Libros: «Cosas que siempre quise contarte», de Miguel Ríos

Autor:

«Es una obra importante viniendo de quien viene: superviviente de los primeros tiempos del rock and roll en España (y eso lo pueden decir pocos)»

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Miguel Ríos
«Cosas que siempre quise contarte»
PLANETA

 

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

 

Tras celebrar en 2011 sus cincuenta años de carrera despidiéndose de los escenarios, Miguel Ríos, en lugar de iniciar una jubilación ociosa, pasó año y medio redactando sus memorias. Es decir, cambió las tablas por la mesa de trabajo y el ordenador, quizá tratando de que el aterrizaje a una nueva vida no fuera demasiado traumático. Y lo que ha quedado es una obra importante viniendo de quien viene: superviviente de los primeros tiempos del rock and roll en España (y eso lo pueden decir pocos), creador que durante los años sesenta y los setenta se rebeló infatigablemente contra su destino, reinventándose cada tanto y buscando ser él mismo (el que quería ser a cada instante), que conoció el éxito internacional y el duro fracaso, periodos musicalmente áridos y tiempos, aupado en su «Rock & Ríos», de normalizar el rock español. De ahí que conocer en primera persona de sus andanzas no sea asunto menor.

Cierto que quienes quieran indagar en la tríada de sexo, drogas y rock and roll encontrarán (con ese pudor tan habitual en los rockeros locales) poco del primero (pero lo hay), algo más de las segundas y, sobre todo, mucho del tercero. En todo caso, estas memorias, de excelente pulso literario (Ríos, desde hace tiempo, ha ido mostrando su gusto por la escritura en diferentes escritos), nos hablan esencialmente de lo arduo de dedicarse al oficio del rock en un lugar tan poco propicio como España, en un arco que cubre toda la historia del género, pues Ríos siempre ha estado ahí: desde la creación hasta el derrumbe actual. Con vivencias personales impagables, como las experiencias internacionales que le deparó el éxito atronador de ‘El himno a la alegría’ (especialmente en Estados Unidos y Canadá), la detención y encarcelamiento por fumar marihuana (el episodio más conmovedor, relatado con cruda sinceridad y sin pretender quedar bien, lo que es muy de agradecer) o los palos que le llovían en los años ochenta (aprovecha incluso para devolver alguno, con nombre y apellido) en pleno periodo de gloria.

Confiesa que, a los 29 años, asumió que era un rockero periférico (y de estas cosas, cuanto antes uno se dé cuenta, mejor), que tiene pesadillas en las que nadie le escucha, y que «siempre he trabajado para que la gente me quiera». Un libro que solo flojea en el último tercio, cuando la exposición de datos y el recuento de reconocimientos recibidos sustituye a la vivencia, a la anécdota, pasando muy por encima de los discos, de las giras, de la música. Quizá Miguel tuvo que atenerse a determinada extensión al redactar o es que a ese tiempo le concede menos importancia. Y es una pena, pues al final deja la sensación agridulce de haber leído un relato vital apasionante que queda algo incompleto y que pierde ritmo. En todo caso, para cualquier aficionado o estudioso de la historia del rock español, es un volumen absolutamente imprescindible.

Anterior crítica de libros: “Amanece, que no es poco”, de José Luis Cuerda.

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