DISCOS
«Es un disco animoso, plagado de pinceladas resplandecientes y de matices; extremadamente cuidado en los detalles y en pulir todo de manera que resulte armonioso, refinado y con lustre»
Llorente
Libro de familia
FACTORY DU CARDELIN, 2022
Texto: CÉSAR PRIETO.
Con Libro de familia, el tercer proyecto de Llorente, la banda zaragozana ha dado un impulso formal evidente al latido artesano que caracteriza su sonido desde siempre. El formato es lo primero que destaca del disco, un disco libro con una colorida y recargada portada que bebe de lo rococó, tanto como de Disney. Dentro, en un papel de la mayor calidad posible, se ligan letras de canciones con fotografías, con códigos de videoclips, comentarios de periodistas musicales, de los componentes del grupo y de todos los que han colaborado, hasta el punto de valorar que, solo por el arte que rodea las canciones, han merecido la pena la compra del disco.
La artesanía sonora no desmerece y parece ajustarse a los parámetros estéticos del libreto. Es un disco animoso, plagado de pinceladas resplandecientes y sobre todo de matices; extremadamente cuidado en los detalles, en llenar cada segundo de precisiones instrumentales, en pulir todo de manera que resulte armonioso, refinado y con lustre. Es la proporción áurea de las canciones la que domina aquí.
Tras llegar a la undécima canción, la que cierra el disco, uno se da cuenta de que la que lo abre, “La musa” —de esclarecedor título—, es una declaración de intenciones, un juguete bubblegum en el que se van desgranando nombres de canciones y coros, coros como los que también sostienen “La gran mentira”. El mensaje es que en arte —y sobre todo en música— no hay musas, hay influencias, hay intertextualidad y hay, sobre todo, trabajo.
Curioso. Todas las citas de “Las musas” disparan flechas a canciones anglosajonas, pero en la resolución de muchas de ellas actúan factores hispanos. En “Los malos”, la presencia de los perfiles que diseñaron Los Secretos están muy presentes; Los Secretos, que inventaron una forma de hacer música tex mex en nuestro idioma; aunque mayor presencia de esa música de frontera se encuentra en “Instantes”, sobre el misterio de la paternidad y con unas coloristas y alegres trompetas que la cierran. Trompetas que —aquí y allá— van creando detalles y que en “De segunda fila” cuentan con la presencia de Javier Álvarez y de una balada de ligazones épicas, con los Coldplay de “Viva la vida”, para hablar de esos artistas tenaces que siguen y siguen creyendo en lo que hacen, porque lo que hacen es bueno, a pesar de que el público no los secunde.
Los detalles preciosistas —una caricia para las canciones— son constantes. Las cuerdas que acompañan “El viaje”, una expedición a Cantabria, son estremecedoras y hacen que una composición de pop rock de toda la vida ascienda a otra dimensión. A veces, son leves cadencias tropicales, como en “Un tipo extraordinario”, el retrato de un personaje y, de rebote, de toda una generación, o un solo de guitarra excepcional, como en la impresionante balada “Eva Green” —nombre de actriz y musa—, deudora del soul de ojos azules y con alusiones a películas y situaciones de nuestros días. Aunque, para baladas, “Cortocircuito”. Dentro de la especial sensibilidad de Llorente, se encuentra absolutamente filtrada por el piano y la voz, a las que se alía una letra extremadamente lírica.
Otro aspecto del disco es la temática social. Aparece en “La guerra de los mundos”, en la que —en la estela musical de los Beatles— va recuperando todo lo que perdimos como tribu y que, quizá, merecía la pena; en cambio, en “Ya está bien” dirige un ataque directo a los faroles del rock de estadio, con un matemático crescendo final que coge ritmo de crucero.
El disco es, como su canción, un viaje. Un viaje por la actualidad y la cultura, por el cine y la humildad, por las fronteras y la belleza. Sobre todo por la belleza, por hermosas canciones.
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Anterior crítica de discos: Wish (30th Anniversary edition), de The Cure.