Libros: “Chap chap”, de Kiko Amat

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“Junto a Santiago Lorenzo se ha erigido en representante máximo de la caricatura ácida de la sociedad, el costumbrismo chusco y la pequeña conmiseración frente a sus apaleados personajes”

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Kiko Amat
“Chap Chap”
BLACKIE BOOKS

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Créanme, la obra de Kiko Amat es hilarante. Junto a Santiago Lorenzo se ha erigido en representante máximo de la caricatura ácida de la sociedad, el costumbrismo chusco y la pequeña conmiseración frente a sus apaleados personajes. Por ello, cuando en el prólogo de “Chap chap” lean que la ‘captatio benevolentiae’ lo lleva a bajar a un abyecto fondo en su persona no se lo crean, es mentira, sabe muy bien lo que se hace. La prueba: da las reglas para perpetrar artículos estupendísimos y cita a las mejores influencias.

Se trata, en esencia, de recopilar en forma de libro casi quinientas páginas de artículos que han ido apareciendo en revistas, prensa diaria, fanzines, blogs y otros templos de la moderna cultura. De todo tipo y sobre todos los temas. Eso sí, Kiko Amat se muere por contar su vida, y con cualquier excusa se va a lamentar ante ustedes o a explicarles que hizo ayer. Pero no hay mayor problema, se puede tragar todo bien porque es una vida bien chula, se lo aseguro, y la sabe contar.

Aunque el ámbito musical está muy presente, lo realmente maestro son los artículos de costumbres. Tiene más interés, por tanto, todo lo que rodea a una entrevista a Juliette Lewis que nunca se llega a plasmar que lo que nos pueda decir la actriz. Con ella se abre el volumen y nos damos cuenta de que Kiko muerde de verdad. Aun así, como les digo, hemos de esperar a que nos cuente lo que sucede entre las paredes de su casa para soltar la carcajada guapa; las vicisitudes por las que pasa el día que atropella levemente a un señor o se da un golpe en la cabeza o el listado de cosas que no puedes hacer al tener hijos me llevaron a una catarata de risas que hizo girarse a todo el autobús en el que iba.

En música, aparte de sus visiones de la ciudad condal –el retrato de Flowers, el fotógrafo, y el de Los Negativos, son esplendorosos– y de elogios de discos o grupos, reparte con saña y en un acto de contrición se arrepiente con clamores, pero es que sus navajazos iban directos a la yugular. Sabino Méndez o el sello Spicnic reciben a base de bien, y sobre todo las tiendas de discos de Barcelona, en un artículo que este cronista leyó en la época y no daba crédito a que se pudiera tener tanta mano para la mordacidad.

Otro capítulo enchufa la literatura, no en vano Amat es novelista y sabe leer muy bien. El elogio de Jardiel ya es harto significativo y también afines a su mundo –que se decanta por lo anglosajón en lo básico– John Fante o Kingsley Amis, del que mejora su ensayo sobre las bebidas que reseñábamos aquí hace unos meses.

Hay muchísimo más, todo entretenidísimo, una verdadera catarsis. Y de las buenas. Nos gusta ver como Kiko se flagela, resulta hasta agradable porque es simpático y más nos gusta ver que cuando se exalta tiene razón. Yo no me lo perdería, y si se lo compran y pasan más de cinco páginas sin reírse, me arriesgo a devolverles el dinero.

Anterior crítica de libros: “Gravity grave”, de Alex Brito.

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