Leiva en directo: Orfebrería del rock and roll

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«Uno de los directos más cuidados y potentes del panorama nacional»

 

Con prácticamente la totalidad de las localidades vendidas, Leiva y su banda presentan ante el público granadino algunos de los temas de su nuevo trabajo, Cuando te muerdes el labio, en un espectáculo preparado con mimo, digno de los mejores artesanos orfebres, en el que, además, se engarza una nueva y rutilante gema: Esmeralda Escalante.

 
Leiva
Plaza de Toros, Granada
9 de julio de 2022

 

Texto: JAVIER GILABERT.
Fotos: MARÍA RUIZ ARRABAL.

 

Es curioso, me digo cuando accedemos al ruedo de la Monumental granadina a eso de las nueve de la noche: hay gente, sí, pero no el tropel que me esperaba. Me habían comentado que dos horas antes la cola daba la vuelta a la plaza. Sin embargo, no tenemos problema para hacernos con las cervezas reglamentarias —aquí también ha llegado la inflación, pardiez— y colocarnos prácticamente en primera fila.

Los técnicos (alcanzo a contar al menos diez) pululan como laboriosas hormigas por el escenario. Como veremos después, no dejan nada al albur. Dos de ellos están buscando la mejor ubicación para colocar ¡la bandera del Orgullo! Primer minipunto para Leiva y los suyos. Una vez ubicada en lugar bien visible se retiran y salen a escena los bonaerenses Ainda. Menudo trago tiene que ser telonear nada menos que a Leiva, y más aún cuando juegas fuera de casa. Sin embargo, Esmeralda Escalante («Esme» a partir de ahora) y Yago Escrivá lo hacen muy, pero que muy bien. Los dos solitos consiguen llenar el enorme escenario y nos regalan media hora larga de canciones bien cocinadas, repletas de armonías y de complicidad, en las que la guitarra y los coros de Yago son el soporte perfecto para que Esme nos cautive con su voz dulce y poderosa, arrancando al final de su actuación la primera ovación de la noche a los presentes.

El coso granadino es un lugar mágico para recibir a la puesta de sol. La luz juega su papel y el sol baja de intensidad conforme se va acercando el momento. Me fijo en el público que ya abarrota la arena; es de lo más variopinto. Desde las quinceañeras a los viejos rockeros, hasta familias completas en las gradas, ven acercarse la hora y agradecen la cuenta atrás de 10 minutos que aparece en la gigantesca pantalla de vídeo que preside el escenario. El cielo, como si estuviera calculado, se oscurece a medida que los dígitos disminuyen en el marcador. Varios miles de gargantas gritan al unísono los diez últimos segundos. Aparecen los músicos y comienza el show.

En la andanada inicial, “Terriblemente Cruel” y “La lluvia en los zapatos” dan paso a “Infinitos”, el primero de los cortes del disco que da nombre a la gira. A continuación y sin darnos tiempo apenas para respirar suenan la versión de “Animales” que montaron para la gira en directo de Nuclear, “Guerra Mundial” y “Lobos”. La máquina está ya perfectamente engrasada. Los nueve músicos funcionan como uno solo y todo suena a la perfección, incluso en las canciones en las que se superponen hasta seis voces a la vez.

 

«Impresionante labor la de Esme, hasta el punto de que Leiva llega a despistarse en una de las estrofas al quedarse mirándola evolucionar sobre las tablas»

 

Llega el momento de la primera de las breves pero inspiradas intervenciones del cantante. Tras dar la bienvenida al público, confiesa que aterrizó en Granada, como suele hacer siempre, el día anterior y aprovechó para recorrer las calles del Albaicín, evocando al mismísimo Enrique Morente. También —y aun a riesgo de ser pesado, nos dice— agradece profundamente en nombre de todos los integrantes de su equipo nuestra presencia aquí, en una de sus «plazas favoritas del mundo», pues son conscientes del esfuerzo que supone pagar una entrada. «Muchísimas gracias por hacer ese esfuerzo y por elegirnos, trataremos de estar a la altura de vuestro cariño y de vuestra fidelidad», finaliza. Gestos así, sobre todo viniendo de un músico consagrado como él, son de agradecer, porque se nota que no se trata de un mero gesto, sino de una convicción.

