«No es una novela de aire policiaco, la excitación del pueblo ante el caso o el entramado judicial se diluyen lentamente para iluminarse las relaciones ocultas de los vecinos entre sí»
Philip Hensher
«El rey de los tejones»
LIBROS DEL ASTEROIDE
Texto: CÉSAR PRIETO.
Philip Hensher ha afianzado su carrera en la literatura desde diversos medios, sea como profesor universitario, como crítico en varias cabeceras o como novelista va convirtiéndose poco a poco en un referente de su generación. “El club de lo tejones” –su penúltima novela de siete– es un texto lleno de meandros que lentamente giran por paisajes muy distintos. En Hanmouth, una pequeña ciudad inglesa cercana a un amplio estuario desaparece una niña de ocho años, China. No era vecina del centro histórico, lleno de jóvenes profesionales, tiendas de antigüedades selectas o «delicatessen», el paraíso de la clase media-alta con ínfulas de culturetas. China, sin embargo, habitaba una vivienda social allí donde el pueblo se hace indeterminado, con su madre, su padrastro y sus tres hermanos. Una familia pintada como naufragos que quieren salvarse de la total degradación.
Aun así, no es una novela de aire policiaco, la excitación del pueblo ante el caso o el entramado judicial se diluyen lentamente para iluminarse las relaciones ocultas de los vecinos entre sí. La llegada de Catherine y Alec, un matrimonio jubilado que organiza una fiesta para presentarse la localidad, centra esta segunda parte que apuesta por la acidez y la hilaridad.
Sirve ello como excusa para ir presentando una a una a las personas que Catherine invita en primera instancia, vidas entre la frustración y la prepotencia, mera apariencia externa en unos personajes bien trazados, con detalles que los humanizan. Está el presidente de la patrulla vecinal contra el delito –empeñado en llenar las calles de cámaras–, la pareja con una gran hipoteca que se los come vivos, pintoras bohemias que armonizan con encantadoras viejecitas. De los personajes es de donde salen esas situaciones hilarantes, especialmente bien dispuesta la de la fiesta citada que se va llenando de gays que en palabras veladas van organizando una sesión alternativa. Y atento el lector, que lo escatológico tiene acto de presencia en algunos momentos.
Otras virtudes de la novela son la perfecta contención de las descripciones, medidas y sugerentes, y el perfecto manejo del plano-secuencia, el recorrido por la fila de casas de la calle principal de Hanmouth no tiene ninguna fisura y el lector se da cuenta, asombrado, de que las imágenes se han ido encadenando de forma magistral; efectos de la escritura creativa, que no en vano es la materia de la que Hensher da clases en la Universidad de Bath Spa. En contrapartida, a la novela le falta algo de vida, esas imperfecciones o exaltaciones que cargan de humanidad a un texto. Demasiado perfecto su juego, quizás, demasiado claro su entramado, no deja por ello de ser una excelente lectura.
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Anterior crítica de discos: “Cosas que siempre quise contarte”, de Miguel Ríos.