«Lo incuestionable y notable fue la posibilidad de sentir una buena parte de la historia del rock and roll aún viva»
Miguel Tébar Almansa acudió al primer concierto que a lo largo de su vida ha ofrecido en España el legendario Leon Russell. Fue en Madrid y esto es lo acontecido.
Leon Russell
8 de septiembre de 2014
Teatro Lara, Madrid
Texto: MIGUEL TÉBAR ALMANSA.
Ante la primera actuación en nuestro país del compositor, cantante e instrumentista de Oklahoma Leon Russell, una representación capitalina e ilustre de expertos en música popular coincidió al pensar que la expectativa merecería la pena, incluso pasando por taquilla –pues ya se sabe que al crítico y/o al músico le cuestan más ciertas prácticas mundanas–. El público especializado en sonidos estadounidenses tampoco dejó pasar tal cita con el septuagenario autor de ‘A song for you’.
Los no pocos mosqueados, por desconfiar de la puntualidad en ciertos recintos o eventos, se fueron calmando rápidamente. Tan veloz como el ritmo marcado por las hábiles manos del no tan ágil abuelito huraño, que en la actualidad se ha de desplazar ayudado por un bastón, desde la sillita motorizada a la banqueta del teclado eléctrico, tan cómodo como inoportuno.
Como consecuencia, un lleno teatro Lara vivió la ocasión. Cronometrada, intensa, ajetreada al tiempo que estática… auténtica.
Sin duda, el sureño Mr. Russell está de vuelta a la escena internacional y a la industria musical gracias a «The union» (Decca, 2010), el trabajo al alimón con su admirador Elton John y al gozoso último disco «Life journey» (Universal, 2014), en el que otorga su rol de productor al veterano Tommy LiPuma, para que sacarle lo mejor (su voz y toque de piano) junto a una big band, revisando una decena de «standards» norteamericanos.
Eso sí, en directo no cede protagonismo alguno al solicitado músico de sesión (paisano suyo de Tulsa, pero de nueva generación) llamado Beau Charron, encargado de la guitarras y otras teclas. Preciso a la eléctrica, fundamental a la mandolina –durante el único par de guiños country del concierto–, comedido al pedal steel y desaprovechado frente al órgano Hammond –presente y casi ausente–. Ni tan siquiera a su escudero, el bajista Jackie Wessel, a quien coloca al centro del cuarteto y permite que susurre en algún tema que otro.
El repertorio, compuesto por una veintena de acelerados rhythm and blues propios y de ilustres autores, fue tan solo interrumpido por el alentado momento durante el que poder disfrutar de Leon Russell a solas con su instrumento. La excesiva luz blanca sumada a la que proyectaban a su arrugado rostro los dos ordenadores portátiles (que le sirvieron de atril/secuenciador MIDI) añadieron aún más resplandor al personaje que recuerda a Galdalf el Gris.
Tras un celebrado y recurrente popurrí sustituible, no hubo bises. Aunque visto el lustroso sombrero blanco, que no se quitó ni para dar las finales gracias de cortesía, se echó en falta algún guiño a su alter ego Hank Wilson. Seguramente Leon ya no esté para trotes.
El acertado responsable de programación del ciclo «Leyendas con estrella» seguramente no pueda evitar la distante perspectiva del ídolo ante un público ajeno, ni el paso del tiempo proporcional a ciertas mermas cualitativas, pero sí algunas carencias de producción más propias de garito que de la bonita “Bombonera de Don Cándido”. Lo incuestionable y notable fue la posibilidad de sentir una buena parte de la historia del rock and roll aún viva.