Dos temas del nuevo trabajo para comenzar el segundo set: “Premio de consolación” y “Stranger Things”. Impresionante labor la de Esme, hasta el punto de que Leiva llega a despistarse en una de las estrofas al quedarse mirándola evolucionar sobre las tablas. Normal, me digo: si es que lo hace tan bonito que merece la pena detenerse a escucharla. Durante todo el concierto logra que nos olvidemos de las enormes voces de las que el artista se ha rodeado para dar vida a las canciones de Cuando te muerdes el Labio. Esmeralda es la gema que engarza perfectamente en este trabajo de artesanía fina que nos regalan Leiva y los suyos en cada directo. Un espectáculo en el que todo está cuidado hasta el más mínimo detalle. Obsesivamente, si me apuran. Cada armonía, cada nota, las voces, los movimientos, los gestos, la sincronía de la música con la pantalla gigante en la que se van alternando breves cortos de vídeo relacionados con las canciones y planos de los músicos en acción… Sin olvidar lo difícil que tiene que ser montar el setlist, con la cantidad de temazos que lleva acumulados en esta década larga en solitario. Pura orfebrería del rock and roll.

Tras “Breaking bad”, “Sincericidio” y “Superpoderes” —y no pocos suspiros de satisfacción de nuestro protagonista— se produce otra inflexión. La banda ataca una melodía funk y Leiva suelta la guitarra y se marca un baile al más puro estilo James Brown, mientras comienzan a reconocerse los acordes iniciales de “Flecha”, la penúltima de las cinco canciones nuevas que interpretarán esta noche. En el nuevo trabajo, Leiva explora otras músicas, otros sonidos, como es el caso del tema que suena a continuación, que con su ritmo disco setentero pone literalmente a bailar a todo el mundo.

 

«Los nueve músicos funcionan como uno solo y todo suena a la perfección»

 

Si algo me gusta de Leiva es que no va de super star (y podría hacerlo). Su naturalidad y su sencillez se ponen de manifiesto en detalles como el que sucede a continuación. Nos cuenta, mientras agarra su acústica, que justo antes del concierto tenía uno de esos días de bajón, de los que «estás con el síndrome del impostor», un día raro. Entonces se le acercan unos chicos en la piscina del hotel; algunos son de Granada, pero también de Sevilla y de Madrid, y le hacen ver la suerte que tiene porque hay gente a la que no le importa viajar para venir a verle. Les dedica la canción y procede a presentar Esmeralda «Esme» Escalante, alguien muy importante que, afirma, «ha revolucionado los corazones de la banda, desempeñando un papel muy importante», cuya compañía les hace muy felices, no solo cómo canta sino su onda, su vibra, su lugar en el mundo. «Nuestra vida es mejor al lado de Esme Escalante. Estamos histéricos de felicidad», grita al tiempo que comienza a sonar precisamente esa canción, la última del nuevo elepé, tras la que vendrán “Godzilla” y una desgarradora interpretación en solitario “Bis a bis”, para la que pide silencio.

Tras la aparente calma, mantenida en “La llamada”, vuelve a subir la temperatura. Ha elegido dos clásicos de Pereza para cerrar el concierto: “Como lo tienes tú” y “Estrella Polar”. Los músicos abandonan el escenario y vuelven para proceder con los bises, para los que se reserva otros tres cañonazos: “No te preocupes por mí”, “Como si fueras a morir mañana” —y a eso nos anima, por cierto a voz en cuello— y, como es ya tradición, el broche final, con “Lady Madrid”.

Acaban así más de cien minutos del mejor rock and roll, presentados, como si de una joya se tratase, en el mejor de los envoltorios: uno de los directos más cuidados y potentes del panorama nacional. Y tal y como prometió al principio, han cumplido con creces: con lo cara que está la electricidad —me digo—, esta energía nos ha salido barata.

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