Libros: «Canadá», de Richard Ford

Autor:

«La reciente novela de Richard Ford lo consolida como una punta de lanza de la narrativa norteamericana actual»

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Richard Ford
«Canadá»
ANAGRAMA

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

La reciente novela de Richard Ford lo consolida como una punta de lanza de la narrativa norteamericana actual; ya con su trilogía de Bascombe había conseguido un reconocimiento y que su obra se interpretase como una perfecta indagación en los nuevos condicionantes de los Estados Unidos del nuevo siglo. La consolidación de este reconocimiento viene de un tono desacostumbrado en él, más íntimo, no tan atento a un escenario dilatado, a un país, sino a la construcción de la vida de Dell Parsons, un adolescente que resulta golpeado por la vida en los meses que van desde el atraco a un banco por parte de sus padres hasta su presencia como testigo en unos asesinatos. Una línea que ya había sido iniciada en “Incendios” o en el cuento ‘Òptimistas’, de “Rock Springs”.

El texto se divide en tres partes, cada una centrada en sus condicionantes propios y separada de la otras por el trazado fronterizo con Canadá, que ha de atravesar el joven Dell para escapar de los servicios de protección de menores. La primera es la de la presentación de la familia, un padre exmilitar, una madre profesora y de sensibilidad poética estragada y una hermana melliza con fuerte carácter. La lentitud y el recrearse en las estrategias narrativas es como una de esas pausadas partidas de ajedrez a las que se aficiona Dell; una partida que acaba en desastre.

Es una primera parte en la que poco a poco las ligazones familiares se van desatando, casi sin sentirlo, hasta llegar al tempo demorado, objetivo, con que la pluma de Ford presenta la detención del matrimonio, ello da al lector una visión casi al segundo y le conduce asimismo a que tome el arresto como algo personal. Es fascinante como se recrean las conversaciones –a partir del diario de la madre–, como se apunta cierto nerviosismo en casa y como al final se resuelve todo si no de forma atropellada, sí diligentemente activa. Se quedan los hermanos definitivamente solos en cinco minutos. La construcción de personajes ha sido perfecta, tanto que lo que resta de esta primera parte –meditando sobre el conjunto de la trama– resulta escabroso, aparentemente incoherente, natural como una respiración tras el ahogo y absolutamente necesario. Únicamente se apunta, parece febril y sin sentido, pero resulta lo mejor de la novela.

En la segunda parte, una amiga de la familia –Mildred– lleva a Dell a Canadá para que viva con su hermano, que regenta un hotel en Fort Royal, no muy lejos de la frontera. Allí conoce a Charley Quarters, quien organiza batidas para los cazadores de gansos que se alojan en el hotel y a quien ayuda en la preparación de puestos Y sobre todo a Arthur Remlinger, el hermano de Mildred. Es un personaje de pasado oscuro, que el narrador quiere pintar como atrayente y misterioso en un principio, pero que juega con el engaño al lector, puesto que su misterio se revela vulgar. Elegante, lejano, su presencia recuerda la de un Jay Gatsby que hubiera perdido la partida a la primera. No en vano Dell, ya en su vejez de profesor de literatura, tiene en sus programas a Scott Fitzgerald, también a Salinger.

En la segunda parte, Dell ha de buscar una posible integración, todo su pasado ha desaparecido y su presente resulta irresolublemente desubicado, allí recibe noticias de su hermana y continúa los certeros análisis psicológicos que lo engloban a él mismo y a los que lo rodean para intentar explicar su estado. Con ello, de nuevo cada palabra busca la lentitud en secuencias paralelas a las de la primera parte.

Con estos mimbres, un lenguaje áspero y un paisaje siempre árido, degradado, ¿se trata de una novela desolada? Sí y no. Ford trabaja con los mismos materiales de sus textos anteriores: la construcción de las relaciones familiares, un albedrío individual que niega el destino y la reconstrucción de uno mismo. Pero en la última parte, quizás demasiado sentimental, para dejar la estructura bien cerrada, se enfrenta Dell a su hermana Berger y con ello detectamos dos contrafiguras que desde un mismo hecho han logrado superarse o estamparse. Es entonces cuando el lector percibe que Ford ha conseguido que estemos de parte de Dell, que sintamos parte de su aflicción, pero al mismo tiempo entendamos que definitivamente se ha salvado.

Anterior crítica de libros: “The wanderers. Las pandillas del Bronx”, de Richard Price.

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