«Bien mirado toda esta generación de Jardiel no hizo más que anticipar el arte pop, con su exageración al desmontar los géneros tradicionales, su colorido, su irreverencia, su mezcla de registros y lenguajes»
Enrique Jardiel Poncela
«Amor se escribe sin hache»
BLACKIE BOOKS
Texto: CÉSAR PRIETO.
Desde que tengo uso de razón literaria, me he ido encontrando con ediciones de Jardiel. En casas de parientes y en librerías extrañas, en clubes de lectores y quioscos, cada cierto tiempo alguien decidía que podía renovar su vigencia y lo intentaba. Normalmente eran ediciones que abarcaban desde lo popular a lo cochambroso, pero no importaba; lo importante es el mundo hilarante, cáustico, irracional que descubrían sus páginas. Un mundo en que el ingenio y la leve sonrisa consiguieron renovar la literatura más de lo que aparentaba. Hay una legión, entre los que me cuento, de devotos de Jardiel que siempre van a volver a él.
Y así –“Vuelve Jardiél”– es como los barceloneses de Blackie Books presentan la reedición de sus cuatro novelas. Editan ahora su tercera referencia, «Amor se escribe sin hache». Y página tras página se observan en ella todas las virtudes que hacen grande no sólo al madrileño sino a toda su generación, la de los Mihura o Edgar Neville. Ellos sí fueron vanguardistas de verdad, anteponiendo el humor y la dinamita del ingenio a las convenciones. Ellos sí fundaron «La Codorniz» y con ello una nueva manera de hacer humor que Faemino y Cansado o Muchachada Nui aún respetan. Ellos –hoy que cualquier viaje a Hollywood de un español es portada– trabajaron allí y se codearon con Chaplin y otros genios de la época.
En sus novelas, mucho más que en su teatro codificado y atento a las convenciones del público, se muestra el Jardiel más libre, el que parece contagiado por la embriaguez de no tener límites. Y en ésta en concreto, la primera, el lector se va sintiendo embargado poco a poco por las aventuras de Zambombo y lady Sylvia Burns y toda una cohorte de estrambóticos personajes: el doctor Flagg, los ingleses miembros del club, el taxista Fermín que –bajo la excusa de parodiar las novelas sentimentales tan en boga en los años 20– se resuelven en una desmesura de colorido pop seis lustros antes de que existan Warhol y los Beatles.
Sí, señores. Bien mirado toda esta generación de Jardiel no hizo más que anticipar el arte pop, con su exageración al desmontar los géneros tradicionales, su colorido, su irreverencia, su mezcla de registros y lenguajes. Jardiel no tiene problema en incluir entre los párrafos anuncios de coñac, iconos de cómic o collages. Así es que todo lo que se haga por ellos, por recuperar su legado, siempre será poco. Y la reedición de Blackie Books, que prepara también en este 2011 el «Club Jardiel» no es más que un pequeño avance de lo que debería ser una recuperación en toda regla. Porque ningún país civilizado dejaría de adorar, por los siglos de los siglos, al grupo de amigos que significó una de las más productivas experiencias literarias en todo el siglo XX.
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Anterior entrega de libros: “Deep Purple. Un mundo púrpura”, de José Galván.