«Pedro Corral ha escrito una novela situada en una honda tradición hispánica del siglo XX, quizá sin saberlo, aquella en la que destacaron los miembros de la generación ‘Destino».
Pedro Corral
«El médico de Esquilache»
EL ALEPH
Texto: CÉSAR PRIETO.
Pedro Corral ha escrito una novela situada en una honda tradición hispánica del siglo XX, quizá sin saberlo, aquella en la que destacaron los miembros de la generación «Destino», la revista catalana que acogió colaboradores que como novelistas se enfrentaron a los designios del realismo con una obra anclada en el magnetismo de la fantasía erudita. De Álvaro Cunqueiro, Néstor Lujan o Joan Perucho (con cuyas «Històries Naturals» tiene mucho en común) estoy hablando.
La novela traza un marco ambiental situado en pleno siglo de las luces y en la montaña cántabra. Allí, un médico italiano, especializado en hacer cesáreas a fallecidas para salvar a sus hijos, es enviado por el marqués de Esquilache para aplicar sus técnicas. Un viejo cirujano, León de Bores, le acompaña en su periplo y, de repente, sin saber como, se ven envueltos en la persecución del «Monstru», un ser de leyenda que saja las cabezas de los aldeanos. Esta primera parte calibra bien la tensión entre el nuevo espíritu racionalista y la oscuridad de la superchería. La descripción del despacho del cirujano con visos de hechicero o la revisión de leyendas antiguas –de alguna ya daba cuenta Feijoo– se integran a la perfección en la historia y las escasas escenas de acción son de lectura atrayente. La sordidez, las condiciones de vida míseras y la lucha de los ilustrados quedan bien patentes.
Pero de golpe, la novela se convierte en otra cosa, descubierto el secreto del «Monstru» hacia la mitad, la trama se escinde entre episodios sentimentales por un lado e historias de corrupción, espionaje e intrigas políticas por otro hasta llegar a fundirse al final todos los motivos. Es una parte de menor pulsión novelesca, lastrada en parte también porque el lector quizá no está acostumbrado al tipo de registro lingüístico. Así es, el estilo intenta imitar esos memoriales o informes que se remitían a los poderes del estado sobre la situación del país, grandilocuente y alejado en mucho del común; por tanto, requiere un especial esfuerzo de adaptación lectora. Quienes se atrevan, encontrarán después una novela quizás algo irregular, pero atractiva y brillante en las ocasiones –y son muchas– en que acierta.
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Anterior entrega de libros: “La flecha en el aire”, de Ismael Grasa.