“Permite construir una idea cabal de la situación, de sus problemas con las drogas y con la industria, de su atracción magnética por las cárceles y de ciertas sombras que parecían comerle por dentro”
Eduardo Izquierdo
“Johnny Cash. Apocalipsis y redención”
EFE EME
Texto: CÉSAR PRIETO.
Entraba con ignorancia y afán a este retrato al natural que con puntillista pincel ha dibujado Eduardo Izquierdo de la figura de Johnny Cash. Apenas sabía nada de este contemporáneo de los inicios del rock and roll, pero en charlas informales con amigos músicos, cuando les planteaba qué canción les gustaría acoger como versión, aparecía con harta frecuencia el nombre de Cash. A veces la elección surgía de grupos que no tenían nada que ver con los parámetros estilísticos de la música americana. Algo debe de tener, pensaba, así que contraviniendo la ley que dice que los lectores de libros de música leen sobre los grupos que ya conocen, me asomé al libro con la ilusión de descubrir qué tenía Cash.
El crítico barcelonés no construye una biografía al uso, apenas hay datos; fechas, lugares, personajes, los básicos y necesarios. Es la era de internet, todo eso ya está recogido, así que los libros sobre artes en general deben evitar la erudición, su objetivo será encajar todos los datos de manera que la escena quede compacta e iluminada. Inteligentemente, el libro se resuelve así y parte de otra constatación: una canción no nace cuando el músico la compone o entra en el estudio, no; nace bajo tierra, en los sedimentos que va dejando la vida. En nuestro caso, pues, la obra empieza con digresiones tan aparentemente ajenas a la médula central como las inundaciones del Bajo Mississipi o las líneas ferroviarias, que marcan tanto cada nota que sale de la guitarra del instrumentista como la muerte de su hermano, sostén férreo de sus convicciones religiosas.
No se trata de un libro al uso, pues, y más que un análisis disco a disco –tarea imposible, véase la discografía que cierra– da relieve a sus producciones, en el sentido más laxo posible, conceptuales, aquellas que se reúnen alrededor de un motivo. Ello permite construir una idea cabal de la situación, de sus problemas con las drogas y con la industria –parece que en Norteamérica los conflictos con los amos del negocio refuerzan–, de su atracción magnética por las cárceles y de ciertas sombras que parecían comerle por dentro. Todo ello convoca a una especial espiritualidad –que gracias a Dios, Izquierdo no desarrolla–, con su epifanía similar a la del también cantante country Merle Haggard, quien inició su carrera a raíz de ver a Cash en la prisión donde cumplía condena.
Pero mi fascinación –insisto en que desconocía casi todo de Cash– llega de la mano de su hija, a quien adoro desde la lectura, en sus canciones y en su busca de una lista –tono policiaco, prepárense– que su padre le dejo con las cien canciones básicas de la música americana. Concluye en el álbum “The List”, de impecables resultados. También asombra la genial idea de las “American Recordings”, que logra unir al público del circuito de oldies con los jóvenes modernos que se encontraban con una versión de sus canciones en una voz que les daba una dimensión que nunca conocieron.
Aparte de gozar con esa sensación primigenia de dejarte embaucar por palabras sobre música cuando nada sabes, de que Eduardo Izquierdo maneje una prosa ágil, demorada cuando ha de demorarse pero sin llegar nunca al estatismo, de dejarme acariciar por melodías que no conocía, creo que he conseguido el secreto, la causa de que arrase entre los músicos, sean del estilo que sean. Aparte de su talento, en los tres minutos de cada canción de Cash se nota verdadera pasión. Y ante eso, amigos, no valen estilos.
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Anterior crítica de libros: “Justicia poética”, de Elliott Murphy
