Libros: «Fantasmas de la China», de Lafcadio Hearn

Autor:

«Borges idolatraba estos cuentos y algo de coincidencia en el estilo encontramos: el frío detallismo, la lejanía que concreta. También nuestro máximo fabulador, Álvaro Cunqueiro, adoraba a Hearn»

Lafcadio Hearn
«Fantasmas de la China»
PÁGINAS DE ESPUMA


Texto: CÉSAR PRIETO.


Lafcadio Hearn es un personaje desconocido en España, de inquieta vida y de importancia mayúscula, sobre todo ahora que parece que la presencia de la cultura de Oriente condiciona la vida de Occidente en múltiples sectores. Griego, criado en la Irlanda victoriana paterna, fogueado como periodista en los Estados Unidos, casado en Japón y primer divulgador de la cultura oriental en Europa, Lafcadio Hearn es lectura obligada para los devotos de los países del sol naciente.

La editorial Páginas de Espuma, en colaboración con la argentina la Compañía, está editando poco a poco su obra y en este caso recoge su primer repertorio sobre esos países que le fascinaban, aún con residencia en Estados Unidos. «Fantasmas de la China» es una recolección de seis breves relatos que el autor adaptó de apuntes en revistas y libros traducidos al inglés. Y los fantasmas del título son aquí diferentes a los anglosajones, no tienen ese hálito sobrecogedor de novela gótica, ese horror cósmico de Lovecraft; al contrario, presentan una cara amable, serena. Así por ejemplo el juez que va a calmar una sublevación de rebeldes y en el instante de su muerte, devorado por las hordas, se presenta ante su emperador como presencia tranquilizadora.

Las tramas y la morfología de los cuentos, coinciden con los de ámbito europeo, desde Propp a las leyendas urbanas: un alejamiento en el espacio y el tiempo que construye lo sobrenatural como verosimil, el muchacho que descubre que la casa de su amada solo es una tumba y que conserva toda su vida una prenda que vino del más allá, la diosa que se casa con un muchacho como recompensa a su amor filial y que tras cumplir su objetivo asciende a los cielos… Nada que no exista en nuestro continente, lo que demuestra que estos motivos vienen de una memoria muy antigua. Si acaso, una mayor sensualidad en el estilo, la demora en la recreación de sensaciones como marca de estilo de la literatura de esos países.

Borges idolatraba estos cuentos y algo de coincidencia en el estilo encontramos: el frío detallismo, la lejanía que concreta. De él tomo el gusto por lo japonés que llevó a la literatura y a las mujeres. También nuestro máximo fabulador, Álvaro Cunqueiro, adoraba a Hearn y destaca siempre un cuento recogido por él en el que da explicaciones sobre el color de las camelias. Tan excelso jurado no hace más que validar lo sobresaliente de estas historias.

Anterior entrega de libros: “Quique González. Una historia que se escribe en los portales”, de Eduardo Izquierdo.

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