«Un rescate no solo necesario para los seguidores de lo fantástico, sino también para los que busquen nuevo material para sus hijos»
Jacob y Wilhelm Grimm
«Hermanito y hermanita»
NÓRDICA
Texto: CÉSAR PRIETO.
Es evidente que todo el mundo en esta sociedad mínimamente occidental conoce, sea por el medio que sea, los cuentos de los hermanos Grimm. Incluso alguno que se las da de más culto puede hablar de su método de trabajo, aunque no acertaría del todo. Quedan más lejos del común los propósitos y las causas de sus investigaciones.
Los cuentos que Wilhelm y Jacob Grimm presentaron en los dos volúmenes de “Cuentos de la infancia y el hogar” partieron de un objetivo filológico, no en vano eran ambos sesudos profesores universitarios de la entonces naciente lingüística; no en vano también los trabajos de Jacob fueron clave para desentrañar aspectos esenciales del indoeuropeo. Así pues, los cuentos –tomados más que de un trabajo de campo de fuentes escritas y de conversaciones con damas de la alta sociedad– fueron para Jacob un capítulo científico de la historia de la literatura, aunque Wilhelm intentara dulcificarlos y despojarlos de sus aspectos más crueles.
Cabe tomar como ejemplo, entre tantos, ‘Caperucita Roja’, que al ser publicado por Paul de la Rue en su versión más estrictamente tradicional, adopta registros incluso eróticos. El caso es que muchos de los cuentos que investigaron no pasaron a ser revisados para su edición en libro y permanecieron en almanaques y revistas, hasta que en 1993 fueron recopilados para el ámbito alemán.
¿Y que encontramos en ellos? Pues básicamente los puntos recurrentes de la ‘Morfología del cuento’ de Propp: Así ocurre con ‘Un cuentecillo’, que parece modelo perfecto, con pruebas, animales humanizados y transfiguración en príncipes. También transfiguración es la conversión en ciervo del relato que da título al conjunto, motivo común a toda la tradición europea, aún cuando normalmente es una doncella la que se transforma. Sin embargo, hay motivos que se alejan de este corpus tan bien estructurado Los fantasmas, sin ir más lejos, que asaltan en este mismo relato.
Un miedo y unos espectros, junto a toques de humor también acusados en ‘Heinz, el vago’, que también aparecen en ‘Cuento de uno que se marchó a aprender lo que era el miedo’, versión primigenia del ‘Juan sin miedo’ que sí que ha pasado a la tradición infantil. Llega esto a un extremo casi lovecraftiano en ‘La fiesta de los habitantes del mundo subterráneo’, con un final absolutamente puro y tenebroso. Más ortodoxo es ‘Blancanieves y Rosarroja’, lleno de placidez y encanto. En definitiva, un rescate no solo necesario para los seguidores de lo fantástico, sino también para los que busquen nuevo material para sus hijos.
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Anterior entrega de libros: “¿Por qué nos gustan las guapas?”, de Rafael Azcona.