“Los personajes parecen –con la muerte de Monroy en la plaza de toros de Illana– cerrar un círculo, el de una vida en que las luces son tan ficticias como las penumbras dolorosas: la de los cómicos de este bendito país”
Marcos Ordóñez
“Comedia con fantasmas”
LIBROS DEL ASTEROIDE
Texto: CÉSAR PRIETO.
Marcos Ordóñez asumió bien el tono memorialístico en esta “Comedia de fantasmas” que reedita ahora Libros del Asteroide, un libro de 2002 ya descatalogado y que conforma una perfecta trilogía heterogénea con sus propias memorias y con la biografía novelada de Perico Vidal, que editó posteriormente. Ambas apresaron el tono de estas andanzas de un ficticio Pepín Mendieta, que desde el 1925 en que entra de “traidor” –en la jerga teatral, el chico de los recados– en una compañía de la legua, hasta casi nuestro siglo establece una bien medida travesía por los escenarios españoles del siglo XX. Su paso a la celebridad en forma de cómico surrealista y su éxito en ese periodo de esplendor del cine español –pese a quien pese– que fueron los años 50 se funden con aspectos sociales y con personajes que entran desde la realidad, de un Orson Welles con quien coincide en su juventud hasta Isabel Garcés, Haro Tecglen o Fernando Fernán-Gómez –incluso de niño– junto a Manuel Alexandre.
Los personajes que son de ficción resultan en ocasiones deslavazados, pero en otras magistrales en su veracidad. Me ha gustado, sobre todo, el catalán Anglada, el constructor de las máquinas para las comedias de magia, un capitán de empuje brutal con su equipo, o la figura de Monroy, el segundo de a bordo, en la lucha por evitar la degradación de su persona y su mundo, que viene a ser lo mismo.
Es también, como todas las memorias, un texto en el que las escenas tienen valor estructural más que descriptivo, y con ello buscan el impacto, y bien lo consiguen. En una obra de más de cuatrocientas páginas y que por lo tanto ha de sufrir altibajos en la intensidad de su territorio temporal, son frescos e intensos como una cascada ciertos episodios: el del encuentro con Orson Welles que hemos citado, pero también las escenas casi celianas en los burdeles, la conversación con Nacho Pancorbo, en el que éste le aconseja técnicas de actuación, o la burda y cruel acusación de Pepín a Monroy.
El inicio y el final son lo más atrayente. Las primeras páginas se abren a lo Modiano, espectros de un pasado impreciso entre puntos suspensivos, aunque aquí no se evoca con cierto glamour sino con penumbra y ahogo. Encanto al que se suma la descripción, sensorial y cálida, de las obras de Shakespeare que montaba el director de su compañía. Y el final, cercano a nuestro tiempo, resulta mucho más chispeante, quizás porque el autor estuvo inmerso en lo que cuenta y así la visión es más colorista.
Así pues, “Comedia con fantasmas”, es una revisión de los escenarios españoles desde los años veinte hasta bien entrados los setenta, todo el siglo XX si descontamos Modernismo y Fura dels Baus. Acompañados del fondo realista del Paralelo, las canciones de Angelillo en la radio o el club Óliver, que fundó Adolfo Marsillach en los sesenta, los personajes parecen –con la muerte de Monroy en la plaza de toros de Illana– cerrar un círculo, el de una vida en que las luces son tan ficticias como las penumbras dolorosas: la de los cómicos de este bendito país.
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Anterior crítica de libros: “La balada de Sam”, de Javier Marquéz Sánchez.