«Un volumen necesario, de valoraciones obvias pero impecables, de entramado completista, sobre cómo se ha ido desplazando hasta nuestros días ese punk que se propuso acabar con los dinosaurios y las mentiras»
Marcos Gendre
«El punk en 200 discos»
QUARENTENA
Texto: CÉSAR PRIETO.
Siempre es útil y productivo tener a mano libros que desplieguen los hitos fundamentales de cualquier estilo o tendencia. Si están bien construidos, en cualquier momento el lector puede buscar un dato, recordar, descubrir. Las reglas son sencillas: una introducción que desvele el periodo y tres clases de obras, las sancionadas, las olvidadas y las desconocidas. Con ellas se conforma el libro que el prolífico coruñés Marcos Gendré dedica a exponer los doscientos discos más sobresalientes del punk, en un recorrido que va desde antes de los setenta –por alusiones a sus influencias– hasta la misma actualidad.
La introducción, por tanto, bucea en profundo hacia el pasado y hace retroceder el punk –muy forzadamente, sí– hasta el folk combativo estadounidense, pasa por Chuck Berry, los Kinks y. sobre todo, los Troggs, por MC5 y The Fall y concluye, evidentemente, en el glam. En definitiva, sintetiza la historia del rock en todos los aspectos que se pueden entender como punk. En ocasiones exento de razón, pero siempre le falta un poco de precisión y también un estilo más polícromo, que a veces peca de monótono y repetitivo en la abundancia de símiles.
Tras ello enfoca ya la carga de discos y organiza la información en capítulos limitados por países, épocas y estilos. Abre, por ejemplo, por los neoyorquinos, o sea The Ramones y su primer elepé, recala mucho en Johnny Thunders y potencia grupos normalmente considerados secundarios como los Dead Boys de Stiv Bators. Y la otra cara de la moneda, Londres, con los Pistols, claro, pero también la fallida intentona de Vic Godard y los Subway Sects, también los Damned y singles míticos como el ‘Right to work’ de Chelsea y su continuación, ya como Generation X. También se acuerda de The Boys y The Jam y de ramificaciones primigenias como The Oucast. Es una cascada constante de grandes discos en ese fructífero 1977, descritos con emoción y datos justos para situarlos en su contexto, hasta que empiezan a despuntar otras vías como las de The Ruts o The Rezillos.
Estas otras vías se abren sobre todo en el oi! y el hardcore, puntas de lanza del laberinto de etiquetas obligado en la segunda toma de cualquier estilo. Y en este baile destacan las proclamas de estadio, los himnos obreros y sobre todo el sano reguero de nuevas influencias que se produce en California, mexicanas en el caso de los Zeros, el folk punk con producción de Ray Mazarek de X y el desarrollo de Bad Religion y Green Day, que acabará en las listas de éxitos. También dedica capítulo a las riot girls –con la inteligencia de comenzar por las Runaways– y a los australianos, desde The Saints a Birthday Party, para acabar en la actualidad con The Libertines o Yeah Yeah Yeahs.
Pero lo más interesante de estas calas anglosajonas son las otras caras del punk, aquellas en que la rabia inicial se encauza en experimentos, en sublime amalgama de ruido e inteligencia. Es la parte más interesante, y seguramente la más influyente hoy en día, porque aportaba soluciones de futuro a un sonido que se había quedado estancado. Ahí están Wire, Magazine, The Pogues o TV Personalities. Hasta los Lemonheads del primer elepé.
De comer aparte le echa al punk hispano, cuyo estudio no se inicia con una cronología al uso sino con una entrevista a Tomás González, administrador de la página de La Fonoteca. Aparecen Kaka de Luxe y La Banda Trapera del Río, también el cotizadísimo disco de Familia Real. Algunos recuperables, OX Pow, y otros que han pasado al canon rockero, Siniestro Total. Algunos más blanditos, Aerolíneas Federales, otros objeto de culto, Los Nikis. Quizás sean más representativas las omisiones que las acciones, y si no es por cuestión de espacio no se entiende el olvido de Terry IV, el rock bravú, Airbag o Farmacia de Guardia. En todo caso, es un volumen necesario, de valoraciones obvias pero impecables, de entramado completista, sobre cómo se ha ido desplazando hasta nuestros días ese punk que se propuso acabar con los dinosaurios y las mentiras.
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Anterior crítica de libros: “La nostalgia ya no es lo que era”, de Ignacio Julià.