“El turgente retrato de una juventud vivida al límite, sumida en la recurrente vorágine de drogas (con el éxtasis como acicate supremo), alcohol, sexo furtivo y fines de semana de farra interminable, que prácticamente se solapan con los grises quehaceres de lunes a viernes”
Alexis Brito
“Gravity Grave. Un viaje a Madchester a través del exceso”
PALABRAS DE AGUA, 2014
Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
No abundan en nuestro país las novelas generacionales que engarcen con movimientos musicales de cierto calado. Hay crónicas en las que la música pop tiene un papel predominante, pero más como acompañante de sus protagonistas que como marco real en el que desenvolver sus acciones. Quizá por eso al canario Alexis Brito le haya resultado más fácil localizar su empeño en el Reino Unido que en nuestras tierras, cuando a principios de los años 90 el rock y los sonidos de baile se hermanaban como hasta entonces nunca lo habían hecho, a través de la música de Happy Mondays, The Charlatans, Inspiral Carpets, The Stone Roses, A Guy Called Gerald, 808 State y tantos otros.
“Gravity Grave” es así el turgente retrato de una juventud vivida al límite, sumida en la recurrente vorágine de drogas (con el éxtasis como acicate supremo), alcohol, sexo furtivo y fines de semana de farra interminable, que prácticamente se solapan con los grises quehaceres de lunes a viernes. Una peripecia que tendría mucho en común con la que frecuentaban miles de jóvenes en la misma época en la costa valenciana (y que describe Carlos Aimeur en el reciente “Destroy. El corazón del hombre es un abismo”, Drassana), pero que en manos de Brito trascurre entre carreteras inhóspitas y raves clandestinas, en plena campiña del sur británico.
En cualquier caso, su prosa es tan vigorosa que atrapa al lector por las solapas y aviva la lectura compulsiva, casi de un tirón, Algo que, unido a la universalidad de la temática abordada-otro relato coming of age al uso-explica su magnetismo, trufado de referencias musicales que harán las delicias de todo aquel que viviera o disfrutase de aquel glorioso sarpullido de efervescencia juvenil y musical.
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Anterior crítica de libros: “La ira es energía”, de John Lydon