“‘Tu novia’, ‘Balmoral’ o ‘El encuentro’ son perfectas muestras de la poesía más jugosa del autor –y de finales del XX– y canciones de regusto clásico desde la primera escucha”
Luis Alberto de Cuenca
“Todas las canciones”
VISOR
Texto: CÉSAR PRIETO.
Cautivado por la cultura popular, la poesía de Luis Alberto de Cuenca no rehúye la cercanía de manifestaciones consideradas –cada vez menos, afortunadamente- escasamente cultas, si no directamente vulgares. El cómic, cierto cine, la música pop conviven en sus procesos líricos con la alta cultura, vista también con el filtro de cierto encanto banal. Quizás sin saberlo él, este señor bien serio –director que fue de la Biblioteca Nacional y secretario de Estado de Cultura- nos sirve de argumento interno para no cejar en la defensa de que esta cultura popular, en el siglo XXI, no es banalización sino sana persistencia de motivos activos durante siglos. Así que De Cuenca dio, en tiempos, un paso más y no solo ha traído motivos pop a sus textos, sino que ha ido él mismo a los motivos pop. Es este el sentido que tiene el volumen que Visor acaba de publicar y que recoge la producción del poeta que se acerca al fenómeno de la canción de masas.
No otra cosa es la archiconocida ‘Caperucita Feroz’, que ha logrado convertir el ‘yo soy tu lobo’ casi en frase hecha, o ‘Viaje con nosotros’ o ‘Garras humanas’, que conforman una trilogía de éxitos ochenteros para la Orquesta Mondragón moldeados por la pluma de Luis Alberto de Cuenca; a veces en colaboración, por una sutil carambola del destino, llamado entonces servicio militar, hecho que se explica en la introducción. Ustedes las conocen: son –afines a la estética de Javier Gurruchaga- despampanantes odas a la perversión y lo extraño, al cine de monstruos y a las noticias de crímenes. Soberbias tajadas que han dejado calas en la memoria popular de los 80 y ocupan la primera mitad del libro.
La segunda mitad, no menos fascinante pero más recóndita, la componen las canciones que compuso para Loquillo ya en este milenio y los poemas que éste escogió para su elepé de 2011 “Su nombre era el de todas las mujeres”, musicados por Gabriel Sopeña, junto algunos otros que están todavía en preparación. En este caso las claves son las de un romanticismo teñido de cierta ironía, un entorno culturalista e icónico, no integrado en la cultura pop sino bebiendo en ella. Se convierten así en “standards” que tanto pueden corresponder a una lectura sentimental como a su vuelta de tuerca, que viven tanto en una lectura coloquial como en su transformación en motivo sarcástico, similares en espíritu –pienso, salvando todas las distancias– a las letras de Roxy Music en sus primeros discos. Así ‘Tu novia’, ‘Balmoral’ o ‘El encuentro’ son perfectas muestras de la poesía más jugosa del autor –y de finales del XX– y canciones de regusto clásico desde la primera escucha. Una mezcla entre el tópico, lo coloquial y el cinismo que se despliega en ‘Noche de ronda’ y de manera magistral da cuenta de su mano de maestro en la artesanía de los textos.
El prólogo de Julio César Galán da cuenta muy sucinta de hechos que requerirían largo apunte: la tensión musical del verso, la perfecta construcción de intertextos –una inmensa broma– en la Mondragón, los aspectos formales que lo acercan al mundo del rock –la claridad, la esbeltez retórica- y la temática, lo marginal, los jóvenes, la exaltación. Quizás olvide algo que de obvio se hace sangrante y que se da en todos los países del continente: que en el mundo del pop también caben quienes saben manejar las palabras, él mismo, Eduardo Haro, Panero…pero aún se necesitan algunos más.
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