«Olvidados durante décadas, los nueve relatos que componen ‘A sangre y fuego’ pasan por ser lo mejor que se ha escrito sobre nuestra Guerra Civil. Es cierto, y la razón se encuentra en su propia génesis literaria»
Manuel Chaves Nogales
«A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España»
LIBROS DEL ASTEROIDE
Texto: CÉSAR PRIETO.
Olvidados durante décadas, los nueve relatos que componen «A sangre y fuego» pasan por ser lo mejor que se ha escrito sobre nuestra Guerra Civil. Es cierto, y la razón se encuentra en su propia génesis literaria: están ambientados en los primeros días de la sublevación militar, en las primeras horas incluso, pero evitan esa plantilla ideológica que estraga al resto de novelas y les difumina la tensión. Lo sublime y lo atrayente de su trama es que no son realmente historias sobre la Guerra Civil, son historias sobre el dolor, sobre la traición, sobre el desencanto y las ilusiones frustradas, sobre todo aquello que hace al hombre un dios y un demonio al mismo tiempo, sobre eso que lo lleva en segundos de la piedad más absoluta a la crueldad más brutal.
Chaves Nogales, periodista sevillano, dirigió el diario «Ahora», afín a Manuel Azaña, hasta que la República decidió instalarse en Valencia y él marchar al exilio a Francia. Y desde allí conservó una lúcida inteligencia que le llevó a defender una España sin bandos porque en ambos –como reflejan los cuentos– habita la estupidez, la miseria. Lean ‘Consejo obrero’ y verán como un comité revolucionario que se apropia de una industria actúa con tanta ira y con tanta sandez como los patronos burgueses. Quizás sea el único que perciba en esos momentos –como señala en el prólogo– que la única defensa de España posible es pretender un estado en el que “sea posible la humana convivencia entre los ciudadanos de diversas ideas”. Mayor clarividencia es imposible.
Por otra parte, los episodios que despliega el libro están llenos de un nervio literario evidente. Destaquemos alguno. En ‘Y a lo lejos, una lucecita’ un centinela observa una linterna que va encendiéndose y apagándose, algún código que va traspasando las calles y los barrios de Madrid y que él sigue en compañía de un miliciano, cada vez con mayor obsesión hasta entrar en un círculo casi dantesco. Pero las escenas son muchas veces sobrecogedoras: el militante que se niega a salvar a su padre, los amigos de la infancia que se abrazan, el asalto al Cuartel de la Montaña, los milicianos que arrojan los cuerpos de las ambulancias para salvarse ellos. Muertes y más muertes que se nos presentan como inútiles, absurdas.
Porque el estilo también acompaña, en muchas ocasiones periodístico –no en vano están escritos para publicarse en periódicos– y así resulta directo, cercano y fríamente objetivo. Pero en otras ocasiones se desvía a dejes esperpenticos o presenta paisajes que después utilizará Juan Rulfo, desolación y locura en pequeñas dosis, angustias del hombre, ese pobre ser que no entiende el mundo, que conforman uno de los mejores testimonios de lo difícil que fue el siglo XX.
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Anterior entrega de Libros: “Amor se escribe sin hache”, Enrique Jardiel Poncela.