Libros: “La canción de la bolsa para el mareo”, de Nick Cave

Autor:

“Un diario de viaje, pues, a la par, que contempla hoteles y calles, lavanderías y bares. Este mundo terrenal es la mejor opción para adentrarse en el universo de Nick Cave”

nick-cave-libro-24-06-15

Nick Cave
“La canción de la bolsa para el mareo”
SEXTO PISO

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Ahí los tenemos, manuscritos en las bolsas para el mareo de las compañías aéreas que lo iban depositando en las ciudades de su gira por Norteamérica en 2014, de Nashville a Montreal, con cada ejemplar convenientemente entregado en forma de facsímil, haz y envés, y su transcripción impresa. Nick Cave escribe, en momentos de calma, desde cualquier espacio y prepara veintidós textos que están entre el poema cercano a la prosa y las líneas argumentales que son el esqueleto de una novela. Entre la confesión –afirma que en ellos están su filias y sus fobias– y las secuencias narrativas –reales pocas, fogonazos oníricos más bien– que forman una arquitectura básica.

Ello hace que se concentren, poderosas y recurrentes, ciertas imágenes que dan el punto justo al simbolismo y proclaman una pulsión narrativa que no se resuelve. Tierra de nadie, pero presumo que Nick Cave no se propuso conquistar nada, simplemente practicar una escritura automática que desvelase ciertos propósitos de sus canciones, de hecho se nos resuelve el proceso de creación de tres de ellas. Un diario de viaje, pues, a la par, que contempla hoteles y calles, lavanderías y bares. Este mundo terrenal es la mejor opción para adentrarse en el universo de Nick Cave.

Y sobre todo puentes, el del niño que en el primer fragmento siente que llega el tren desde las traviesas que cruzan sobre un río –narrado con pulso del de verdad– hasta la minifalda que en varios momentos ve al pasar en un cuerpo suicida. Los puentes son frontera y unión, se detiene en ellos y se enfrenta a nuevos paisajes. Hasta se recrea observando cómo extraen cadáveres del río, en un trenzado en que la muerte está siempre muy presente. Y sobre ellos observa también a Detroit, final de viaje en el que lo asalta una sensación que “sólo puedo llamar de esperanza”.

El cauce, versículo, tiradas largas que tienen ese aire casi bíblico que la traducción resuelve con prestancia –aquí tenemos el original siempre presente para cotejar– como en las dos novelas anteriores de Cave, aunque estas mucho más densas. Un original en el que supura la presencia de voces que el músico australiano extrae del cancionero norteamericano: Johnny Cash y Elvis se alían a Leonard Cohen y Emily Dickinson y al encuentro con Bob Dylan. También Brian Ferry, que comparte página con la esposa del australiano, Susie Bick, embarazada, el hilo que intenta anudar con una línea telefónica que no puede abrir. Y parece sobrevolar todo un ángel que lo guía y que acaba dirigiéndolo a su esposa, que nace en el romanticismo y las baladas inglesas y que lo protege de la destrucción, porque al fin y al cabo es un libro que bajo la impresionista maraña lisérgica intenta llegar a la más sublime salvación.

Anterior crítica de libros: “Palabras mayores”, de Emilio Gancedo.

Artículos relacionados