Cruz Delgado y Pedro Delgado.

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