«Amigo de Wilde y de Yeats, ejemplo del poeta de extrema sensibilidad y nulo acomodo en sociedad, escribe sin embargo una obra de pulso sereno»
Ernest Dowson
«Diario de un hombre de éxito»
PERIFÉRICA
Texto: CÉSAR PRIETO.
Cuando se llega a la última página de «Diario de un hombre de éxito» el lector no puede creer que la experiencia haya sido tan breve. Apenas veinticinco páginas de cuento en un formato mínimo, anotaciones correspondientes a doce días que sin embargo despliegan un tiempo interno ingente, lleno de hondas y dolorosas elipsis. Parece suceder mucho más de lo que sucede. Se impone una relectura para descubrir dónde está el misterio. O si lo hay. Y sí, realmente existe una tramoya que hace elástico el tempo del breve relato: su perfecta estructura, un mecanismo de relojería en que cada palabra tiene un sentido, abre mundos, está perfectamente engranada en una narración tan cerrada que casi está a punto de explotar.
Ernest Dowson murió con apenas treinta y tres años en el Londres que iniciaba el siglo XX, decadentista, amigo de Wilde y de Yeats, ejemplo del poeta de extrema sensibilidad y nulo acomodo en sociedad, escribe sin embargo una obra de pulso sereno, modela una prosa en que lo único tempestuoso se adivina en el fondo, en la voluntad obsesiva del narrador de salir, de perderse en esas calles en las que espera y teme encontrar un pasado que ya no existe.
Un hombre regresa a Brujas, su ciudad, veinte años después de haberla dejado. Está de paso para Bruselas pero le cuesta abandonarla, busca indicios de su juventud a la vez que teme esos fantasmas del pasado que no son más que tormentos. El hombre ha hecho fortuna en la India y ha quedado viudo hace poco, una libertad que le resulta desasosegante. Sí, busca cerrar un amor que quedó abierto, un resquicio de lo que llegó a ocurrir con esa mujer de la que estuvo tan enamorado y que acabó eligiendo a su mejor amigo, Lorimer. Lorimer, que ha quedado esperando en Brujas, para deshacer el cruel malentendido que estragó el malogrado futuro de los tres.
Como en «La vida en un hilo» de nuestro Edgar Neville, el breve relato no es más que la crónica de algo que nunca ocurrió, el desespero –tratado en forma sobria, eso es lo dramático– por como en determinado momento nuestra vida se torció. Y por ello –decadentismo obliga– la presencia de los ritos y los oropeles externos de la religión, catedrales, iglesias, ceremonias en las que el narrador encuentra a Lorimer y que van preparando su final, la presencia de una amada invisible, “¡Tan cerca y sin embargo nunca cercana!”. En ningún momento una historia de amor tan «fou» resultó descrita con un registro tan frío
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Anterior entrega de libros: “David Bowie. Starman. La biografía definitiva”, de Paul Trynka.