Libros: «Gus y yo. La historia de mi abuelo y mi primera guitarra», de Keith Richards

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«Breves y certeras frases que borran una vida de excesos y nos presentan simplemente a ese abuelo que fue el primer sabio que muchos tuvimos»

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Keith Richards
«Gus y yo. La historia de mi abuelo y mi primera guitarra»
MALPASO

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Así es que el bueno de Keith Richards tiene familia. El modelo de depravación, el alma sucia del rock and roll estuvo arropado por una entorno doméstico acogedor y lleno de música en el que destacaba su excéntrico abuelo Gus y, en cuanto a su descendencia, en un par de las escasas fotos de apoyo se le puede ver con algún nieto, acunándolo, o con su hija Theodora a los dos años enfrentándose a una batería. Vaya, vaya;  el malditismo apostando por los valores tradicionales.

Es esta hija quien ilustra –maravillosamente, por cierto–, el cuento infantil en el que el miembro de los Rolling Stones recuerda a su abuelo, que en este juego de apariencias, ni siquiera es un cuento sino una recolección de estampas, de momentos que el niño Keith vivió fascinado y le encaminaron a ese amor que siente por las guitarras. Ni más ni menos, un reconocimiento a la figura de los abuelos y a «ese vínculo tan especial» que se crea entre ellos y los nietos. Basta con imaginar al pequeño Keith, sentado en un estante, mientras observa todo el trajín de una tienda de instrumentos donde su abuelo entra a comprar unas cuerdas: chelos y trombones, golpecitos en tambores, guitarras en cintas transportadoras. Concluyamos, Keith Richards estuvo en el almacén de Santa Claus. Todo en breves y certeras frases que borran una vida de excesos y nos presentan simplemente a ese abuelo que fue el primer sabio que muchos tuvimos.

Un abuelo explorador, sí, que era el alma de una big band y con el que entraba en bosques húmedos y se quedaba a dormir bajo las estrellas, que le hizo tocar ‘Malagueña’ de Ernesto Lecuona –común en el repertorio de bandas surf, por otra parte– hasta conseguir que durmiera incluso con la guitarra entre los brazos, que le inculcó el respeto a la perfección. Nada que no hubiera contado en su multiaclamada autobiografía «Vida», pero aquí trasladado a un registro menor y a un tono minimalista.

Las ilustraciones de su hija Theodora son de un marcado detallismo onírico. Un Londres casi dickensiano, instrumentos que navegan por las páginas, tartas y parques desolados. El cromatismo, dominado por el verde y el azul, en colores que no dibujan límites sino espacios, acompaña de manera elegante y cercana a las ilustraciones. Tanto el texto de su padre como los dibujos parecen permitirnos entrar en una fiesta familiar, de esas en las que la placidez y la nostalgia domina, una nostalgia activa que hace que uno de los mejores guitarristas del mundo nos revele que cada vez que sube al escenario, «sigo pensando en Gus». El cedé que acompaña la obra es un recitado del cuento hecho por el propio Richards, con efectos sonoros y los acordes de ‘Malagueña’; mejor que eso sería darle a la lectura infantil su justa medida, poner ‘Angie’, por ejemplo, y mientras suena ir explicando la historia de un niño que simplemente amaba a su abuelo.

Puedes adquirir «Gus y yo. La historia de mi abuelo y mi primera guitarra» en La Tienda de Efe Eme (hasta el 6 de enero, sin gastos de envío.

Anterior crítica de libros: “En tierra de nadie. 25 años de Doctor Divago”, de Mariano López Torregrosa.

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