Las músicas de Paul Newman

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Foto: STUDIO (Wikipedia). Fotografía publicitaria de Paul Newman (1954).

«La música de El golpe y “Raindrops keep fallin on my head”, de Dos hombres y un destino, sintetizan lo que el cine de Paul Newman debe a estas melodías imperecederas que forman parte de nuestra banda sonora más sentimental y arraigada»

 

Este 2025 habríamos celebrado los 100 años de Paul Newman. Una de las figuras más influyente y legendaria del séptimo arte que, a través de sus películas, logró conectar con la música por ser importante en su vida personal y en su forma de hacer cine. Luis García Gil recoge en este artículo algunos de esos momentos musicales llevados a la gran pantalla por el hombre de la eterna mirada azul.

 

Texto: LUIS GARCÍA GIL.
Foto: STUDIO (Wikipedia). Fotografía publicitaria de Paul Newman (1954).

 

Paul Newman fue una leyenda del cine que vino al mundo en Ohio en 1925, el mismo año que vio nacer a B.B. King y en el que Carlos Gardel debutaba como cantante de tangos en el Teatro Goya de Barcelona. En su cine hubo también música, determinantes bandas sonoras que asociamos a los fotogramas de sus películas.

Sus memorias autorizadas las tituló La extraordinaria vida de un hombre corriente. Detrás del mito, el hombre de carne y hueso con sus humanas contradicciones y fragilidades, adicciones incluidas. En sus ojos azules que traspasaban la pantalla parecía imprimirse la huella del sueño americano con todas sus consecuencias.

En sus años de formación, en Yale, participó en una obra sobre Beethoven en la que interpretaba al intrigante sobrino del músico, antes de debutar en el cine con El cáliz de plata, película de romanos. Luego fueron llegando cintas importantes como El zurdo o la libremente faulkneriana El largo y cálido verano, dirigidas por dos cineastas de fuste, Arthur Penn y Martin Ritt. Cada película tenía su propia música incorporada, la de las imágenes y la de la banda sonora, como la canción que sonaba en la pugilística Marcado por el odio, su primer papel importante, en la piel de un héroe deportivo, el indisciplinado boxeador Rocky Graziano que debía haber interpretado el malogrado James Dean. La dureza de aquella historia de boxeo contrastaba con la balada suntuosa y sentimental del crooner Perry Como, “Somebody up there likes me”, poderosamente orquestada.

Actor del método vía Actors Studio, Newman encuentra en Joanne Woodward su verdadero amor, la compañera de su vida, y a partir de la película Éxodo, dirigida por Otto Preminger, se convierte en una estrella a nivel mundial con destacable banda sonora del vienés Ernest Gold, merecedora de un Grammy en 1960. Ese mismo año Newman rueda Paris blues, aquí llamada Un día volveré, título de novela de Marsé, y en la que comparte protagonismo con su pareja Joanne Woodward y vuelve a cruzarse con el cineasta Martin Ritt. Película jazzística y drama romántico con banda sonora de Duke Ellington, en la que Newman interpreta a un músico que toca en un club nocturno de París, duelo de trompeta y trombón incluido con el gran Louis Armstrong. En uno de los carteles promocionales le vemos tocando la trompeta junto a su partenaire Sidney Poitier. En París blues Newman recibió lecciones del trombonista Billy Byers y fue doblado por el canadiense Murray McEachern.

Avanzando en los momentos musicales de la rica filmografía de Newman es imprescindible detenerse en la melancólica secuencia en la que toca el banjo y canta en la carcelaria y entretenidísima La leyenda del indomable. Son apenas dos minutos en los que interpreta “Plastic Jesus”, canción folk y espiritual escrita por Ed Rush y George Cromarty en 1957 (búsquese en YouTube la versión que grabó Tia Blake). La leyenda del indomable, que dirigió Stuart Rosenberg en 1967, destacaba por la banda sonora del gran Lalo Schiffrin, nominada al Oscar de Hollywood.

Cine, canción y coches, porque a Newman le encantaba el automovilismo y el vértigo de las carreras tal como mostró en la película 500 millas, de 1969, cuya banda sonora firmó Dave Grusin mirándose en el espejo de Burt Bacharach. En esos finales de los sesenta llega la popularísima Dos hombres y un destino dirigida por Georges Roy Hill y en la que Newman se alía con Robert Redford en un wéstern memorable, nostálgico y amablemente crepuscular en las antípodas del coetáneo Grupo salvaje de Sam Peckinpah. En Dos hombres y un destino, película sobre los legendarios prófugos Butch Cassidy y Sundance Kid, brillaba la oscarizada y romántica canción “Raindrops keep fallin on my head”, es decir «gotas de lluvia cayendo sobre mi cabeza». Sonaba en una escena aparentemente intrascendente —rodada por una segunda unidad— en la que un Newman juguetón terminaba haciendo piruetas con una bicicleta ante la mirada cómplice y amorosa de Katherine Ross, en este wéstern triangular con guiño al Jules y Jim de Truffaut. Interpretada por un cantante de filiación country, B.J. Thomas, “Raindrops keep fallin on my head” destacaba por la música y el sello de un genio como Burt Bacharach con letra de Hal David.

Para Un hombre de hoy, otra película de Newman, menos estimable desde un punto de vista cinematográfico, Neil Diamond, en sus años de gloria artística en la música pop, compuso la hermosa canción original, “Glory road”. Ya estamos inmersos en los convulsos años setenta, en los que Newman entrará en la cincuentena sin dejar de rodar con películas como la desmitificadora y hustoniana El juez de la horca en la que sonaba una bellísima suite sinfónica de otro grande de la música cinematográfica Maurice Jarre.

En 1973 Newman vuelve a rodar con Robert Redford y Georges Roy Hill en El golpe, película de estafadores ambientada en el Chicago de los años treinta de la Gran Depresión. Otro éxito incuestionable que costó cinco millones de dólares y recaudó ciento sesenta. Ahí es nada. La banda sonora de Marvin Hamlisch hace uso de una vieja canción, ragtime de un músico tejano llamado Scott Joplin, compositor y pianista afroamericano. El tema principal de El golpe se titulaba originalmente “The enternainer”, fechada en 1902.

La música de El golpe y “Raindrops keep fallin on my head”, de Dos hombres y un destino, sintetizan lo que el cine de Paul Newman debe a estas melodías imperecederas que forman parte de nuestra banda sonora más sentimental y arraigada. Un cine hecho también de esos momentos musicales y entrañables sin los que algunas célebres películas no podrían explicarse.

En las décadas siguientes vendrían más películas de Newman y más músicas, ninguna con el impacto de las citadas, pero algunas dignas de mención, como la banda sonora estilizada que Thomas Newman escribió para Camino de perdición en la que el actor fue dirigido por Sam Mendes.

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