«No es, al fin y al cabo, una novela humorística, aunque en ella hay humor y del desternillante, pero acoge también muchas más sensaciones»
David Nobbs
«Caída y auge de Reginald Perrin»
IMPEDIMENTA
Texto: CÉSAR PRIETO.
Durante el año 1984 fue emitida por Televisión Española –la única– una serie que había alcanzado enorme popularidad en el Reino Unido. La BBC la había programado allí entre los años 1976 y 1979. Quizás alguien la recuerde, seguramente les sonará el nombre. Trataba de la vida cotidiana de un cuarentón rodeado de familiares, compañeros y jefes que basculan entre lo banal y lo ridículo; decide entonces desaparecer, simular un suicidio y empezar de cero. Reggie, en la serie, estaba magníficamente interpretado por Leonard Rossiter, que encarnaba de manera magistral el espíritu turbio y a la vez patético que rodeaba todas las acciones del protagonista.
Pues bien, todo el entramado procedía de una novela –que a la postre se convirtió en trilogía– publicada por David Nobbs en 1975, un oscuro periodista cuyo ingenio probablemente se agudizó cuando entró a escribir guiones televisivos. Si este medio potenciaba el absurdo y la carcajada la novela, aun con un final esperanzador, deja un regusto a desasosiego. Ya desde el primer capítulo, la despedida de la esposa cuando Reginald sale para el trabajo –tópico: beso, cartera y consejo–, se apunta algo inquietante sin que el lector sepa de dónde procede, como en esas películas de Tim Burton en que una tranquila regularidad nos hace adivinar algo sombrío o ridículo.
A partir de este momento, con la llegada a la degradada oficina de Postres Lucisol, el absurdo de las reuniones y la excursión a la reserva de animales, el tono resulta poco a poco más desolador. Es significativo que Reggie busque recuerdos de su pasado o vuelva al pueblo de su infancia, también que intente tener una aventura –hipnótico placer al leerla– con su secretaria. Está intentando revivir.
El punto de inflexión es una escena sublime en un libro en el que muchas escenas lo son: el discurso alcoholizado y delirante que pronuncia en el congreso de la industria del postre. A partir de entonces se suceden atropellados cambios de personalidad. Reginald no se siente a gusto con ninguna, pero tampoco puede volver a ser Perrin. No es, al fin y al cabo, una novela humorística, aunque en ella hay humor y del desternillante, pero acoge también muchas más sensaciones; las relaciones sexuales, por ejemplo, están llenas de ternura y de podredumbre. Todo resulta ser extrañamente optimista, extrañamente triste.
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Anterior entrega de libros: “Naturaleza casi muerta”, de Carme Riera.